No vivas sólo por tus hijos
Mamá crió a Carlos ella sola. Nunca se casó e invirtió todo en su hijo, le compró un apartamento, le pagó la universidad. Él se convirtió en un hombre maravilloso y exitoso laboralmente, ahora tiene 50 años y nunca se ha casado, no tiene hijos. Toda la vida ha intentado saldar su deuda con su mamá.
El papá de Carolina trabajaba día y noche por sus hijos. Tenía grandes planes, especialmente para su hija. Ella era talentosa y él soñaba con que se convirtiera en médico por eso ahorró para pagarle la universidad pero ella rechazó la oferta. Ella sintió que quería vivir su propia vida y que quería ser artista. Su papá intentó corregirla y le pasó la cuenta, Sumó todo: el precio de su educación en la escuela, de las actividades extra-clase, la ropa, la comida y le pidió que le devolviese el dinero. Creo que no hay necesidad de decir que Carolina nunca más ha visto a su padre, de eso hace más de treinta años.
La mamá de Irene renunció a su vida personal. Luego de divorciarse no conoció a ningún otro hombre porque tenía miedo de traumatizar a su hija. Ella, por su parte creció y ahora no puede dejar a su mamá, y no puede tener ni una cita, ni hablar de un novio, no puede ni pensar en dejar a su mamá y ocuparse de su vida. Irene va a cumplir cuarenta, no se ha casado y no tiene hijos.
Los padres de Daniel y Camila son muy buenas personas. Hacían todo lo que podían e incluso lo que no con tal de que sus hijos estuvieran mejor. Su familia parecía amigable y feliz, iban de vacaciones y celebraban juntos, pero al pasar los años papá y mamá se olvidaron de que también eran esposos. Nada más los unía. Vivieron juntos durante treinta años como mamá y papá, pero cuando los hijos se fueron, se divorciaron. Camila aún no logra entender qué paso, ya tiene 37 años pero no quiere casarse, tiene miedo de que la triste historia de sus padres se repita con ella, después de todo su mamá perdió mucho de su vitalidad después de la separación.
Camilo fue un niño tardío. Todos siempre hacían lo que él quería, lo cuidaban, incluso demasiado. A decir verdad su madre se cansó de esperar al principe azul y decidió que su hijo lo sería, y haría realidad sus sueños de un hombre perfecto con él. Intentó de todas las formas posibles hacer de él un niño prodigio pagándole clases particulares de diferentes idiomas, muchos cursos después de la escuela, y hasta lecciones de arpa. Su madre estaba orgullosa de él y siempre le pedía que tocara algo para las visitas ¡el arpa es un instrumento muy exótico! Camilo ya tiene más de cuarenta años, está divorciado y otro hombre cria a sus hijos y a él eso no le molesta. Aún no sabe qué quiere de la vida; no se convirtió en un niño prodigio, no resistió la presión y se derrumbó. Ahora sólo bebe alcohol, antes de trabajar y después. Su mamá ignora esa nueva realidad.
¿Acaso son pocas las historias similares? ¿acaso no sucede con personas que se ven felices? Cuando el niño se convierte en la razón de vivir de sus padres eso es demasiado para él. Es como si lo encerraran en una habitación en la que un día se acabará el aire; aunque al principio puede respirar, llegará el día que empiece a ahogarse. Ahogarse en medio de tanto “amor y cuidado“.
Y si fuera poco vivir veinte años (o más) una vida que parece un desierto sofocante, por lo general él se queda allí, y queda en deuda. Se le trae la cuenta aunque haya venido sólo de visita, él hubiese ayudado a los anfritriones por iniciativa propia. Pero cuando llega la bandeja con el monto a pagar por esos veinte años es cuando cada respiración le quema todo por dentro.
Después de eso hay opciones. El hijo puede pagar la cuenta eternamente, como Irene o como Carlos al inicio de este artículo, o volverse rebelde y empezar a beber y cortar todo tipo de comunicación como Camilo o Carolina. Casi nadie puede entender y aceptar un trato así por parte de sus padres. Es imposible aceptar y entender algo similar sin sacrificar también su propia vida y sus propios intereses.
Por eso te suplico, no vivas sólo por tus hijos. Encuéntrale otro significado a la vida, encuentrale otro sentido al hecho de ser papá o mamá. Para que los niños y niñas que nazcan en nuestro planeta no se conviertan en deudores y víctimas de tu ”caridad" y cuidado.
Ama a tu cónyuge. Los niños crecerán y él o ella se quedará contigo. Puedes ser tú quien de ejemplo a los niños acerca de cómo llevar una vida de pareja saludable, para que ellos mismos quieran tener su propia familia, pero también puedes truncar el deseo de tu esposo o esposa si te metes demasiado en los problemas de tus hijos y te olvidas de él o ella.
Ámate. No te olvides de ti mismo cuando luches por la felicidad de tus hijos. No te niegues un vestido o una corbata (por ejemplo) por comprar un nuevo juguete, no cambies tu salón de belleza o tu hobbie por pagar un nuevo profesor particular; si tú no cuidas de ti mismo ¿qué le puedes dar a los demás? ¿qué ejemplo les darás? ¿qué amor?.
Búscale sentido a la vida más allá de lo material. Esta vida no es eterna y así es aunque no quieras pensar en ello. La espiritualidad, la religión, las oraciones (o cual sea tu manera de expresar tu vida espiritual) pueden ser una fuente de energía y deseos de vivir que te ayudarán a no apoyarlo todo sobre los hombros tus hijos.
No vivas sólo por tus hijos, te lo suplico. Cuando encuentro niños y adultos cuyos padres lo dieron todo y más por ellos, me duele mucho verlos a los ojos. En muchos de ellos veo mi propio dolor, veo tristezas, corazones rotos, almas vacías. Sus ojos gritan por ayuda, gritan de dolor, de desesperación y de culpa. Ellos, como todos los niños, quieren amar a sus padres, pero si lo hacen seguramente no sobrevivirían a sus cuidados.
Dales a tus hijos la oportunidad de vivir y respirar. Así podrán crecer y desarrollarse en el área que tengan destinada. Nuestro rol como padres es muy sencilla: regar a tiempo pero no ocultar del sol, proteger de las malezas; después el niño, tal como una flor, podrá crecer por su cuenta y mostrar lo mejor de sí.
Autor: Olga Valyaeva
Traducción y adaptación: Genial.guru
Traducción y adaptación: Genial.guru
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