Corrupción, negligencia e inutilidad
por Tomás Bulat
La corrupción vuelve a estar en boca de todos y, tal como ya se ha escuchado y leído en algunos carteles, “la corrupción mata”. Es el achacarle a la corrupción desde la muerte de los inundados de La Plata a los muertos de Once. Sin embargo no tanto a la falta de viviendas de los más necesitados luego de la corrupción en el caso Shocklender (no sé si se acuerdan).
Lo cierto es que la corrupción existe desde hace tiempo (seamos sinceros, excede a este gobierno), el problema es que cuando la economía no crece y la mayoría de la población comienza a tener dificultades económicas la corrupción empieza a ser un tema más sensible para todos.
Mientras a mí me va bien, si “roban y hacen”, no hay tanto problema, pareciera ser la consigna general. Ahora bien, si roban mientras nos va mal, es un escándalo. Digamos que en promedio se acepta la corrupción procíclica. Corrupción con crecimiento económico pasa desapercibida. Poca corrupción con bajo crecimiento tampoco es un gran problema. Pero gran corrupción con recesión, eso sí que NO es socialmente aceptable.
Este comportamiento que señalo puede no sonar políticamente correcto pero todos sabemos que es cierto. También, seamos sinceros nuevamente, esto no sólo pasa en la Argentina, es universal. El escándalo del Partido Popular tuvo mucho más impacto porque la economía española estaba mal. No porque antes no existiera, sino que era parte del “costo de estar creciendo”.
Robo para la corona
Este es el famoso título del libro de Horacio Verbitsky durante la época menemista, que hoy podría tener su segunda parte, pero que por problemas ideológicos no creo que llegue a escribirla (al menos en el corto plazo). Debemos recordar que en Argentina si el que roba es cercano a nosotros ideológicamente, lo justificaremos dado que lo estará haciendo por una buena causa, como ser acumular para su imprescindible carrera política o bien para la ejecución del proyecto.
Los que no pueden robar son los que están en contra del proyecto. Los que roban, pero apoyan al gobierno son en el peor de los casos problemas menores, ovejas descarriadas que ya les tiraremos de las orejas, o casos excepcionales que nunca lograrán desviar el curso de la revolución.
Pero centrar todo en la corrupción, que al fin y al cabo, hay de derecha y de izquierda, que en Argentina son siempre protegidos porque apoyan el modelo (nuevamente de izquierda o de derecha), es sólo parte del problema. Lo cierto es que suelen producir tanto o más daño los negligentes y los inoperantes. Yo sé que esto suena controvertido, pero un inútil convencido que hace bien las cosas puede generar más daño que un corrupto consciente de su falta.
Negligencia e inutilidad
Vamos a diferenciar primero entre ambos. Negligente es esa persona que hace cosas sin medir las consecuencias de sus actos. Por lo tanto, hace algo y después ve cuál es el alcance de su accionar. Lo hace porque le conviene, porque no le importan o minimiza las consecuencias de su decisión.
El inútil sí piensa en las consecuencias de lo que va a hacer. Pero como es inútil, las cosas salen al revés de lo que él esperaba. El primero es un egoísta que no le importa lo que va a pasar, el segundo es un ignorante que espera pasen las cosas que él quiere y no las que van a pasar.
La diferencia es que cuando pasan cosas malas, el negligente le echa la culpa a la mala suerte, el inútil se la echa a otra persona o a varios malos que hicieron fracasar su estrategia. Eso tienen en común, nunca son responsables de lo que sucede, siempre la responsabilidad está en otro lado, nunca es de ellos.
Muchos de ustedes podrán minimizar esta diferencia, sólo les digo que en mi experiencia personal, estos últimos suelen ser tan dañinos como un corrupto.
Ya sé, lo peor es que a veces no son sólo negligentes e inoperantes, sino también corruptos.
Pero lo cierto es que se puede ser corrupto sin ser inútil ni negligente y muchas veces son los corruptos que nunca se descubren. Son personas que pueden mostrar resultados en sus gestiones, por lo que muchas veces se duda de su corrupción.
La inutilidad y la negligencia también matan
Así las cosas. La corrupción mata. Pero ser honesto no es la única variable a mirar. Hay que incluir a los inútiles y negligentes. La trama es mucho más compleja. Gestionar el Estado tiene una gran complejidad que muchas veces se minimiza con discursos de grandes causas que ocultan una mala gestión y lo cierto es que terminan matando gente.
Nos confundiríamos si pensamos que sólo es la corrupción la que mata. Un funcionario honesto que no sabe nada, por ejemplo, de transporte y está a cargo de esa cartera, puede ser tan dañino como una persona corrupta que sabe mucho del tema.
Es momento no sólo de pedir honestidad en la gestión, sino idoneidad, saber de lo que se habla. Estudiar, saber, formarse para no ser ni negligentes ni tampoco inútiles.
Seamos más exigentes con nosotros mismos. No pidamos sólo honestidad en la gestión, sino conocimiento y capacidad. Tanto o más necesarias que la honestidad misma.
Tengamos en cuenta que la falta de valores, es lo que lleva a una sociedad y a los gobiernos, a la corrupción. No permitamos que los gobiernos manejen a la justicia de acuerdo a su conveniencia.
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