Para lograr armonía en la sociedad, es necesario educar para "construir". Sin embargo, la "violencia" causa destrucción y es el motivo por el cual se hace difícil salir de la "mediocridad".
Ana Teresa López de Llergos, nos explica cuáles son las fases y causas de la "violencia".
Preámbulo
Una de las pasiones naturales de toda persona humana es la ira. Como toda pasión, en sí misma no es ni buena ni mala. Cada una de las pasiones da la posibilidad de tener respuestas muy diversas, acercarse o alejarse, mostrar apertura o tener una actitud defensiva, investigar o mostrar precaución ante un posible peligro, perseverar con la esperanza de alcanzar el propósito o abandonar una actividad porque resulta inadecuada.
Para optar por una de las disyuntivas es necesario tener discernimiento, mismo que se adquiere con la experiencia y con la asimilación de la educación recibida. El proceso educativo logra que las facultades interiores de cada persona trabajen de manera armoniosa, y todas y cada una, produzcan sus efectos sin inhibir los de las demás. Esto sucede cuando en las pasiones se da el influjo de la inteligencia y de la voluntad.
En general, a la inteligencia le compete el juicio para regular la intensidad y la oportunidad de aplicar alguna o algunas pasiones, a la voluntad le toca llevar a cabo la propuesta de la inteligencia y sostener la actividad hasta lograr los resultados esperados, también, variar la intensidad del esfuerzo cuando las circunstancias exteriores ya no son las mismas.
Aunque todas las personas tenemos las mismas pasiones, en cada uno se manifiestan de manera peculiar y unas son mâs vigorosas que otras, esto muestra en parte, la singularidad de cada uno, de manera que se nos puede identificar por el modo de reaccionar, por eso de alguien podemos decir que es festivo y otro puede ser emprendedor e incluso agresivo ante los obstáculos, y alguno puede ser emprendedor pero con astucia para actuar hasta que desaparezca el obstáculo.
La función de la ira consiste en proporcionar la energía interior para defenderse. La buena aplicación de la ira se da cuando aparece algún inconveniente para la salud física o espiritual personal o grupal, entonces es necesaria la respuesta protectora, lo contrario supondría una dejación del deber de conservar la integridad.
Generalmente las pasiones actúan con independencia, esto es peligroso pues siempre hace falta un análisis de la situación y una regulación del modo de reaccionar, precisamente para eso están la inteligencia y la voluntad. Esta armonía en la participación de todas las facultades se logra con la educación que lleva a ponderar y a actuar con equilibrio. Pero, se trata de una educación no solamente teórica –de consejo-, sino de aplicación –vivencia personal- que forja paulatinamente el carácter.
Sin embargo, como las pasiones son el primer recurso para responder, no siempre dejan actuar a la inteligencia y a la voluntad, por eso, aunque una persona haya alcanzado un cierto nivel de madurez y de armonía entre sus facultad para conducirse de modo adecuado, hay veces, que el estímulo es tan fuerte o tan sorpresivo que la reacción es meramente pasional. Esto sucede cuando una persona es agredida por alguien débil y se le golpea de tal modo que se producen heridas de gravedad. Si la persona hubiera podido reflexionar su defensa hubiera sido exclusivamente para anular las intenciones del agresor sin ocasionarle tanto daño.
Desde luego, el ejercicio de la ira siempre se nota porque la manifestación es violenta. El reto consiste precisamente en la aplicación justificada de la violencia, es decir: proporcional a la agresión, indispensable para defender lo propio –sea la vida o las posesiones-, eficaz para alcanzar lo deseado.
Manifestaciones de la ira en la vida cotidiana
En el desarrollo de toda persona, lo primero que surge es el modo de comportarse totalmente espontáneo. Los niños tienden a retraerse frene a los extraños como un modo de protección, poco a poco van distinguiendo a los miembros de la familia de los extraños, y mâs adelante, al ingresar al colegio, aprenden a distinguir a otras personas que les ayudan, son buenas y ya no les tienen miedo.
La ira acompaña siempre a nuestras respuestas en circunstancias desconocidas o sorpresivas, aunque no siempre se identifican como tales, es el caso de un gesto de desagrado, o la resistencia a estar cerca de alguien. Siempre se identifican con la ira cuando se sube el tono de la voz, cuando aparecen movimientos bruscos, y sobre todo, cuando la persona agrede físicamente a otra.
La ira, como todas las pasiones, es una actividad primitiva, pero, se puede decir que ésta es más primitiva. Lo primitivo se entiende en una doble acepción: como primera respuesta y como reacción poco cultivada. La ira es primera respuesta debido al instinto de conservación de la persona y se defiende; la ira es reacción poco cultivada porque se trata de una respuesta que ocasiona daños más o menos graves pues va desde una enmascarada actitud antisocial hasta una notable lesión.
Las causas de las acciones airadas pueden ser justas o injustas. Evidentemente, las justas deben estar dosificadas, solamente mostrarlas cuando defendemos nuestros derechos. En estos casos es muy recomendable cuidar las maneras de modo que se impidan rupturas, la meta es lograr la rectificación del injusto agresor y que adopte otros modos de proceder.
Las actitudes de ira injustificadas pueden tener motivaciones internas y externas. Las internas provienen de variadas causas como: la impotencia para resolver los problemas, el enojo desfasado y cultivado, interpretación negativa de los acontecimientos, acumulación de eventos negativos. Las externas responden a presiones del ambiente: información prejuiciosa, presión para actuar de una determinada manera, provocación.
La impotencia para resolver los problemas es la forma más común. En este caso, la persona se encuentra sin recursos y su única salida es agredir a quien actuó o incluso a quienes no tienen nada que ver con el asunto. En estos casos se da un auténtico desahogo fuera de lugar y pueden cometerse graves injusticias. Quienes actúan así carecen de información, tienen baja capacidad intelectual o son desconfiados y no admiten las evidencias.
El enojo desfasado y cultivado generalmente proviene de personas proclives al mal genio, que no saben controlarse y se escudan en el hecho de que así son. Tienden a darle vueltas a los asuntos, de modo circular y, entonces, solamente refuerzan su actitud pero no buscan ni dan soluciones.
La interpretación negativa es fruto de personas negativas, desconfiadas, que descalifican a los demás. Sus respuestas son ofensivas, hirientes y solamente logran que los demás les teman y huyan.
Cuando una persona, por distintas circunstancias pasa por una racha de excesivos problemas difíciles de resolver, tiende a ver todos los sucesos bajo esa óptica, y entonces se encuentra con pocas posibilidades para sacar adelante incluso asuntos sin importancia. En este caso es muy urgente tomar distancia, descansar y luego afrontar.
Ante las presiones del ambiente es necesario tener fortaleza para estudiar los asuntos sin precipitación y tomar decisiones adecuadas aunque no respondan a las demandas de los demás. En estos casos es importante dar una información contundente y veraz.
Cuando la información proviene de otras personas es prudente conocer quién informa y descubrir si hay apasionamiento o está involucrado en el asunto y, por eso, puede haber deformado la interpretación de los datos.
También puede suceder que quienes deben resolver un problema se excluyen y lo asignan a quien no le corresponde, este desfase ya acarrea cierta inconformidad que se agrava con el desajuste de la falta de experiencia o de datos insuficientes.
Todas estas circunstancias tienden a darse con más frecuencia en los entornos cercanos como son la familia o el lugar del trabajo. Entonces, desgraciadamente, se maltrata a quienes tienen más derecho tienen a ser mejor tratados. Y, en esas personas queridas provocamos respuestas agresivas, con lo cual los resultados son mucho muy dolorosos.
Aprender la lección
Prestar atención para fomentar la actividad intelectual y volitiva siempre que aparezcan reacciones de ira, esto hará posible actuar con consciencia y poder dar explicación de los resultados.
No exponerme a sufrir el dominio de la ira cuando conozco que hay ciertos sucesos que me inclinan a reaccionar inapropiadamente.
Reconocer los momentos en que me he dejado llevar por esta pasión, rectificar aceptando los efectos negativos desencadenados y pedir perdón a quienes haya maltratado.
Ejercitarme en los actos de dominio sobre mis respuestas primitivas, esto conviene hacerlo en cuestiones de poca monta para adquirir el hábito de la mansedumbre y la paciencia.
Aprender del buen ejemplo de personas que han obtenido logros en este aspecto. Para ello, observar a personas ejemplares, y también preguntarles cómo han alcanzado tal dominio.
Cuando prevea una situación escabrosa que no puedo evitar, acompañarme de alguien especialmente paciente y advertirle que espero su ayuda si hace falta refrenar mis impulsos.
No desear ni ambicionar lugares, posesiones o trabajos que no me corresponden, para los que no tengo habilidades y, que de obtenerlos, como me falta capacidad, no los desempeñaré bien y pueden provocar en mí respuestas de enfado.
No sorprenderme si después de muchos logros vuelve a surgir una reacción incontrolada, entonces tener la disposición de recomenzar el proceso para recuperar los logros obtenidos sin dar pie al desaliento.
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