En su nuevo libro sobre el Papa, Mariano de Vedia recorre con lujo de detalles los avatares de la conflictiva relación que mantuvo el cardenal Jorge Bergoglio con la gestión kirchnerista y el cambio que se produjo tras su elección.
Los Te Deum y sus homilías críticas, el conflicto en torno al obispado castrense, la candidatura del jesuita Joaquín Piña en Misiones, la habilitación del matrimonio homosexual, los vínculos con la Iglesia en Santa Cruz: todos los capítulos de la espinosa relación que tanto Néstor como Cristina Kirchner mantuvieron con la Iglesia en general y con Bergoglio en particular están minuciosamente relatados en este nuevo libro del periodista Mariano de Vedia, especializado en temas de Iglesia, y autor de una de las primeras biografías del Papa: Francisco, el papa del pueblo (abril de 2013).
En este diálogo con Infobae, De Vedia analiza los motivos de aquellos enfrentamientos y del acercamiento actual.
En su nuevo libro, "En el nombre del Papa", usted hace un repaso de la conflictiva relación de Jorge Bergoglio con el Gobierno y el cambio tras su elección como Papa. ¿Qué lo motivó a hacer este trabajo?
Mi objetivo fue dejar registro de toda una etapa, de estos 12 años, para marcar la relación de la iglesia con el gobierno argentino, una etapa en la que hubo bastantes tensiones y que ha dado mucha tela para cortar y que desemboca, después de la elección de Francisco, en una etapa de mayor acercamiento. Transcurridos dos años de papado y pensando en el ciclo político que concluye en diciembre me vino la inquietud de dejar constancia de cómo fueron estos años.
Esas tensiones, ¿cree que obedecieron más a un rasgo de personalidad de Néstor y Cristina Kirchner o a una cuestión ideológica?
El problema ideológico puede haber influido, particularmente entre Néstor Kirchner y el cardenal Bergoglio, pero me parece que más allá de eso, la tensión se alimentaba de propósitos políticos del gobierno de acumular mayor poder y su forma de acumulación de poder implicaba escenarios de conflicto en este caso con la iglesia pero lo ha repetido con otras instituciones.
¿Y el actual cambio de actitud del Gobierno responde a una sincera revisión de sus errores de apreciación o más bien a un sentido de oportunidad considerando que hoy el Papa es una personalidad ineludible?
El gobierno hizo un giro y creo que fue alertada la Presidenta del nuevo escenario que se avecinaba. Todos recordamos que la reacción inicial fue muy tibia e incluso desde sectores del propio gobierno reflotaron críticas a Bergoglio y acusaciones y por su presunta responsabilidad en la etapa de la dictadura. La Presidenta con rápidos reflejos midió por un lado la reacción del común de la gente: a ella la iba a perjudicar el mantener una reacción hostil hacia Bergoglio y luego dentro del propio gobierno había líneas internas y lo que inicialmente se presentaba como una posición de hostigamiento rápidamente fue superado por el diálogo.
El acercamiento fue facilitado sin duda por la actitud benévola y misericordiosa de Francisco. ¿El gobierno lo valora?
El gobierno lógicamente hace un uso político de esta nueva relación, de esta nueva etapa. Las veces que el Papa recibió a Cristina lo ha hecho en forma deferencial y el gobierno trata de usufructuarlo. Más que la cuestión personal pesa la situación política; el gobierno en estos dos últimos años de mandato necesita un sostenimiento que puede surgir de esta nueva relación con la iglesia. De todos modos, la iglesia, tanto Francisco como los obispos, han venido marcando distancias, y si bien la premisa de Francisco parece ser de acompañar al gobierno para evitar una ruptura que pueda desencadenar en situaciones sociales que no quiere que el país vuelva a vivir, los obispos han reiteradamente advertido sobre algunos temas, como el narcotráfico, la pobreza, la inseguridad -incluso la semana que viene hay otra reunión del Episcopado-; todo documento de la iglesia donde puede esperarse una reflexión sobre estos temas es esperado con inquietud por el gobierno.
Usted dice que Néstor Kirchner promovió la ley de matrimonio homosexual no por convicción sino esencialmente para atacar a Bergoglio. Entonces tal vez además de sostener la estabilidad, quizás el Papa busca evitar nuevas iniciativas contra la agenda de la iglesia por parte del Gobierno...
La actitud de Francisco de acompañar a la Presidenta en este fin de ciclo está motivada por el deseo de que llegue a su mandato en situación de paz. Le preocupa, más que la situación personal de la Presidenta, que los sectores más vulnerables no paguen una crisis de fondo. Hay constancia de que Kirchner lo tomó como una, si se me permite el término, cruzada personal: fue la única ley que votó como diputado. Fue uno de los momentos de mayor tensión. Me parece que ahora la mirada desde el vaticano ha cambiado un poco y la instrucción de Francisco es reforzar las instancias de diálogo para evitar mayores daños a una relación que ya venía deteriorada.
De todos modos, usted recuerda en el libro que Cristina Kirchner siempre se pronunció en contra de la legalización del aborto, y ha sido coherente en esa posición.
Los obispos siempre tuvieron en claro que la posición de Cristina Kirchner era categórica en cuanto al aborto. La propia Presidente se lo confió al recordado obispo de Morón, monseñor Justo Laguna. Él salió de una reunión con ella, apenas iniciado el gobierno en 2003, convencido de que la posición personal de Cristina era totalmente contraria a la despenalización del aborto. Del mismo modo supieron también de entrada, por el testimonio de monseñor Alejandro Buccolini, que como obispo de Río Gallegos en los años 90, había convivido con Kirchner como gobernador, que a éste no le gustaban las reprimendas en público. El propio Buccolini recomendó hacerlo en privado. Bergoglio tenía seguramente sus posiciones, pero no hubo instancias para conversar en privado de las cosas que preocupaban a la Iglesia y la discusión se dio en forma pública y eso generó las tensiones-
Usted señala en el libro que los muchachos de La Cámpora pasaron de chiflar el nombre de Bergoglio en los actos a rezar el rosario en las villas...
Evidentemente el cambio del gobierno se manifestó en varias actitudes, como el tema del comportamiento de los militantes de La Cámpora cuyo jefe, Larroque, lo fue a ver con una remera de la agrupación. Pero el mismo día de la elección de Bergoglio, el bloque del Frente para la Victoria en la legislatura porteña que conducía Juan Cabandié se retiró para no presenciar ni apoyar una declaración de beneplácito por la elección del Papa. Esto registra el cambio de actitud del kirchnerismo, El Papa tolera esas actitudes porque son una demostración del gobierno de no confrontar. De todos modos, hay constancia de que en El Vaticano no cayó bien la última visita multitudinaria de la Presidenta con treinta personas y se estima que el próximo encuentro va a tener características más protocolares.
¿Cómo evalúa el episodio de la carta de Alfredo Leuco y la respuesta del Papa?
Eso muestra que Francisco sigue con atención todo lo que pasa en Argentina, con preocupación. Por supuesto no creo que esa sea su principal preocupación. Recientemente se supo que está analizando una escala en Cuba en su próxima gira a Estados Unidos. De todos modos no pasan inadvertidas la señales hacia su país y todo lo que sea una forma de contribuir a la pacificación y a la cordialidad y a la cultura del Encuentro, él lo va a respaldar, provenga de donde provenga. No tengo información del Vaticano, pero se supone que el hostigamiento que sufrió Leuco es lo que motivó personalmente a Francisco a darle estas palabras de acercamiento.
¿Cree que los argentinos, y en particular la clase política, tienen conciencia de lo que el Papa representa hoy en el mundo, de la autoridad que tiene?
Me parece que la clase política argentina no toma verdadera conciencia de la dimensión de la posición que ocupa hoy Francisco. Siempre se interpreta toda su acción en función de la mirada local y así se pierde perspectiva y esa es una de las razones que imposibilitan tener un sentido real de la dimensión que cobra la figura de Francisco, una envergadura internacional que Argentina y sus últimos presidentes no han alcanzado ni remotamente.