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"Líneas y Entre Líneas"...

... los invita a disfrutar , con otra mirada y con sus opiniones personales, de los encuentros y desencuentros en los distintos roles que hoy nos tocan vivir en la sociedad.

En este espacio, "La Educación" será el centro en torno al cual giren los distintos temas. A veces delirantes, otras veces reales, mutando de una expresión dura a una actitud tierna.

Así serán las interesantes propuestas y sugerencias hacia un mismo objetivo : "Convivir en Sociedad"


domingo, 8 de febrero de 2015

Cómo era la Argentina antes de 1943

Cómo era la Argentina antes del fascismo y después

En los años previos a la revolución fascista de 1943, entre los partidos principales que eran el radical, el conservador, el socialista y la democracia progresista había disidencias importantes pero había también coincidencias fundamentales: En lo político todos apoyaban la Constitución de 1853, la división de los poderes, la existencia de partidos políticos, la libertad de prensa, la justicia independiente, la probidad de los funcionarios políticos, y que los partidos y los hombres no se perpetuaran en el poder. En aquella época nadie dudaba que el campo era una base fundamental de la vida argentina que había que cuidar y estimular. La opinión pública argentina sabía que su riqueza agrícola ganadera era esencial para conseguir las divisas que requería su desenvolvimiento y las exigencias de la industria nacional que se estaba desarrollando muy enérgicamente al extremo que en 1933 el producto bruto industrial había alcanzado al producto bruto agropecuario. El golpe bestial a la propiedad privada de los medios de producción y la demolición de la riqueza agropecuaria está en el corazón de la prédica fascista que se introdujo en nuestro medio desde 1943 además de la inflación que era su inevitable consecuencia. La inflación es un impuesto disimulado que gravitó especialmente sobre el campo porque en nombre de doctrinas económicas indefendibles, por un lado se emitía moneda para pagar gastos del Estado que no tenían justificación posible y por la otra fijaron el tipo de cambio para el agro de manera que por sus productos le daban el equivalente en pesos de pocos dólares.
El precio barato que se había fijado a la producción agropecuaria ayudaba a contener la inflación… sobre la base que las consecuencias de esta última las pagaba el agro argentino. Por su trigo, su carne, su vino, su maíz, sus manzanas, su trigo, su lino u otros frutos de la tierra, al agro les daban -y les dan- pocos pesos, mientras los distintos gobiernos desde hacen muchos años venden esos productos en dólares en los mercados mundiales a los valores reales, quedándose con la diferencia para dilapidarla a su antojo. Por último debemos señalar que en el ámbito institucional, en el período inaugurado en Junio de 1946 se destituyó a la Corte Suprema primero y a muchos otros jueces de Tribunales de menor rango después, y, entre otros actos de neto corte fascista, se permitió la reelección del Primer mandatario. La independencia del Poder Judicial se transformó en un recuerdo de la perdida República cuyas instituciones esenciales fueron destruidas.
EL CAMPO NO RESPONDIÓ -o tal vez no pudo hacerlo- AL ATAQUE DEL QUE ERA VÍCTIMA: PARECERÍA QUE EN REALIDAD TODAVÍA NO SE HA DADO CUENTA CLARA Y PLENAMENTE QUE EL “SISTEMA” DE PRECIOS DE SU PRODUCCION SE SUSTENTA EN EL “DEDO” DEL FUNCIONARIO PÚBLICO Y NO EN LA OFERTA Y LA DEMANDA MUNDIALES.
Ante aquella ofensiva contra el campo que tenía origen en la negación de las instituciones de la Constitución de 1853 por la corriente fascista-trotskista introducida en 1943, los productores debieron organizarse contra ella, pero no lo hicieron, o no pudieron hacerlo, en la dimensión debida. No enfrentaron la realidad como lo hicieron sus colegas productores de otras naciones, para combatir aquellas ideas y esas prédicas que erosionaron los principios que permitieron transformar al desierto que era la Argentina, en una nación que se sentaba de igual a igual con las más importantes de la tierra.
Los hombres de campo trabajan como poseídos “tranqueras adentro” pero aún no se han percatado, hablando en términos generales, que lo que los gobiernos les pagan arbitrariamente a los productores como fruto de su esfuerzo, es mucho menos que los precios reales que surgen de la oferta y la demanda en los mercados mundiales. El hombre de campo todavía no se ha dado cuenta cabal que cuanto más ingenio y capacidad técnica exhiba, cuanto más produzca, lo que obtenga le servirá para mantenerse y nada mas, porque la idea fascista trotskista en boga es que no tenga utilidades y que estas queden en manos del gobierno. Las denominadas “retenciones” es el nombre con el cuál se disimula una verdadera exacción ilegal que tiene como beneficiarios a empleados públicos de escasas aptitudes que ingresaron a sus cargos simplemente por “acomodo”, o, también, favorecer a quiénes utilizan productos agropecuarios como insumos, o realizar gastos públicos mas o menos disparatados. El hombre de campo debe defenderse trabajando también “tranqueras afuera”, en la difícil arena de la opinión pública.
SI LOS PROPIETARIOS RURALES Y TODOS AQUELLOS QUE VIVEN DEL CAMPO QUIEREN SEGUIR SIENDO DUEÑOS DE SU PROPIEDAD, DEBEN ORGANIZARSE PARA DEFENDERLA CON TANTA EFICIENCIA COMO TUVIERON SUS ADVERSARIOS PARA DEMOLER LAS INSTITUCIONES REPUBLICANAS ARGENTINAS.
Quienes obtienen sus medios de vida del campo, sean propietarios rurales o les suministren servicios o maquinarias o lo que fuera, deben asumir la realidad y unirse férreamente para defenderse sobre la base que sin esa unión, individualmente no valen nada. Deben sacar una parte de lo poco que les deja su establecimiento para contratar periodistas, audiciones de radio y televisión, estudios jurídicos y contables, hacer reuniones públicas permanentemente, buscar líderes de valor sanmartiniano, y mostrar a los productores y a quienes no lo sean, que el campo es un pilar fundamental del desarrollo argentino. No debe quedar duda ninguna en cada pueblo y en cada distrito, que quienes quieran acceder a una representación política de la índole que fuera, deberán atender a los productores agropecuarios, como a quiénes están vinculados al agro de cualquier manera que sea, escuchar sus reclamos y constituirse en sus defensores.
Los productores se han transformado en la Argentina en verdaderos siervos que aparentemente son propietarios de un pedazo de tierra, pero a quiénes gobiernos de corte trotskista-fascista están despojando de su propiedad mediante simples resoluciones administrativas, trabas burocráticas o, entre otras hazañas, demoliendo los ferrocarriles que fueron un medio de transporte, barato y seguro para el agro y que virtualmente no existen mas. Tenemos que reaccionar contra estas doctrinas y conductas que nos han llevado al descrédito internacional y a perder la confianza en nosotros mismos. El campo debe defenderse con idéntico valor que tuvieron varios miles de argentinos que atravesaron los Andes primero para asegurar su independencia, y enfrentaron y dominaron después la soledad y el desierto y que ofrecieron siempre la libertad a todos como guía y enseña de paz y de progreso.
                    Juan José Guaresti

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