Generosidad, dar y darse...
El valor que nos hace mejorar como seres humanos, es el de la generosidad : dar antes que recibir. En esta época, en que se exaltan como valores superiores la comodidad, el éxito personal y la riqueza material, la generosidad pasa a ser un valor único que verdaderamente vale la pena en esta vida. Muchas veces el egocentrismo nos lleva a ser infelices, aunque la sociedad actual intente persuadirnos de lo contrario. Quienes realmente han hecho algo que ha valido la pena en la historia, han sido los seres que se han brindado con generosidad.
Si sólo ponemos atención a nuestros deseos, a nuestro “YO”, acabamos haciendo un doble daño: a los demás, porque se les pasa encima, y a uno mismo, porque a la postre se queda solo. Generosidad ¿qué es? ¿es dar limosna a un niño en la calle? ¿es invertir mi tiempo en obras de caridad? Si. Definitivamente eso es generosidad, pero también es escuchar al amigo en sus malos y buenos momentos; es llevarle un vaso de agua al hermano, hermana, padre, madre, esposo, esposa, hijo o hija. En otras palabras, "Generosidad" es pensar y actuar hacia los demás, hacia fuera, no hacia adentro.
Tiempo atrás, un grupo de jóvenes, luego de hacer muchos sacrificios tanto ellos como sus padres, lograron viajar a Europa para ir a Roma. Sus deseos era conocer la Ciudad Eterna, además iban acompañados por un grupo de adultos que hacían actividades con universitarios. Sin embargo, el recorrido era agotador, tenían una agenda apretada, debían correr de aquí para allá, muchas horas en colectivo, sumado a unas caminatas interminables. Uno de los instructores había asistido porque quería conocer Roma a precio módico, pero el viaje comenzó a resultar insoportable. Cuando llegaron a Madrid (su alojamiento estaba a 45 minutos de la capital española) estaba lloviendo y el autobús no pudo pasar en un caminito, así que todos tuvieron que bajar, porque el albergue se encontraba algunos kilómetros cuesta arriba. Tuvieron que bajar el equipaje y cargarlo bajo la lluvia, cuando llegaron a su destino, decidieron tomar un baño, y el agua estaba fría. Este era el comienzo de un viaje que duraría casi 3 semanas, y lo peor estaba aún por llegar. El instructor quedó verdaderamente agotado, estaba exhausto y ya ni siquiera estaba disfrutando el viaje. Lo que quería era ir a casa.
Por otra parte, otro de los instructores sentía el mismo cansancio y para él las jornadas eran aún mas agotadoras, pues tenía veinte años más. Sin embargo, siempre estaba sonriente, siempre hacia que a los demás el viaje les pareciera apasionante. En medio del peor humor, soltaba un chiste y todos olvidaban las cosas difíciles. Aprovechaba cada oportunidad par conocer y hablar con cada uno de los chicos, se preocupaba por ellos, les preguntaba que hacían, cuales eran sus objetivos.... siempre estaba cuidándolos en silencio, se preocupaba por los intereses de aquellos jóvenes, asegurándose de que el autobús no dejara a ninguno, viendo si estaban abrigados o regalándole a alguno de ellos un chocolate. Los dos instructores hicieron el mismo viaje. Uno lo pasó pésimo, el otro fue increíblemente feliz. ¿Cual fue la diferencia? La generosidad.
El instructor generoso no tenía tiempo de pensar en que la jornada era agotadora. A pesar de que sentía el cansancio, procuraba que el viaje sea útil para los jóvenes y para él, que en última instancia resultaba la mejor recompensa. Al preocuparse de los demás, solucionaba dos problemas: el de los muchachos que necesitaban atención, y los suyos propios.
No obstante, la generosidad es un valor que se ha perdido con el tiempo. En esta sociedad, cuando alguien nos entrega algo desinteresadamente, lo juzgamos como una actitud con dobles intenciones, sin embargo, todo lo bueno que hay en la vida de los humanos es fruto de la entrega generosa de alguien. Es decir, eso bueno se ha obtenido no a base de acumular bienes materiales ni mucho menos de arrebatarlos, sino a base de cariño a los demás y de olvido propio, a base de sacrificio. A pesar de todo, existen todavía hombres y mujeres dispuestos a ser generosos. Cuando se entrega lo que sólo uno puede dar (que no puede comprarse en ningún centro comercial) es cuando entendemos y vivimos la generosidad en su más profundo sentido: la entrega de sí mismo.
En este sentido, en la actualidad muchas mujeres y hombres son ejemplos silenciosos de generosidad: la mama que hace de comer, se arregla, limpia la casa y además se da tiempo para ir a trabajar; el padre que duerme sólo cinco o seis horas diarias para dar el sustento a sus hijos; la trabajadora doméstica que todos los días hace las mismas cosas, pero que ya se siente de la familia; el estudiante que hace lo que debe obteniendo las mejores notas que puede; la chica generosa que ayuda a sus amigas cuando tienen problemas. Todos ellos constituyen ejemplos que sin duda deberíamos seguir. Y estos actos de generosidad son de verdad heroicos. Ahora bien, siempre es más fácil hacer un acto grandioso por el cual nos admiren, que simplemente darnos a los demás sin obtener ningún crédito. Todos tenemos ese impulso por buscar destacarnos, por lograr ese éxito propio sobre los demás y evitamos el compartir o dar esa “luz” a los demás. Por eso cuando nos encontramos por primera vez con este valor nos resulta poco atractivo y quizá hasta incomprensible. Pero debemos aprender que la generosidad resuelve muchos problemas.
Generosidad es: dar sin esperar nada a cambio; entregar la vida; volcarse a los demás; ayudar a los que nos necesitan; dar consuelo a los que sufren. Para nada resulta un valor pasado de moda, la generosidad es la puerta de la amistad, el cimiento del amor, la estrella de la sociedad.
Nosotros podemos ser generosos muy fácilmente. ¿Cómo?
Sonriendo a los demás siempre. Ofreciendo nuestra ayuda. Poniéndonos en los zapatos del otro. Teniendo un pequeño detalle con nuestra familia: dejar que los demás elijan algo qué hacer... ir al cine, a una comida en el campo, o dejar que los demás escojan la película que se va a ver este fin de semana.
Ahora prestemos atención un momento, no hay que ser tacaños ni comodones con la generosidad. Hay mucha gente que podría consolarse con nuestra ayuda si hacemos un esfuerzo superior. ¿Cada cuánto tiempo vamos a visitar enfermos a un hospital? ¿Por qué no visitar a enfermos terminales? Sí, es duro, sí a veces es deprimente, y por supuesto que es más divertido salir a pasear que ir a un hospital público a ver gente que muy pronto se va a morir. ¡Pues precisamente como nadie lo hace, es el momento de que alguien lo haga! Nadie nos va a dar un aplauso, o una medalla por hacerlo, pero vamos a volcarnos hacia los demás, el brillo no importa, lo que importa es que a pesar de nuestros defectos y miserias, podemos hacer una diferencia en la vida de alguien.
Ser generosos es parte de nuestra naturaleza y por eso no resulta una tarea dificultosa. Debemos entender que el Yo debe dejar un lugar a los demás, entregando lo que uno tiene. En silencio, sin reflectores, y es justamente ahí donde se encuentra la paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario