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"Líneas y Entre Líneas"...

... los invita a disfrutar , con otra mirada y con sus opiniones personales, de los encuentros y desencuentros en los distintos roles que hoy nos tocan vivir en la sociedad.

En este espacio, "La Educación" será el centro en torno al cual giren los distintos temas. A veces delirantes, otras veces reales, mutando de una expresión dura a una actitud tierna.

Así serán las interesantes propuestas y sugerencias hacia un mismo objetivo : "Convivir en Sociedad"


miércoles, 23 de julio de 2014

Ser padres : Intentos de enmendar errores del pasado

 
En una cultura pródiga en promesas, ofertas y búsquedas de eficiencia y perfección, aspirar a ser buenos padres no puede quedar fuera del espectro. Y como esta cultura promueve además la competitividad y el éxito, se trata de ser los mejores padres. ¿En qué consiste esto? Nadie lo sabe con certeza, gracias a lo cual proliferan las fórmulas vertidas en libros, videos, cursos, talleres y decálogos pediátricos, psicoterapéuticos y psicopedagógicos. Los perimidos consejos de los ancestros ya no cuentan. El resultado es la confusión, la duda perpetua, los dobles o triples mensajes a los hijos, la obsesión, la culpa paterna y materna, la autoexigencia y, por fin, lo peor: la tercerización de la crianza. En su ambición de ser buenos (o perfectos) padres, y ante el temor de no estar haciéndolo bien, muchos terminan por delegar la tarea en escuelas, psicólogos, diversos tipos de profesores e instituciones. Siempre con las mejores intenciones, en nombre del amor y a menudo con dudosos resultados. Entre éstos se cuentan chicos con abrumadoras agendas en las que no caben ni el juego ni lo espontáneo, hijos con tanta libertad que terminan por no saber qué hacer consigo mismos, padres que abdican de la función y de la adultez en la creencia de que la buena paternidad consiste en ser pares de sus hijos y no líderes y guías en el desarrollo de esas vidas.
Es cierto que en generaciones anteriores los padres no dudaban acerca de lo que debían hacer, y es cierto que en muchos casos un poco de duda y revisión no hubiese venido mal. Pero descalificar todas las certezas de aquellos modelos en nombre de tendencias, novedades y recetas siempre fugaces y lábiles no sólo equivale a viajar sin mapas en territorios desconocidos, sino que, en el fondo, convierte la buena paternidad de hoy en una represalia a la padecida paternidad de ayer y se termina por ser padre mirando al pasado (los propios padres) y no al futuro (los propios hijos). Muchas veces, los hijos terminan por ser víctimas de un pasado no saldado que sus padres quieren enmendar.
Como ningún bebe llega al mundo con un instructivo bajo el brazo, y como los consejos provienen de estadísticas, especulaciones teóricas o experiencias ajenas, no queda mejor camino que aprender a ser padre con los propios hijos. Esto requiere presencia, tiempo, paciencia, atención, compromiso, responsabilidad, capacidad de recapacitar y enmendar, suavidad y firmeza. Los dos últimos ingredientes pueden parecer contradictorios, pero cuando se complementan permiten mantener el rumbo. Lo demás es transmitir valores a través de la conducta y no del discurso, enseñar a construir vínculos nutricios en los cuales las personas son fines y no medios (esto comienza no tomando al hijo como un medio para la propia consagración personal, social o familiar) y desarrollar una vida con sentido, es decir, una vida que deje el mundo un poco mejor de cómo lo encontró. Hijos que reciben esto de sus padres son retoños que, una vez árboles, darán buenos frutos. Nada de esto se puede delegar. Y nada perturba tanto como el temor a no ser buenos padres o la exigencia de serlo...
 
                                                          por Sergio Sinay

Minilenguaje...


Muchos son los códigos para la comunicación (o la falta de ella), y pocos los códigos éticos en el ejercicio de la vida cotidiana.


-Hola Lu, cómo va...
-Bien. Estaba con la compu. estudiando para la facu.
-Yo estaba viendo tele. Quería saber si vamos a ver una peli este finde. Hay una promo.
-Podemos ir con Fede, que tiene buena vibra.
-¿Tenés su celu?

Usted se preguntará: Lu ¿era Lucía, Lucrecia, Ludovica, Lucas, Luisa, Luis, Lourdes, Luz, Ludmila, Luisiana, Lucho?
No, en ese caso Lu era Lucila. Y Fede, por supuesto, era Federico, otro no podía ser. Y vibra no es otra cosa que vibración, que vendría a significar, en el contexto de la conversación, buena onda. Lo demás es entendible. Clarito como el agua, ¿verdad?
Así hablamos hoy. Así escribimos hoy. Así vivimos hoy. Todo en un mini-lenguaje. Todo abreviado. Y no sólo los jóvenes. Hay mucha sigla por doquier, muchas mayúsculas: HIV, INDEC, ADN, C5N, TN, HSBC, iPOD, ACV, ONG, PC (que no es el Partido Comunista, sino la compu), etcétera.
Muchos son los códigos para la comunicación (o la falta de ella), y pocos los códigos éticos en el ejercicio de la vida cotidiana. Aunque todos hablen de códigos hoy día, sobre todo en los programas televisivos de chimentos o en las charlas mediáticas de los políticos.
Los hechos, en la vida actual, suceden con gran rapidez. No se puede tardar tanto en pronunciar o escribir palabras que son largas. Nos lleva tiempo y energía, y nos falta paciencia para ello. Nos gusta el ritmo vertiginoso, los flashes, el videoclip, la velocidad de la luz, la instantaneidad de los mensajes de texto, la espontaneidad del chateo.
El castellano es un idioma lleno de palabras agotadoras para la mentalidad de este siglo XXI. No tanto como el alemán, pero incómodas al fin. Nos producen fastidio, que vendría a ser fasti, o algo así, en el lenguaje que está de moda.
Dicen que la palabra más extensa de las aceptadas por la Real Academia Española es electroencefalografista. ¡Tiene 23 letras! ¿Quién la va a pronunciar en la actualidad?
Nuestro vocabulario se va reduciendo día a día, y las palabras que nos quedan se van achicando, minimizando o pulverizando en abreviaturas que a veces parecen verdaderos galimatías.
Mchs bsss, te qro. vendría a ser muchos besos, te quiero (declaración de los enamorados de hoy). Bye. hla. wenas. xoxo. ntp. serían los equivalentes de adiós, hola, buenas, abrazos y besos, no te preocupes). Estos serían tan sólo algunos ejemplos de los productos de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), el nuevo lenguaje del chat o SMS, una verdadera codificación del idioma donde se ven sacrificadas tanto la ortografía como la gramática, en pos de la simplificación y de la velocidad requeridas por la telefonía celular. Es sabido que los mensajes cortos no pueden tener más de 160 caracteres, lo cual habla a las claras de la pauperización que le significan ese tipo de mensajes a la lengua.
Aberraciones prácticas llamó Berta Nogueira Sixto a estas abreviaturas, mezcla de castellano, inglés, spanglish, con supresión de vocales y multiplicación de siglas. Lo califica como "un pseudolenguaje críptico, jeroglífico e indescifrable para algunos, funcional y ágil para la mayoría de la gente, consonántico, casi onomatopéyico". Si bien hace a una comunicación más rápida y directa, es innegable que aumenta la tendencia a escribir con muy pocos trazos, conspirando así contra la riqueza y la corrección de la lengua.
Se me hace, además, que al transformar una palabra en un apócope, le estamos sacando contenido, esencia, vida. Como si la despojáramos de su real significación. Como si abreviáramos su intensidad, su palpitación y, cuando no, su misterio.
Y pensar que las palabras castellanas que más me gustaron, toda la vida, siempre, fueron melancolía y esperanza. Ojalá no se las destroce con alguna abreviatura, porque quedarían exterminadas, sin remedio, no sólo su bella sonoridad, sino también su poesía...
 
por Alina Diaconú (escritora)

viernes, 18 de julio de 2014

Valores de Mascherano


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