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"Líneas y Entre Líneas"...

... los invita a disfrutar , con otra mirada y con sus opiniones personales, de los encuentros y desencuentros en los distintos roles que hoy nos tocan vivir en la sociedad.

En este espacio, "La Educación" será el centro en torno al cual giren los distintos temas. A veces delirantes, otras veces reales, mutando de una expresión dura a una actitud tierna.

Así serán las interesantes propuestas y sugerencias hacia un mismo objetivo : "Convivir en Sociedad"


martes, 12 de noviembre de 2013

Cuento para niños: "Humildad, divino tesoro..."

  
Tener humildad ayuda a que la convivencia resulte más llevadera. Gracias a ella podemos reconocer errores y así llegar más lejos en la vida. El escritor Fernando de Vedia habla de este valor en el cuento para niños que escribió especialmente para la revista Nueva.
 
 
    EL LEÓN AGRANDADO
 
En el canasto de los peluches de Joaquín, el oso y el hipopótamo hablaban entre ellos en voz muy baja.
–Lo veo raro al león –decía el oso.
–¿Por qué lo decís?
–Antes charlaba y jugaba con nosotros, pero desde hace un tiempo no nos lleva el apunte.
–¿Te parece? –preguntó el hipopótamo.
–Hacé la prueba: andá y saludarlo...

El hipopótamo así lo hizo; se abrió camino entre el mono, la cebra, el gato y la rana buscando al león. Al rato regresó:
–No lo encuentro por ningún lado –susurró con preocupación.
–Y no lo vas a encontrar, porque no vive más en el canasto con nosotros. Se mudó al castillo -explicó el oso.
–¡Quééé...!
–Mirá ­–y el oso le señaló para afuera.

El hipopótamo no podía creer lo que veía: en la puerta del castillo de plástico que le habían traído los Reyes a Joaquín la última vez, estaba el león sentado en una reposera, tomando un jugo de naranja. Al descubrir que el hipopótamo lo espiaba, se subió a un auto rojo de la colección de Speed Wheels y comenzó a dar vueltas por el cuarto.
–¿Qué hace? –preguntó el hipopótamo.
–¿No lo ves? Desde que se convirtió en el peluche preferido de Joaquín, está re-agrandado –dijo el oso, enojado.
–¿Preferido?
–Claro. Joaquín juega con él más que con ninguno de nosotros; y además, a la hora de irse a dormir lo elige siempre.
–No lo puedo creer –dijo el hipopótamo–. Pero si nos conocemos desde que éramos un pedazo de tela en la fábrica de peluches.
–¿No me creés? Mirá esto –dijo el oso–, y le gritó: –¡León, llevame a dar una vuelta!

Pero el león, sonriente, hizo como que no lo escuchaba y siguió manejando alrededor del canasto para que todos lo vieran. El hipopótamo se quedó mudo.
–Además –continuó contándole el oso–, ya se ocupó de hacer correr el rumor de que la semana que viene se va de viaje a la playa.
–¿A la playa?
–Sí. Parece que Joaquín se lo lleva con él de vacaciones.
–Pero –dijo el hipopótamo–, León siempre ha sido nuestro amigo. ¿Cómo nos va a ignorar así?
–Se ve que ya no le importa nuestra amistad –dijo el oso–. Ahora se lo pasa todo el día charlando con las Muñecas Fashion del otro canasto. Se cree un rey en serio. Por suerte nosotros somos amigos de verdad; yo jamás te haría algo así, Hipo.
–Dame un abrazo de oso.

Pasaron varias semanas muy tristes, hasta que una tarde el hipopótamo vino con la novedad:
–El león no anda nada bien –le dijo al oso.
–¿Por qué lo decís?
–Miralo.

En efecto, el león estaba flaco y sucio como nunca antes. Seguía sentado en la reposera frente al castillo, pero se lo notaba débil y decaído.
–¿Qué le pasa? –preguntó el oso.
–Parece que Joaquín, de tanto jugar con él, no sólo lo ensució bastante sino que además lo descosió en un costado y León empezó a perder relleno –explicó el hipopótamo.
–¡Tengo que ayudarlo!
-dijo el oso.

Esperó a que Joaquín se fuera al colegio y luego salió en dirección al castillo. Una vez ahí, subió al León a babucha y lo llevó de vuelta al canasto.
Entre todos los peluches lo ayudaron a recuperarse: cada uno le dio un poco de su relleno, le dejaban el mejor lugar para dormir, lo trataban con mucho cariño. Un mes después había vuelto a ser el de siempre.
–No tengo palabras para agradecerles lo que hicieron por mí, muchachos –les dijo un día el león a sus compañeros, con lágrimas en los ojos–. Me comporté como un tonto y les pido disculpas; jamás me volverá a suceder.
–Está bien –respondió el hipopótamo–, pero al que más tenés que agradecerle es al oso. Si no fuera por él, vos no estarías acá.
–Es cierto. ¿Donde está, que le quiero dar un abrazo?
En ese momento, se escuchó el rugir de un motor que hizo que todos miraran para afuera. Ahí estaba el oso, manejando el auto rojo de Speed Wheels a toda velocidad; a su lado iba una de las Muñecas Fashion del canasto de enfrente. Se dirigían al castillo.
–¿Qué hace? –preguntó el hipopótamo, asombrado.
–Es el nuevo peluche preferido de Joaquín –respondió la rana.

¿Qué es la humildad?

Hay muchos personajes célebres que han definido este valor. Por ejemplo, el Premio Nobel de Literatura Rabindranath Tagore dijo: “Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande”. Y la reina de las novelas policiales, Agatha Christie, comentó que cuando no hay humildad, las personas se degradan. Ernest Hemingway, quien escribió el El viejo y el mar, aseguró que el secreto de la sabiduría, el poder y el conocimiento es la humildad. Y San Agustín, en uno de sus famosos pasajes expresó: “Si quieres ser grande, comienza por ser pequeño; si quieres construir un edificio que llegue hasta el cielo, piensa primero en poner el fundamento de la humildad”. En estos días, el Dalai Lama dijo ante una gran audiencia: “Si asumimos una actitud de humildad, crecerán nuestras cualidades”.

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