ESTADOS DE ÁNIMO
El día 21 de septiembre comienza la primavera. Es un hecho aceptado que nuestro estado de ánimo cambia con la estación. Meses de Otoño e Invierno son más propicios a estados de ánimo más interiores, apáticos, decaídos e insatisfechos.
Sin embargo cuando aparece la primavera nuestro cuerpo experimenta cambios hormonales debidos a la actividad del sol. Los rayos comienzan a incidir de forma más directa sobre la superficie de la tierra y eso hace que la mayor cantidad de energía que nos llega estimula nuestra producción de determinadas hormonas relacionadas con nuestro comportamiento, como por ejemplo la serotonina (neurotransmisor implicado en la temperatura corporal, el sueño, el apetito, la sexualidad, el humor y la inhibición de la ira y la agresión) que tiene como consecuencia el aumento de la sensación de felicidad debido al aumento de la concentración de este neurotransmisor en el cerebro humano.
Nuestros estados de ánimo por tanto pueden experimentar cambios y sentirnos bajo determinadas emociones relacionadas con el tiempo meteorológico, pero ¿qué entendemos como emoción y cuál es la diferencia con estado de ánimo?
Las emociones son sentimientos que experimentamos relacionados con nuestros pensamientos y que nos condicionan nuestro comportamiento en un momento dado. Según la R.A.E. la emoción es: “Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática”. Mientras que los estados de ánimo son más duraderos y están conformados por el sostenimiento de una determinada emoción a lo largo del tiempo que acaba convirtiéndose en parte del marco de conducta. Los estados de ánimo suelen suceder con la experiencia de sucesos sensitivos que han tenido gran importancia a lo largo de nuestra vida. Según la R.A.E, el estado de ánimo es: “Disposición en que se encuentra alguien, causada por la alegría, la tristeza, el abatimiento, etc.”.
Un estado de ánimo determinado va acompañado con cambios corporales muy marcados, así nos erguimos, subimos los hombros o nos encojemos, los bajamos, en función del estado de ánimo que tengamos. Esto nos posibilita el darnos cuenta precisa de dónde nos encontramos y de qué seremos capaces de hacer bajo ese estado de ánimo. No inicies nada que pueda suponer un reto bajo un estado de ánimo triste o apático puesto que te conducirá al fracaso más estrepitoso y eso te servirá de experiencia negativa para futuros retos. Muchas personas han descrito estados de ánimo como un velo que tenían en la mente que no les permitía ver nada con claridad.
El reto que tenemos frente a nosotros es darnos cuenta, no sólo de nuestras emociones, sino del estado de ánimo en el que nos encontramos. Estando situados en un estado de ánimo positivo, alegre y satisfactorio, nos posibilita determinado marco de actuación y acción; como el crecimiento, las relaciones personales positivas y la consecución de objetivos y metas. Mientras que estados opuestos no permiten el marco conductual anterior sino otro diferente, donde la apatía, la tristeza y el ensimismamiento dan paso a la inactividad, la pereza y la inacción. Debemos por tanto no sólo ser capaces de detectar el estado anímico en el que nos encontramos sino también adquirir las habilidades para poder cambiarlo de forma que esté alineado con nuestras metas. La primavera es una de las estaciones que nos ayudan a cambiar nuestro estado de ánimo, pero no nos engañemos. La fuente de cambio está en nosotros y en cómo percibamos nuestro entorno.
El cambio de percepción del entorno, la manera diferente de ver las cosas, es el hecho diferencial que posibilita a una persona a cambiar sus emociones y por tanto su estado de ánimo, el cual nos lleva a realizar una estrategia de conducta diferente.
Veamos un ejemplo: Una persona se levanta por la mañana y cada cosa que sucede le exaspera, le irrita y le mantiene en tensión. Si se le cae algo al suelo golpea con fuerza lo que tenga cerca y multiplica su enfado de forma exponencial. Prácticamente no habla con las personas que le rodean, sino que emite chillidos y ordenes sin concierto, haciendo referencia a cosas pasadas y a circunstancias que indica desea que no vuelvan a suceder. Las personas de su entrono le miran, sin saber qué han hecho y por qué está de ese humor.
Veamos un ejemplo: Una persona se levanta por la mañana y cada cosa que sucede le exaspera, le irrita y le mantiene en tensión. Si se le cae algo al suelo golpea con fuerza lo que tenga cerca y multiplica su enfado de forma exponencial. Prácticamente no habla con las personas que le rodean, sino que emite chillidos y ordenes sin concierto, haciendo referencia a cosas pasadas y a circunstancias que indica desea que no vuelvan a suceder. Las personas de su entrono le miran, sin saber qué han hecho y por qué está de ese humor.
Esta persona del ejemplo, que podemos ser cualquier de nosotros en un momento dado de nuestra vida, no ha hecho un análisis de su estado de ánimo ni de sus emociones dominantes en ese momento. Sólo ha tenido un comportamiento determinado y la consecuencia es que los que estaban a su alrededor le han abandonado al detectar su estado de ira.
Algo tan sencillo como preguntarnos ¿cómo me siento hoy?, nos puede llevar a conocer nuestro estado de ánimo y por tanto a predecir nuestro comportamiento a lo largo de la jornada.
Las emociones se pueden gestionar en el momento, pero el estado de ánimo debe ser un proceso consiente de cambio del comportamiento. Aprovechemos pues nuestro cambio hormonal debido al sol para ser más conscientes de nuestras emociones y estados de ánimo actuales y meditemos sobre los mismos, no es necesario más de 5 min al inicio de la jornada, para evaluar nuestro comportamiento futuro. Cambiarlo depende exclusivamente de nosotros.
“El hombre experimenta subjetivamente la posibilidad de decidirse a hacer unas cosas y omitir otras, es decir, tiene libertad de elegir entre distintas alternativas. Se propone metas, prevé en su imaginación distintas posibilidades de acción y sopesa y elige las estrategias que le parecen adecuadas según las circunstancias. El hombre es capaz de aplazar la consecución de una meta instintiva e interrumpir los nexos de su esfera de instintos, creando así un campo libre de tensiones que le permite reflexionar y actuar racionalmente”.
Tengamos en cuenta, que si bien la "primavera" nos predispone a sentir mayor energía y estímulo en nuestro comportamiento, es necesario tener conciencia de ello y manejar nuestras emociones y nuestras actitudes si así fuera necesario.