Educación en crisis: de eso no se habla
Nuevamente, miles de niños y adolescentes perdieron días de clases producto de un conflicto que tiene enfrentado al gobierno de Daniel Scioli y a los sindicatos docentes. Los daños que se les están infligiendo a los chicos son muy graves y generará, en el corto plazo, una profundización de la fractura social que existe en el país.
La Argentina se está convirtiendo en una nación donde un sector social puede elegir la comida y hasta pagarse un colegio privado. Pero hay otro sector, mucho más numeroso, que está conformando por familias que no tienen otra alternativa que recurrir a un sistema educativo que, producto de los paros y de las falencias estructurales, brinda una enseñanza a cuentagotas.
Nuestro país, hace algunas décadas, se diferenciaba del resto de las naciones de Latinoamérica debido a que la educación pública y la generación del trabajo genuino permitía que cada persona pudiera ascender en la escala social producto de su propio esfuerzo. Por eso, la educación privada, prácticamente no existía. La escuela pública en todos sus niveles (primario, secundario y terciario) cumplía el rol de igualador social y motor del progreso como la había imaginado Domingo Faustino Sarmiento.
Tener un sistema educativo acorde a los tiempos que corren, caracterizados por el constante avance del conocimiento, es indispensable para que pueda existir un proyecto de país en la Argentina. Esto implica que los docentes, que tienen la titánica tarea de educar al soberano, deben tener sueldos dignos y contar con las condiciones necesarias para capacitarse y estar a la altura de lo que significa enseñar en un mundo que se vuelve cada vez más complejo. En ese sentido, como a todos los trabajadores, les corresponde el derecho a huelga para pedir mejoras en los haberes.
Ahora bien, la pelea por el salario en sólo una parte del problema. Tanto sindicatos como las autoridades gubernamentales lo que no dicen es que la educación pública en la Argentina, especialmente, en la provincia de Buenos Aires, se encuentra devastada.
Por una decisión política de querer embrutecer a la sociedad, en la Provincia se decidió sacrificar los niveles de exigencia de la escuela pública, intentando hacer dibujar una masividad que, en los hechos concretos, nunca existió. Actualmente, cuatro de cada diez jóvenes que concurren a la secundaria en establecimientos públicos repiten o abandonan, mientras que la mayoría de los que egresan fracasan en los estudios universitarios, al no estar en condiciones de poder comprender los textos básicos.
Este notable deterioro se profundizó durante el gobierno kirchnerista, cuyos mecanismos de clientelismo político llevaron a que uno de cada tres compatriotas viva en situación de pobreza, teniendo que sobrevivir con las dádivas que discrecionalmente reparte el Estado.
La calidad de educación sigue en picada. Y una clara muestra de ello es que en los últimos años los alumnos argentinos, en las pruebas internacionales de matemáticas, siempre quedaron atrás de los estudiantes de Chile, Brasil, Uruguay y México.
Ante semejante descalabro, resulta llamativo que uno de los principales protagonistas que se sienta en las mesas de negociaciones a discutir los salarios docentes sea un ultakirchnerista como lo es el titular del Suteba, Roberto Baradel. Se trata de un dirigente sindical que no duda a la hora de participar en los actos que encabeza la presidenta Cristina Fernández. Siempre está acompañado por su jefe político, el titular de la CTA oficialista, Hugo Yaski, otro sindicalista docente que ha decidido bajar las bandera de la lucha por mejorar el sistema educativo a cambio de saborear las mieles del poder.
Por otra parte, llama poderosamente la atención que en la mesa de negociaciones tampoco se esté discutiendo el despilfarro de recursos que, desde hace años, existe en la Dirección General de Cultura y Educación bonaerense.
Nuestro diario ha denunciado que, producto de los desaguisados y acuerdos políticos espurios que se tejieron en los últimos 20 años, en la cartera educativa existirían alrededor de 30 mil ñoquis, lo que le generaría al Estado bonaerense una sangría de $4000 millones por año. Esta enorme caja política no sólo le ha dado de comer a distintos funcionarios que pasaron por DGCyE, sino también a gremios amigos del poder, especialmente UPCN.
El despilfarro también está dado en las notorias irregularidades que se estarían registrando con el régimen de licencias. Se están registrando hasta 5 docentes por cargo, lo que conlleva a que el trabajo de los educadores se este precarizando de forma acelerada.
De esta manera, termina valiendo lo mismo el maestro comprometido, que se esfuerza con cumplir con el presentismo, que se capacita asiduamente y busca darle una educación de calidad a los alumnos, que aquellos que se abusan de las licencias y de beneficios que no tienen el resto de los trabajadores de la administración pública ni mucho menos los empleados del sector privado. De seguir por este camino, se terminará cumpliendo lo que relató Discépolo, en su genial Cambalache: “todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor …”
¿ Qué pasa argentinos que no reaccionamos ? La educación pública es la base del progreso de una Nación. No podemos ser indiferentes ante tal decadencia educativa. Elevemos el nivel...!!!
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