Nuestro buque escuela regresará con los honores que merece, pero deberán evitarse actitudes exitistas de funcionarios que tan mal han manejado la situación
19.12.2012 | Publicado en edición impresa
Más de dos meses y medio pasaron desde el día en que nuestro buque escuela Fragata Libertad fue retenido en el puerto de Tema, en Ghana, como consecuencia de una orden judicial a partir de un pedido de embargo realizado por un grupo de acreedores extranjeros a los que el Estado argentino debe efectivamente abonar los bonos impagos.
Fue un derrotero largo y políticamente grotesco de parte de nuestras autoridades, en el que no escasearon enormes cuotas de impericia y arrogancia, y hasta bravuconadas para con acreedores y jueces de otras naciones.
El fallo del Tribunal del Mar que acaba de ordenar que Ghana libere a la Fragata por considerar que un buque de guerra es una expresión de la soberanía de un país y, por tanto, inembargable, representa, sin dudas, un triunfo para el reclamo argentino ante ese estrado y un motivo para celebrar, pero los acreedores de ese festejo, claramente, no son los gobernantes locales, sino los numerosos marinos que vieron convertido el 43° viaje de instrucción de la Fragata por el mundo en una pesadilla.
La Argentina actuó mal desde un principio. Nadie fue capaz en el Gobierno de advertir que pudiera ocurrir un acto judicial de la naturaleza del acaecido con la retención del buque y, lo que es aún peor, siguen en sus puestos los ministros cuya autorización habilitó que se tuviera que pasar por este trance tan deplorable.
La propia presidenta de la Nación pareció minimizar la inexplicable y, por otro lado, costosa estada de nuestra nave escuela en África cuando dijo que los denominados fondos buitre se podrían quedar con la Fragata, pero nunca con la libertad, la soberanía y con la dignidad del país.
Cristina Kirchner dice ahora que el Gobierno ha cumplido al lograr que se liberara el buque. Más allá de esa contradicción en cuanto al fin propuesto, pareciera que la dignidad, vista a los ojos presidenciales, es un objetivo abstracto, y no la defensa del decoro y el honor de los tripulantes del navío, detenidos insólitamente por sucesivos errores de sus propios gobernantes.
En estos dos meses y medio, resultó penoso el manejo político que el país hizo de la situación. El canciller Héctor Timerman corrió presto al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a pedir su intervención sin haber generado hechos que pudieran demostrar cuáles eran los riesgos para que ese organismo actuara.
El ministro de Defensa, Arturo Puricelli, no le fue en zaga. Tras una primera y larga indefinición sobre qué cartera era responsable de haber enviado a la Fragata a tocar puertos africanos con un interés más comercial que educativo, terminó asumiendo públicamente la autoría de lo sucedido.
Nuestro buque escuela -hay que destacarlo- fue abandonado a su suerte. Sólo la intervención de la verdadera diplomacia, encabezada por la ex canciller Susana Ruiz Cerutti, actual encargada de Asuntos Legales de Palacio San Martín, pudo subsanar, mediante la correcta presentación legal, las torpezas políticas del principio.
Ruiz Cerutti, quien ya había demostrado sus conocimientos y capacidades profesionales en las negociaciones ante el Vaticano por el Canal de Beagle, contó en esta oportunidad con la colaboración del abogado Marcelo Kohen, que vive en Suiza.
Es decir, el tema halló un futuro previsible cuando fue puesto en las manos idóneas. No obstante ello, el poder político se está volviendo a comportar de una forma infantil y perversa. En vez de reconocer los enormes errores que llevaron a esta situación, se ufana ahora del fallo del Tribunal del Mar, desplazando el grave problema no resuelto con los bonistas.
Ese problema, como ya hemos dicho desde estas columnas, se dilata y agrava merced a la férrea decisión del gobierno argentino de no negociar con los acreedores que permanecen impagos. Y, por cierto, no es el único caso en el que las autoridades del país hacen culto de su falta de tacto para resolver conflictos.
El ministro de Economía, Hernán Lorenzino, es una muestra acabada de esa sinrazón no exenta de pedantería. Apenas conocido el fallo, escribió en su cuenta de Twitter: "Buitres, no pasarán", y agregó sus felicitaciones al "Equipo Antibuitre de la Cancillería", calificando a los bonistas en conflicto como "piratas financieros".
Está previsto que el 9 del mes próximo, la Fragata toque tierra argentina. Sería realmente lamentable que el Gobierno hiciera una de sus consabidas fiestas para alzarse con un triunfo que no le corresponde.
La maravillosa recepción que habrá que dar a nuestra Fragata cuando regrese no merece que ningún funcionario se suba a ningún carro triunfal. Éste sólo debe ser ocupado por nuestros marinos y sus familiares, y por la ciudadanía argentina que vivió como propio semejante padecimiento y los efectos del papelón político mundial al que nos ha sometido el Gobierno.
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