Peronismo
El Justicialismo o Peronismo es un movimiento de masas argentino creado alrededor de la figura de Juan Domingo Perón que desde mediados de la década de 1940 es importante en el país. En su forma partidaria, se organizó como Partido Peronista, y posteriormente, Partido Justicialista.
El programa del GOU (Grupo de Oficiales Unidos), se convirtió finalmente en el programa de la revolución del 43. En realidad, el GOU se formalizó operativamente después de la revolución de junio, como una especie de prolongación del Ministerio de Guerra del que Perón era secretario. Allí era donde se imprimían las circulares del GOU con los mimeógrafos oficiales. El general Edelmiro J. Farrell, ministro de Guerra, y su esposa Beatriz Verdún convocaban a los jefes y oficiales para que se encontraran con el mismo Perón.
El coronel Perón le pidió a su amigo el Presidente que lo autorizara a despedirse públicamente usando la red de radiodifusión para transmitir su discurso dado en un acto improvisado ante la Secretaría de Trabajo, en el cual, lejos de despedirse, instó a los trabajadores -"a defender las conquistas sociales otorgadas" (que venían siendo puestas en entredicho por la oposición, incluso la Corte Suprema de Justicia se negó a tomar juramento a los jueces de los recién creados Tribunales del Trabajo, alegando que no tenían acuerdo del Senado) y anunció otras nuevas, como el salario mínimo, vital y básico, pero haciendo notar que dichas medidas no se encontraban firmes aún. El sector de las fuerzas armadas que se oponía a Perón tomó la maniobra como un desafío, y obligó a Farrell para que dispusiera su arresto, que se hizo efectivo primero en la isla Martín García y luego en el Hospital Militar. El 17 de octubre, sin embargo, una gran manifestación de trabajadores impulsada por algunos dirigentes gremiales, entre los que se encontraba Cipriano Reyes, dio un vuelco a la situación: el presidente Farrell liberó a Perón y designó un nuevo gabinete con figuras que respondían a éste.
La Unión Democrática era impulsada por la Unión Cívica Radical e integrada por los partidos Socialista, Demócrata Progresista, el Partido Comunista y los conservadores de la Provincia de Buenos Aires. En estas elecciones los Estados Unidos, que sospechaban en Perón características del fascismo, asumieron una participación directa y activa, a través de su embajador Spruille Braden. Este hecho provocó que el peronismo hiciera su campaña basándose en la autodeterminación argentina frente a la prepotencia imperialista de EEUU y le permitió acuñar un eslogan que se reveló decisivo: "Braden o Perón". Triunfó Perón, con el 55% de los votos.
La disolución forzosa impuesta al Laborismo traerá como consecuencia diversos enfrentamientos políticos, como los protagonizados por Luis Gay (titular del P.Laborista), candidato a senador propuesto por el laborismo, quien será reemplazado por el marino Alberto Teisaire; el coronel Domingo Mercante, (impulsado como candidato a Gobernador de la provincia de Buenos Aires por los laboristas) resultó electo, pero al fin de su mandato entrará en conflicto con Perón, será expulsado del partido y sometido a juicio penal por corrupción (denunciado por el mayor Carlos Aloé, su sucesor). También Cipriano Reyes sufrirá un atentado mientras ejercía su función de diputado no-alineado con el oficialismo, y luego será encarcelado en 1948 (en objetado y acelerado Proceso), acusado de planear un atentado contra Eva Duarte de Perón.
El Congreso removió mediante juicio político a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, a excepción del Dr. Tomás Casares, alegando que la Corte había convalidado los golpes militares de 1930 y de 1943. En 1949 se convocaron elecciones para una convención constituyente que dictó una nueva Constitución acorde con los principios del peronismo. En la reforma no se incluyó en forma expresa el Derecho de huelga, explicando algunos convencionales peronistas que era innecesario en un país con justicia social.
El gobierno peronista fue duro con la oposición política y sindical, algunos de cuyos dirigentes fueron arrestados, como fue el caso de Ricardo Balbín -después de privarle de los fueros parlamentarios- o Alfredo Palacios. También hubo hechos de torturas a opositores como los casos del estudiante Ernesto Mario Bravo y el médico Juan Ingalinella, que murió por los tormentos. Entre los responsables, estuvieron los hermanos Cardozo, al frente de la "División Especial" de la Policía Federal, quienes tras el Golpe del 55' recibieron asilo del dictador paraguayo Alfredo Stroessner en su embajada en Buenos Aires.
En sentido contrario, algunos dirigentes de partidos políticos opositores estuvieron involucrados en acciones terroristas y conspiraron con los militares para organizar varios golpes de estado.
Durante las décadas posteriores, los antiperonistas acusaron reiteradamente al gobierno peronista de discriminación político partidaria, sobre todo en el ámbito educativo, mientras que los peronistas realizaron la misma acusación por parte de los gobiernos antiperonistas. Diversos historiadores [¿quién?] afirmaron que en las universidades nacionales se despidió a profesores disidentes, y que se impedía ejercer a docentes si no estaban afiliados al partido peronista, mientras que los peronistas señalaron que durante los gobiernos no peronistas se cesanteó a los profesores que simpatizaban con el peronismo y se censuraban sus enseñanzas y libros.
En el plano internacional, se continuó con la política de acercamiento con Estados Unidos, se ratificó el Acta de Chapultepec y se suscribió el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (T.I.A.R.)
Conforme las nuevas leyes electorales aprobadas por el Poder Legislativo, resultaban prohibidas las alianzas o coaliciones, y se determinaba que los partidos que no se presentaren serían disueltos.
Para la elección de diputados se había establecido el sistema uninominal, ganaba el candidato que obtenía más votos en su circunscripción. En la Capital Federal, el único distrito donde el gobierno temía perder[2] diseñó las circunscripciones quitando circuitos electorales de las secciones más peronistas para agregarlos a aquellas donde las pasadas elecciones habían mostrado inclinación por la oposición.,[2] como resultado fueron electos sólo 5 diputados radicales contra 23 oficialistas, pese a contar el oficialismo con un 10% más de votos.
La oposición no tuvo acceso a las radios, que sí utilizaba el oficialismo. El día antes de los comicios se levantó el estado de guerra interno que regía desde meses antes.[2] Perón, habilitado por la reforma constitucional de 1949, se presentó acompañado nuevamente por Hortensio Quijano y ganó las elecciones.
Durante su segundo mandato, Perón debió corregir fuertemente el rumbo económico desplegado por Miguel Miranda, con la colaboración de un equipo encabezado por Ramón Cereijo y Alfredo Gómez Morales, quiénes impulsaron políticas en beneficio del campo, como por ejemplo, la mejora en los créditos al agro desde la Banca oficial.
Las grandes huelgas (bancarios, ferroviarios) que habían causado preocupación en el movimiento político-sindical peronista, fueron enfrentadas con dureza. Con amenazas como la pérdida de la personería gremial, la militarización, o la cárcel para los activistas.
Se impulsó a la CGU (Confederación General Universitaria) como representante de los estudiantes en oposición a la mayoritaria FUA (Federación Universitaria Argentina), conducida en ese entonces por el Partido Comunista y el gobierno creó la Unión de Estudiantes Secundarios (UES).
La bonanza económica de la Argentina continuaba, impulsada por el creciente mercado que se había formado por la baja de las importaciones provenientes de los países en guerra. Esto permitió al gobierno aplicar una vasta política de bienestar que incluía la efectivización de nuevos derechos sociales, como períodos de vacaciones y descanso, planes de vivienda, inversiones en salud y educación, etcétera. Estas conquistas sociales fueron ampliamente capitalizadas por las figuras de Perón y su esposa, Eva Perón, que manejaba una fundación de asistencia social financiada principalmente con fondos estatales y algunos aportes empresarios. Las nacionalizaciones y estatizaciones de los servicios públicos, como los ferrocarriles británicos, fueron proclamados como conquistas de soberanía e independencia económica.
No obstante, el contexto mundial pronto dejó de ser favorable ya que los Estados Unidos mediante el Plan Marshall, comenzó a ubicar sus excedentes agrícolas en Europa limitando el acceso al mercado de los alimentos argentinos.
A partir de 1950, la situación económica comienza a empeorar y un nuevo ministro de Asuntos Económicos, Alfredo Gómez Morales, aplicó medidas de corte ortodoxo, como el ajuste del gasto público; Perón, que había declarado una vez que "se cortaría las manos" antes que endeudar a la Nación comprometiendo su independencia económica, contrajo finalmente un préstamo con el Banco de Exportaciones e Importaciones de Estados Unidos (Eximbank) y firmó contratos de explotación petrolífera con compañías extranjeras.
No obstante a lo acontecido, el gobierno tenía la esperanza de que el desarrollo de la industria sacara al país de la situación en la cual se encontraba. Pero para ello, era necesario el uso de combustibles, acero, maquinarias y demás repuestos que el país, en ese momento, carecía. Por ende, tuvo que acudir a la cruel decisión de importarlos. Por este motivo, el desarrollo industrial no resultó fácil, y desencadenó las peores consecuencias: inflación y desocupación.
Para salir de la situación, en 1952, el gobierno decidió llevar a cabo un segundo plan Quinquenal, el cual tuvo vigencia entre 1953 y 1957. Este, planteaba básicamente como objetivo fundamental, asegurar el desarrollo de la economía social por medio de actividades que ayuden a gestar la independencia económica del país. Con este fin, el Estado se reservaba el manejo del comercio exterior, guiado por el propósito de defender la producción Nacional y obtener términos de intercambios justos y equitativos. Su empresa estaba también orientada a la consolidación y diversificación de los mercados de importación y exportación, en los cuales, obviamente, se veía involucrado el país.
Además se hicieron algunos ajustes, que consistieron en: restringir el consumo interno, por lo cual fueron eliminados subsidios a diversos bienes de uso popular; se estableció una veda parcial al consumo de carne; y se levantó el congelamiento de los alquileres. Por otra parte se proclamó “la vuelta al campo”, donde el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) invirtió su mecanismo y emprendió la tarea de estimular a los productores rurales con precios retributivos.
Según Luis Alberto Romero, “Esta política [...] apuntaba a aumentar la disponibilidad de divisas para seguir impulsando el desarrollo del sector industrial.” Sin embargo, algunas ramas del ámbito industrial (metalúrgicas, petroquímicas, entre otras) continuaban estancadas. Debido a la maquinaria obsoleta, el deterioro de los servicios, donde se destacaban la escasa electricidad y los deficientes transportes, sobre todo ferroviarios, los cuales no fueron renovados por el Estado.
Para desarrollar el sector industrial y salir de la crisis (la cual había generado disconformidad en los sindicatos y en el Ejército) se limitó el crédito industrial y el uso de las divisas, y se dio prioridad a las empresas grandes, sobre todo, a las industrias de bienes de capital. Uno de estos casos, fue la reactivación de la empresa siderúrgica SOMISA. Otra medida consistió en el congelamiento por dos años de los contratos colectivos de trabajo. Otro ‘gesto’ importante del Estado fue que, en 1955, incentivó que empresarios y sindicalistas se juntaran para discutir sobre temas inherentes a las relaciones laborales. También, el gobierno, se enfocó en atraer capitales extranjeros. Un proyecto de gran importancia fue el petrolero. Argentina realizó un acuerdo con una filial de la Standard Oil de California, que consistía en la explotación de 40.000 (cuarenta mil) hectáreas en la provincia de Santa Cruz, pero no fue aprobado en el Congreso por oposición de diputados radicales y la renuencia de los propios legisladores peronistas.[3]
Todas estas medidas generaron la reducción de la inflación, y el re-equilibrio de la balanza de pagos. Pese a eso, no se obtuvieron cambios significativos en lo que respecta al agro y a la industria.
Este hecho tensó aún más la furia de los peronistas. Esa noche, varias iglesias fueron incendiadas en Buenos Aires por grupos organizados de personas. También hubo hechos similares en algunas ciudades del interior de Argentina. La policía, las fuerzas militares y los bomberos se abstuvieron totalmente de intervenir, limitándose estos últimos a comenzar a actuar contra el fuego una vez terminada la agresión. Algunos de los templos databan de la época colonial por lo que ciertos daños fueron irreparables. En un discurso pronunciado al día siguiente el presidente Perón atribuyó los hechos a los comunistas.
Perón hizo algunas concesiones entonces: defenestró a varios ministros para aplacar a la oposición pero a fines de agosto de 1955 dio por terminada la tregua y pronunció su conocido discurso afirmando que por cada peronista que cayera, caerían 5 opositores. Las conspiraciones cívico-militares que estaban en marcha no se detuvieron sino que apuraron su marcha.
En verdad, la crisis económica había precipitado también la puja distributiva: el sector más rico y propietario, del campo o la industria, no estaba dispuesto a tolerar una distribución del ingreso semejante: el 50 por ciento del PBI pasaba a los trabajadores.[cita requerida]
El 7 de septiembre la CGT propuso al gobierno la formación de milicias populares y al día siguiente el ministro Lucero rechazó la oferta, pero la difusión del hecho aceleró los preparativos de los conspiradores.[4]
El 16 de septiembre estalló un levantamiento en Córdoba encabezado por el general Eduardo Lonardi y secundado por el general Pedro Eugenio Aramburu. La mayor parte de las tropas leales a Perón no quisieron luchar. La Marina, liderada por el almirante Isaac Rojas, encabezó el golpe contra Perón: sus naves bloquearon Buenos Aires y su estado mayor amenazó con volar los depósitos de combustible de La Plata y Dock Sud.
El Ministro de Guerra, General Lucero, pidió parlamentar y leyó una carta en la que Perón solicitaba la negociación de un acuerdo. La carta no hablaba de renuncia, sí de renunciamiento, pero la Junta de Generales Superiores del Ejército decidió considerarla como una renuncia y negociar con los golpistas. Sobre la actitud de los gremios escribiría Perón años después: "también me desilusionaron los gremios. La huelga general estaba preparada y no salieron...Trataron de arreglarse con los que venían".[5] El 20 de septiembre Perón se refugió en la embajada del Paraguay y en la Cañonera que lo llevó a Asunción y a lo que sería el comienzo de su largo exilio de casi 17 años.[6]
La interpretación de la realidad no podía entonces quedar en manos de una estructura colegiada, que obligatoriamente hubiera generado conflictos y disidencias internas y externas reduciendo a mediano plazo el caudal de poder del Movimiento. Perón concentra sobre sí esa tarea con exclusividad, generando un Consejo Superior del cual era, en la práctica, el único integrante con voz y voto. Asimismo, si entre el Consejo Superior y las bases del Movimiento existieran intermediarios, la doctrina sería mediatizada por ellos y adecuada a sus intereses sectoriales, lo que terminaría encorsetando al propio Perón.
Se adopta entonces el modelo de comunicación directa entre el líder y las masas: un movimiento absolutamente horizontal, con un único emergente. Para confirmar este análisis, surge claramente el ejemplo de Evita, que en poco tiempo comienza a cumplir ese rol de intermediaria entre el conductor y el pueblo. El discurso y el accionar de Evita mediatizan la doctrina hasta tal punto que el movimiento se sectoriza rápidamente. Comienza a generarse la división de intereses que Perón procuraba evitar. La absoluta inclinación de Evita hacia “los grasitas”, “los descamisados”, genera resquemores, miedo e indignación entre los militares, la iglesia y la clase media, que inicialmente aceptaban a Perón, en tanto su proyecto fuera difusamente humanitario y “justicialista”.
Se crea así un Comando Táctico, que conduce la política en el territorio, y que es encabezado por un “Delegado Personal” de Perón. (El primero de ellos fue John William Cooke, nombrado por Perón desde Caracas el 2 de noviembre de 1956). La mediatización de la doctrina es inevitable y el movimiento se sectoriza: Combativos, Dialoguistas, Participacionistas, todos “interpretan” a Perón. Si “la organización vence al tiempo”, esta modificación debiera haber cambiado sustancialmente la realidad horizontal del movimiento. Pero ocurre que todos los “intermediarios” carecen, desde el punto de vista del pueblo, de poder personal. Su poder es ejercido por “delegación”, y es otorgado o retirado de acuerdo al parecer exclusivo del “Comando Superior”. Y cuando existe un conato de oposición, se produce la intervención sumaria (Vandor-Isabel/1965).
Es así que el Movimiento Peronista llega a 1973 sin estructura organizativa global. Existen, si, sectores internos que luchan por el poder delegado suponiendo que “su” interpretación de las intenciones del conductor es la correcta. Desde luego, esto no es posible. Perón no era “interpretable” y su muerte en 1974 deja al movimiento peronista sin estructuras, sin proyecto de poder y en manos de un partido político manejado por esos sectores de “clase media” cuyo único objetivo es mantener sus privilegios personales. El resultado es que el Movimiento se fractura en la práctica, convirtiéndose en un agrupamiento de sectores que, con diferentes concepciones estratégicas de país, comparten una identificación política táctica: el Partido Justicialista. Mantener viva esta identificación fue un objetivo central para el conjunto del justicialismo (no del peronismo), ya que al haberse perdido el objetivo común de poder del Movimiento Peronista, lo único que resta es el proyecto partidario de alcanzar y/o mantener el gobierno.
La clase media partidaria se lanza entonces a la lucha interna para reducir el poder de los “movimientistas” civilizando al partido, haciéndolo “aceptable” para el establishment. Con la derrota electoral de 1983 (Luder/Bittel son los candidatos justicialistas, contra la fórmula de la Unión Cívica Radical Alfonsín/Martínez, que gana), termina de quebrarse el movimiento. El partido, desde la “Renovación” (1985 - Carlos Menem, Antonio Cafiero, Carlos Grosso, entre otros, desplazan a la conducción partidaria ente la que se cuenta Herminio Iglesias), asume definitivamente el control político (y la ideología neo desarrollista liberal) y esta situación desemboca en 1989 con el triunfo de Carlos Menem como emergente de una situación interna en la que las declamaciones supuestamente justicialistas han reemplazado al peronismo revolucionario de los orígenes y de la Resistencia (1955-1972).
Debe reiterarse que los intentos del propio Perón por dar un marco ideológico a su movimiento fueron deliberadamente ambiguos, aunque siempre haciendo referencia a temas nacionalistas y de Justicia Social. Véanse al respecto las Veinte Verdades Peronistas propuestas por Perón el 17 de octubre de 1950 como el eje sobre el que debería centrarse la doctrina peronista.
Hizo siempre profesión de fe latinoamericanista («El año 2000 nos encontrará unidos o dominados»), de lo que es ejemplo su impulso al ABC, y cultivó buenas relaciones con todos los presidentes de la región:
Los gobiernos constitucionales de Carlos Ibáñez del Campo en Chile, Eurico Gaspar Dutra en Brasil, Enrique Hertzog de Bolivia,[8] y los gobiernos dictatoriales de Alfredo Stroessner en Paraguay y Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, quienes le darían asilo luego del golpe de estado de 1955, y Manuel A Odria en Perú y los también dictatoriales de Anastasio Somoza García de Nicaragua y, más adelante, con el de Augusto Pinochet de Chile. En 1954 devolvió al Paraguay los trofeos de guerra de la Guerra de la Triple Alianza: banderas, armas y otras reliquias.[8]
En 1947 en Guatemala, cuando el gobierno de Juan José Arévalo sancionó el Código del Trabajo, las compañías navieras norteamericanas comunicaron que dejarían de prestar servicios en los puertos del país. Esto equivalía prácticamente a un bloqueo, ya que el país no contaba con flota mercante propia. Entonces Arévalo acudió a Perón a través de una misión secreta. En el acto el líder justicialista ordenó al director de la Flota Mercante de Argentina que a partir de ese momento todos los barcos de bandera nacional hicieran escala en Guatemala. Al mismo tiempo, secretamente, los barcos mercantes argentinos llevaron a Guatemala armas para defender la revolución popular guatemalteca.[8]
Seis años después, en la Décima Conferencia Interamericana de 1954, en momentos en que los norteamericanos presionaban para aprobar un proyecto de declaración mediante el cual legitimar su intervención en Guatemala, los representantes argentinos adoptaron una actitud premeditadamente ambigua, junto con México se abstuvieron al votarse un voto de condena al régimen de Arbenz.[9] Ya en la Novena Conferencia Interamericana, de 1948, los representantes argentinos y guatemaltecos habían sostenido una posición conjunta, condenando el colonialismo estadounidense en Puerto Rico, y logrando aprobar la Resolución XXXIII, por la que se propiciaban "métodos pacíficos para abolición del coloniaje".[8]
Otros dirigentes que adhirieron al neoperonismo fueron Augusto Vandor, Rodolfo Tecera del Franco, Atilio García Mellid, Raúl Matera, etc.
Un caso especial de neoperonismo fue el Movimiento Popular Neuquino fundado por Felipe Sapag, con cierto apoyo del propio Perón.
El peronismo oficial agrupa a los sectores que se mantienen dentro del Partido Justicialista, en tanto que el peronismo disidente agrupa a las corrientes que, por discrepar con la conducción del Partido Justicialista, se organizaron por fuera del mismo.
En 2002/2003 el peronismo oficial se organizó a partir del liderazgo de Eduardo Duhalde (duhaldismo) y Néstor Kirchner (kirchnerismo). El peronismo disidente, por su parte, se expresó en dos grandes tendencias encabezadas respectivamente por Carlos Menem (menemismo) y los hermanos Adolfo y Alberto Rodríguez Saá (adolfismo).[13] Dentro del peronismo disidente también se ubicaron desde un primer momento otros dirigentes como Ramón Puerta y el dirigente sindical Luis Barrionuevo (ultramenemismo); éste último organizó en 2008 una central sindical independiente, la CGT Azul y Blanco, apoyada en su corriente. En 2003 también integraba el peronismo disidente dentro del menemismo, el empresario Francisco De Narváez, quien luego lideraría una importante corriente propia.
A partir de 2005, con la ruptura de la alianza entre las corrientes lideradas por Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde, la corriente liderada por este último también se separó del peronismo oficial, para constituirse en uno de los principales sectores del peronismo disidente. En 2009, De Narváez forjó una alianza con el Partido Propuesta Republicana (macrismo) que, con el nombre de Unión Pro, triunfó en las elecciones legislativas de medio término en la Ciudad Autónoma y la provincia de Buenos Aires, los dos principales distritos electorales del país.
Para el año 2009, el peronismo disidente se agrupaba en diversos sectores, entre los que puede mencionarse a los seguidores de Eduardo Duhalde, Francisco de Narváez, Carlos Menem, los hermanos Rodríguez Saá, y distintas corrientes del denominado Peronismo Revolucionario.
Etimología
La palabra "justicialismo" proviene de una de las tres grandes banderas de esta ideología, la justicia social, y fue sugerido por primera vez por el Dr. Eduardo Raúl Stafforini, especialista en derecho laboral y funcionario de la Secretaría de Trabajo y Previsión cuando Perón se desempeñaba como Secretario de Trabajo.Origen
La figura del entonces coronel Juan Domingo Perón ganó conocimiento público en el transcurso del golpe de estado del 4 de junio de 1943, que derrocó al gobierno de Ramón Castillo. El golpe estuvo encabezado por los generales Arturo Rawson y Pedro Pablo Ramírez, y apoyado entre otros por un grupo de jóvenes oficiales del Ejército Argentino nucleados en el Grupo de Oficiales Unidos (GOU), entre los cuales estaba Perón, que temían que se modificara la posición neutral que mantenía la Argentina respecto de la Segunda Guerra Mundial.El programa del GOU (Grupo de Oficiales Unidos), se convirtió finalmente en el programa de la revolución del 43. En realidad, el GOU se formalizó operativamente después de la revolución de junio, como una especie de prolongación del Ministerio de Guerra del que Perón era secretario. Allí era donde se imprimían las circulares del GOU con los mimeógrafos oficiales. El general Edelmiro J. Farrell, ministro de Guerra, y su esposa Beatriz Verdún convocaban a los jefes y oficiales para que se encontraran con el mismo Perón.
Situación económica y política del país
La estructura económica del país había cambiado profundamente durante la década del 30, debido a la gran depresión que provocó una reducción importante del comercio internacional. Esto afectó a la economía argentina, basada en la agroexportación, que hubo de reconvertir mediante el control del mercado de carnes y granos y una acelerada industrialización basada en la sustitución de importaciones de los productos manufacturados. Este proceso fue acompañado de un importante flujo migratorio interno desde las zonas rurales del interior hacia la periferia de las grandes ciudades (fundamentalmente Buenos Aires, Rosario y Córdoba). Estas nuevas masas populares, empleadas en las nuevas industrias y sin antecedentes de sindicalización, son las que constituirán la base del movimiento peronista.El 17 de octubre de 1945
El presidente Ramírez fue desplazado de su cargo por las fuerzas armadas y su lugar lo ocupó el general Farrell, si bien Perón se fue convirtiendo en "el hombre fuerte" del gobierno al ejercer simultáneamente los cargos de vicepresidente de la nación, secretario de Guerra y secretario de Trabajo y Previsión. Su accionar fue generando resistencias y, según varios autores (Hugo Gambini y Ernesto González), la designación a su pedido de Oscar Nicolini -un amigo de Eva Duarte-, al frente de la cartera de Correos y Telecomunicaciones desde la que se controlaba la radiodifusión del país, en lugar del coronel Imbert, fue la gota que colmó el vaso y determinó un sordo enfrentamiento con el jefe de la poderosa guarnición de Campo de Mayo, general Ávalos. La cuestión se decidió en una votación de los altos oficiales que perdió Perón, por lo cual el 8 de octubre de 1945 renunció a todos sus cargos.El coronel Perón le pidió a su amigo el Presidente que lo autorizara a despedirse públicamente usando la red de radiodifusión para transmitir su discurso dado en un acto improvisado ante la Secretaría de Trabajo, en el cual, lejos de despedirse, instó a los trabajadores -"a defender las conquistas sociales otorgadas" (que venían siendo puestas en entredicho por la oposición, incluso la Corte Suprema de Justicia se negó a tomar juramento a los jueces de los recién creados Tribunales del Trabajo, alegando que no tenían acuerdo del Senado) y anunció otras nuevas, como el salario mínimo, vital y básico, pero haciendo notar que dichas medidas no se encontraban firmes aún. El sector de las fuerzas armadas que se oponía a Perón tomó la maniobra como un desafío, y obligó a Farrell para que dispusiera su arresto, que se hizo efectivo primero en la isla Martín García y luego en el Hospital Militar. El 17 de octubre, sin embargo, una gran manifestación de trabajadores impulsada por algunos dirigentes gremiales, entre los que se encontraba Cipriano Reyes, dio un vuelco a la situación: el presidente Farrell liberó a Perón y designó un nuevo gabinete con figuras que respondían a éste.
Las primeras elecciones (24 de febrero de 1946)
Luego del 17 de octubre Perón comenzó su campaña electoral como candidato del Partido Laborista, llevando como vicepresidente a Hortensio Quijano, un radical de la disidente Junta Renovadora. Las elecciones polarizaron al país: por un lado el peronismo, sustentado por el gobierno militar, los sindicalistas de la CGT y grupos yrigoyenistas del radicalismo, U. C. R. Junta Renovadora, así como algunos políticos provenientes de FORJA, como Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz, del Partido Demócrata, como Héctor José Cámpora y del socialismo como Juan Atilio Bramuglia y, por el otro, la Unión Democrática cuya fórmula íntegramente radical de José P. Tamborini, para presidente y Enrique Mosca como vicepresidente, era apoyada por otros partidos y por la mayoría de los intelectuales. Su proclama general, leída durante el acto de cierre de campaña, expresaba como objetivo: "Cerraremos definitivamente el paso a las hordas que agravian la cultura convertidos en agentes de una dictadura imposible…"La Unión Democrática era impulsada por la Unión Cívica Radical e integrada por los partidos Socialista, Demócrata Progresista, el Partido Comunista y los conservadores de la Provincia de Buenos Aires. En estas elecciones los Estados Unidos, que sospechaban en Perón características del fascismo, asumieron una participación directa y activa, a través de su embajador Spruille Braden. Este hecho provocó que el peronismo hiciera su campaña basándose en la autodeterminación argentina frente a la prepotencia imperialista de EEUU y le permitió acuñar un eslogan que se reveló decisivo: "Braden o Perón". Triunfó Perón, con el 55% de los votos.
La primera presidencia de Perón
Tras asumir la presidencia, Perón comienza rápidamente a consolidar su poder. En lo interno, dispone la disolución de los Partidos que lo llevaron al Poder: el Partido Laborista, la U.C.R. "Junta Renovadora" y el Partido Independiente, y su integración en el nuevo Partido Peronista (llamado brevemente Partido Único de la Revolución), del que Perón es el primer afiliado (29 de enero de 1947). Dicho partido contará con tres ramas: la sindical (la CGT, única confederación sindical permitida), la política y, a partir de 1952 (al permitirse el voto a la mujer), la rama femenina. Mucho más tarde, en los '70 se considerará a la Juventud Peronista como cuarta rama del Movimiento.La disolución forzosa impuesta al Laborismo traerá como consecuencia diversos enfrentamientos políticos, como los protagonizados por Luis Gay (titular del P.Laborista), candidato a senador propuesto por el laborismo, quien será reemplazado por el marino Alberto Teisaire; el coronel Domingo Mercante, (impulsado como candidato a Gobernador de la provincia de Buenos Aires por los laboristas) resultó electo, pero al fin de su mandato entrará en conflicto con Perón, será expulsado del partido y sometido a juicio penal por corrupción (denunciado por el mayor Carlos Aloé, su sucesor). También Cipriano Reyes sufrirá un atentado mientras ejercía su función de diputado no-alineado con el oficialismo, y luego será encarcelado en 1948 (en objetado y acelerado Proceso), acusado de planear un atentado contra Eva Duarte de Perón.
El Congreso removió mediante juicio político a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, a excepción del Dr. Tomás Casares, alegando que la Corte había convalidado los golpes militares de 1930 y de 1943. En 1949 se convocaron elecciones para una convención constituyente que dictó una nueva Constitución acorde con los principios del peronismo. En la reforma no se incluyó en forma expresa el Derecho de huelga, explicando algunos convencionales peronistas que era innecesario en un país con justicia social.
El gobierno peronista fue duro con la oposición política y sindical, algunos de cuyos dirigentes fueron arrestados, como fue el caso de Ricardo Balbín -después de privarle de los fueros parlamentarios- o Alfredo Palacios. También hubo hechos de torturas a opositores como los casos del estudiante Ernesto Mario Bravo y el médico Juan Ingalinella, que murió por los tormentos. Entre los responsables, estuvieron los hermanos Cardozo, al frente de la "División Especial" de la Policía Federal, quienes tras el Golpe del 55' recibieron asilo del dictador paraguayo Alfredo Stroessner en su embajada en Buenos Aires.
En sentido contrario, algunos dirigentes de partidos políticos opositores estuvieron involucrados en acciones terroristas y conspiraron con los militares para organizar varios golpes de estado.
Durante las décadas posteriores, los antiperonistas acusaron reiteradamente al gobierno peronista de discriminación político partidaria, sobre todo en el ámbito educativo, mientras que los peronistas realizaron la misma acusación por parte de los gobiernos antiperonistas. Diversos historiadores [¿quién?] afirmaron que en las universidades nacionales se despidió a profesores disidentes, y que se impedía ejercer a docentes si no estaban afiliados al partido peronista, mientras que los peronistas señalaron que durante los gobiernos no peronistas se cesanteó a los profesores que simpatizaban con el peronismo y se censuraban sus enseñanzas y libros.
En el plano internacional, se continuó con la política de acercamiento con Estados Unidos, se ratificó el Acta de Chapultepec y se suscribió el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (T.I.A.R.)
La segunda presidencia de Perón
Para las elecciones de renovación de autoridades cuyo mandato vencía en 1952 el secretario de Asuntos Políticos, Román A. Subiza propuso hacer las elecciones con un año de antelación con el propósito de tomar desprevenida a la oposición, con sus fuerzas divididas sin formar uniones o coaliciones.[2] Perón aceptó la idea pero disminuyó la anticipación a siete meses convocándolas en el mes de julio para ser realizadas el 11 de noviembre de 1951. La Iglesia dio un documento el 31 de julio en el cual expresaba que ningún católico podía votar por un partido que auspiciara el laicismo escolar, lo cual excluía a la Unión Cívica Radical que se oponía a la enseñanza de religión en las escuelas públicas que había confirmado el peronismo.Conforme las nuevas leyes electorales aprobadas por el Poder Legislativo, resultaban prohibidas las alianzas o coaliciones, y se determinaba que los partidos que no se presentaren serían disueltos.
Para la elección de diputados se había establecido el sistema uninominal, ganaba el candidato que obtenía más votos en su circunscripción. En la Capital Federal, el único distrito donde el gobierno temía perder[2] diseñó las circunscripciones quitando circuitos electorales de las secciones más peronistas para agregarlos a aquellas donde las pasadas elecciones habían mostrado inclinación por la oposición.,[2] como resultado fueron electos sólo 5 diputados radicales contra 23 oficialistas, pese a contar el oficialismo con un 10% más de votos.
La oposición no tuvo acceso a las radios, que sí utilizaba el oficialismo. El día antes de los comicios se levantó el estado de guerra interno que regía desde meses antes.[2] Perón, habilitado por la reforma constitucional de 1949, se presentó acompañado nuevamente por Hortensio Quijano y ganó las elecciones.
Durante su segundo mandato, Perón debió corregir fuertemente el rumbo económico desplegado por Miguel Miranda, con la colaboración de un equipo encabezado por Ramón Cereijo y Alfredo Gómez Morales, quiénes impulsaron políticas en beneficio del campo, como por ejemplo, la mejora en los créditos al agro desde la Banca oficial.
Las grandes huelgas (bancarios, ferroviarios) que habían causado preocupación en el movimiento político-sindical peronista, fueron enfrentadas con dureza. Con amenazas como la pérdida de la personería gremial, la militarización, o la cárcel para los activistas.
Se impulsó a la CGU (Confederación General Universitaria) como representante de los estudiantes en oposición a la mayoritaria FUA (Federación Universitaria Argentina), conducida en ese entonces por el Partido Comunista y el gobierno creó la Unión de Estudiantes Secundarios (UES).
El “estado de bienestar” y la economía del primer peronismo
La llegada del peronismo al poder se produce en plena posguerra mundial, lo cual significaba la debilidad económica de una Europa en ruinas, y el liderazgo creciente de Estados Unidos en el Hemisferio Occidental. En este escenario, Argentina se encontraba por primera vez en su historia en la posición de acreedor de los países centrales, gracias a las exportaciones de carnes y granos a las potencias beligerantes. El principal deudor era el Reino Unido que ante la emergencia declaró su iliquidez, bloqueando la libre disponibilidad de esos montos. El gobierno peronista optó por utilizar parcialmente esos créditos para adquirir empresas de servicios públicos de capital británico, como fue el reconocido caso de los ferrocarriles que emisarios ingleses venían intentando vender desde 1938. En septiembre del 46', el gobierno peronista impulsó el tratado Miranda-Eady, que creaba la "Sociedad Mixta en FF.CC.", donde, amén de otros privilegios concedidos al capital británico, se le reconocía una abultada inversión de $2.000 millones, se le garantizaba una ganancia mínima del 4% anual ($80 millones), y la exención ilimitada de aranceles de importación. (dicho tratado cayó ante la presión del secretario del tesoro de EE.UU., el cual obligaba al Reino Unido a cancelar sus deudas al contado).La bonanza económica de la Argentina continuaba, impulsada por el creciente mercado que se había formado por la baja de las importaciones provenientes de los países en guerra. Esto permitió al gobierno aplicar una vasta política de bienestar que incluía la efectivización de nuevos derechos sociales, como períodos de vacaciones y descanso, planes de vivienda, inversiones en salud y educación, etcétera. Estas conquistas sociales fueron ampliamente capitalizadas por las figuras de Perón y su esposa, Eva Perón, que manejaba una fundación de asistencia social financiada principalmente con fondos estatales y algunos aportes empresarios. Las nacionalizaciones y estatizaciones de los servicios públicos, como los ferrocarriles británicos, fueron proclamados como conquistas de soberanía e independencia económica.
No obstante, el contexto mundial pronto dejó de ser favorable ya que los Estados Unidos mediante el Plan Marshall, comenzó a ubicar sus excedentes agrícolas en Europa limitando el acceso al mercado de los alimentos argentinos.
A partir de 1950, la situación económica comienza a empeorar y un nuevo ministro de Asuntos Económicos, Alfredo Gómez Morales, aplicó medidas de corte ortodoxo, como el ajuste del gasto público; Perón, que había declarado una vez que "se cortaría las manos" antes que endeudar a la Nación comprometiendo su independencia económica, contrajo finalmente un préstamo con el Banco de Exportaciones e Importaciones de Estados Unidos (Eximbank) y firmó contratos de explotación petrolífera con compañías extranjeras.
Situación política y económica durante la segunda presidencia de Perón
Durante la segunda Guerra Mundial, Argentina llenó sus arcas de dinero mediante la exportación de materias primas (cereales y carnes, principalmente) a los países beligerantes europeos (sobre todo a Gran Bretaña). Fue una época de gran prosperidad para el país. Sin embargo, dicha situación cambió, ya que Estados Unidos colocó sus excedentes agrícolas en Europa, lo cual generó que se limitaran las exportaciones de Argentina. Además, tras la segunda Guerra Mundial, en 1949, los mercados se retrajeron y esto trajo aparejado una gran reducción en las exportaciones argentinas (de productos primarios). Por otra parte, las reservas acumuladas se consumieron desmesuradamente, finalizando de este modo, con el período de gran prosperidad económica. La crisis tocaba la puerta del país.No obstante a lo acontecido, el gobierno tenía la esperanza de que el desarrollo de la industria sacara al país de la situación en la cual se encontraba. Pero para ello, era necesario el uso de combustibles, acero, maquinarias y demás repuestos que el país, en ese momento, carecía. Por ende, tuvo que acudir a la cruel decisión de importarlos. Por este motivo, el desarrollo industrial no resultó fácil, y desencadenó las peores consecuencias: inflación y desocupación.
Para salir de la situación, en 1952, el gobierno decidió llevar a cabo un segundo plan Quinquenal, el cual tuvo vigencia entre 1953 y 1957. Este, planteaba básicamente como objetivo fundamental, asegurar el desarrollo de la economía social por medio de actividades que ayuden a gestar la independencia económica del país. Con este fin, el Estado se reservaba el manejo del comercio exterior, guiado por el propósito de defender la producción Nacional y obtener términos de intercambios justos y equitativos. Su empresa estaba también orientada a la consolidación y diversificación de los mercados de importación y exportación, en los cuales, obviamente, se veía involucrado el país.
Además se hicieron algunos ajustes, que consistieron en: restringir el consumo interno, por lo cual fueron eliminados subsidios a diversos bienes de uso popular; se estableció una veda parcial al consumo de carne; y se levantó el congelamiento de los alquileres. Por otra parte se proclamó “la vuelta al campo”, donde el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) invirtió su mecanismo y emprendió la tarea de estimular a los productores rurales con precios retributivos.
Según Luis Alberto Romero, “Esta política [...] apuntaba a aumentar la disponibilidad de divisas para seguir impulsando el desarrollo del sector industrial.” Sin embargo, algunas ramas del ámbito industrial (metalúrgicas, petroquímicas, entre otras) continuaban estancadas. Debido a la maquinaria obsoleta, el deterioro de los servicios, donde se destacaban la escasa electricidad y los deficientes transportes, sobre todo ferroviarios, los cuales no fueron renovados por el Estado.
Para desarrollar el sector industrial y salir de la crisis (la cual había generado disconformidad en los sindicatos y en el Ejército) se limitó el crédito industrial y el uso de las divisas, y se dio prioridad a las empresas grandes, sobre todo, a las industrias de bienes de capital. Uno de estos casos, fue la reactivación de la empresa siderúrgica SOMISA. Otra medida consistió en el congelamiento por dos años de los contratos colectivos de trabajo. Otro ‘gesto’ importante del Estado fue que, en 1955, incentivó que empresarios y sindicalistas se juntaran para discutir sobre temas inherentes a las relaciones laborales. También, el gobierno, se enfocó en atraer capitales extranjeros. Un proyecto de gran importancia fue el petrolero. Argentina realizó un acuerdo con una filial de la Standard Oil de California, que consistía en la explotación de 40.000 (cuarenta mil) hectáreas en la provincia de Santa Cruz, pero no fue aprobado en el Congreso por oposición de diputados radicales y la renuencia de los propios legisladores peronistas.[3]
Todas estas medidas generaron la reducción de la inflación, y el re-equilibrio de la balanza de pagos. Pese a eso, no se obtuvieron cambios significativos en lo que respecta al agro y a la industria.
Bombardeo a Plaza de Mayo y quema de iglesias
El primer intento golpista ocurrió el 16 de junio de 1955. Con el supuesto objetivo de matar a Perón, aviones de la Marina y de la Fuerza Aérea, con escaso apoyo del Ejército, bombardearon la Plaza de Mayo. Fue una masacre de ciudadanos de a pie. Se estimó en unos mil muertos, aunque las cifras oficiales nunca se conocieron. Perón se había refugiado en el Ministerio de Guerra y los conspiradores finalmente se rindieron.Este hecho tensó aún más la furia de los peronistas. Esa noche, varias iglesias fueron incendiadas en Buenos Aires por grupos organizados de personas. También hubo hechos similares en algunas ciudades del interior de Argentina. La policía, las fuerzas militares y los bomberos se abstuvieron totalmente de intervenir, limitándose estos últimos a comenzar a actuar contra el fuego una vez terminada la agresión. Algunos de los templos databan de la época colonial por lo que ciertos daños fueron irreparables. En un discurso pronunciado al día siguiente el presidente Perón atribuyó los hechos a los comunistas.
Perón hizo algunas concesiones entonces: defenestró a varios ministros para aplacar a la oposición pero a fines de agosto de 1955 dio por terminada la tregua y pronunció su conocido discurso afirmando que por cada peronista que cayera, caerían 5 opositores. Las conspiraciones cívico-militares que estaban en marcha no se detuvieron sino que apuraron su marcha.
El golpe de estado de 1955
Sucesivos enfrentamientos con la Iglesia y una gran polarización de la sociedad en pro o en contra del gobierno, enrarecen el clima político. Luego de una investigación basada en el testimonio de un oficial de policía, hermano de un marino, el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas pidió el procesamiento del ministro del Interior Ángel Borlenghi acusado de haber propiciado la quema de una bandera el 9 de junio de 1955 para incriminar a manifestantes católicos, lo que le hizo renunciar y abandonar precipitadamente el país.En verdad, la crisis económica había precipitado también la puja distributiva: el sector más rico y propietario, del campo o la industria, no estaba dispuesto a tolerar una distribución del ingreso semejante: el 50 por ciento del PBI pasaba a los trabajadores.[cita requerida]
El 7 de septiembre la CGT propuso al gobierno la formación de milicias populares y al día siguiente el ministro Lucero rechazó la oferta, pero la difusión del hecho aceleró los preparativos de los conspiradores.[4]
El 16 de septiembre estalló un levantamiento en Córdoba encabezado por el general Eduardo Lonardi y secundado por el general Pedro Eugenio Aramburu. La mayor parte de las tropas leales a Perón no quisieron luchar. La Marina, liderada por el almirante Isaac Rojas, encabezó el golpe contra Perón: sus naves bloquearon Buenos Aires y su estado mayor amenazó con volar los depósitos de combustible de La Plata y Dock Sud.
El Ministro de Guerra, General Lucero, pidió parlamentar y leyó una carta en la que Perón solicitaba la negociación de un acuerdo. La carta no hablaba de renuncia, sí de renunciamiento, pero la Junta de Generales Superiores del Ejército decidió considerarla como una renuncia y negociar con los golpistas. Sobre la actitud de los gremios escribiría Perón años después: "también me desilusionaron los gremios. La huelga general estaba preparada y no salieron...Trataron de arreglarse con los que venían".[5] El 20 de septiembre Perón se refugió en la embajada del Paraguay y en la Cañonera que lo llevó a Asunción y a lo que sería el comienzo de su largo exilio de casi 17 años.[6]
Ideología
El peronismo ha acogido numerosas tendencias ideológicas que han entrado permanentemente en conflicto con el correr de los años.
Desde su aparición en la escena política nacional, el peronismo fue definido por Perón como un Movimiento Nacional, que englobaba un sector social denominado “clase trabajadora”. Este apelativo, que inicialmente fue un eufemismo utilizado por el General para distinguir su concepción “nacional y popular” de los criterios marxistas “proletarios”, se convirtió en un breve lapso en una definición doctrinaria que afirmaba para el peronismo la oposición a la lucha de clases.Hasta que proclamamos nuestra doctrina, frente a nosotros se levantaba triunfante el individualismo capitalista y el colectivismo comunista alargando la sombra de sus alas imperiales por todos los caminos de la humanidad (…) Así nació el Justicialismo bajo la suprema aspiración de un alto ideal. El Justicialismo creado por nosotros y para nuestros hijos, como una tercera posición ideológica tendiente a liberarnos del capitalismo sin caer en las garras opresoras del colectivismo.En ese marco, el Movimiento Peronista comprendía (idealmente) a todos aquellos que podían coincidir con los conceptos de Justicia Social, Soberanía Política e Independencia Económica. Esta interpretación de Perón posibilitó el inesperado crecimiento de su estructura política y la llevó a niveles de representatividad popular que jamás se habían alcanzado en América Latina. Sin embargo, para mantener esa situación era necesario concentrar permanentemente la posibilidad de generar doctrina, ya que la masividad del movimiento exigía contentar y contener a sectores con intereses contradictorios.
Juan Domingo Perón ante la Asamblea Legislativa en 1952.[7]
La interpretación de la realidad no podía entonces quedar en manos de una estructura colegiada, que obligatoriamente hubiera generado conflictos y disidencias internas y externas reduciendo a mediano plazo el caudal de poder del Movimiento. Perón concentra sobre sí esa tarea con exclusividad, generando un Consejo Superior del cual era, en la práctica, el único integrante con voz y voto. Asimismo, si entre el Consejo Superior y las bases del Movimiento existieran intermediarios, la doctrina sería mediatizada por ellos y adecuada a sus intereses sectoriales, lo que terminaría encorsetando al propio Perón.
Se adopta entonces el modelo de comunicación directa entre el líder y las masas: un movimiento absolutamente horizontal, con un único emergente. Para confirmar este análisis, surge claramente el ejemplo de Evita, que en poco tiempo comienza a cumplir ese rol de intermediaria entre el conductor y el pueblo. El discurso y el accionar de Evita mediatizan la doctrina hasta tal punto que el movimiento se sectoriza rápidamente. Comienza a generarse la división de intereses que Perón procuraba evitar. La absoluta inclinación de Evita hacia “los grasitas”, “los descamisados”, genera resquemores, miedo e indignación entre los militares, la iglesia y la clase media, que inicialmente aceptaban a Perón, en tanto su proyecto fuera difusamente humanitario y “justicialista”.
La dicotomía peronista entre “movimiento” y “partido”
El movimiento, en tanto masivo, garantiza el poder. Pero ese poder se formaliza en el gobierno y, por consiguiente, en una estructura capaz de ganar elecciones. Esa estructura no puede ser un partido tradicional -en la medida que sus integrantes (generalmente de clase media) empezarían a definir políticas-, ni un partido revolucionario, porque obligaría a adoptar una ideología obrera (y el abandono de la "tercera posición"). Surge así la concepción peronista del partido como “herramienta electoral”. En la práctica, un engendro informe que no conduce a nadie, que no genera cuadros, que sólo existe para presentar una lista de candidatos, todos ellos integrantes del Movimiento, todos ellos leales a Perón. Se limita de esta forma la posibilidad de que el “partido” genere conflictos internos, o intente determinar la estrategia de poder. Hasta aquí, y tomando en cuenta los objetivos declarados de Perón, lo implementado es inobjetable desde el punto de vista de los intereses populares. Pero, si el movimiento (que garantiza el poder) está conducido sólo por un individuo, y el partido (que garantiza las elecciones) no conduce a nadie, es suficiente eliminar al individuo (o que este traicione al pueblo) para descabezar al movimiento y al partido. ¿Y por qué sobrevive el movimiento luego de la Revolución Libertadora? Pues simplemente porque para mantenerlo vivo Perón se vio obligado a aceptar esos “intermediarios” que antes rechazaba.Se crea así un Comando Táctico, que conduce la política en el territorio, y que es encabezado por un “Delegado Personal” de Perón. (El primero de ellos fue John William Cooke, nombrado por Perón desde Caracas el 2 de noviembre de 1956). La mediatización de la doctrina es inevitable y el movimiento se sectoriza: Combativos, Dialoguistas, Participacionistas, todos “interpretan” a Perón. Si “la organización vence al tiempo”, esta modificación debiera haber cambiado sustancialmente la realidad horizontal del movimiento. Pero ocurre que todos los “intermediarios” carecen, desde el punto de vista del pueblo, de poder personal. Su poder es ejercido por “delegación”, y es otorgado o retirado de acuerdo al parecer exclusivo del “Comando Superior”. Y cuando existe un conato de oposición, se produce la intervención sumaria (Vandor-Isabel/1965).
Es así que el Movimiento Peronista llega a 1973 sin estructura organizativa global. Existen, si, sectores internos que luchan por el poder delegado suponiendo que “su” interpretación de las intenciones del conductor es la correcta. Desde luego, esto no es posible. Perón no era “interpretable” y su muerte en 1974 deja al movimiento peronista sin estructuras, sin proyecto de poder y en manos de un partido político manejado por esos sectores de “clase media” cuyo único objetivo es mantener sus privilegios personales. El resultado es que el Movimiento se fractura en la práctica, convirtiéndose en un agrupamiento de sectores que, con diferentes concepciones estratégicas de país, comparten una identificación política táctica: el Partido Justicialista. Mantener viva esta identificación fue un objetivo central para el conjunto del justicialismo (no del peronismo), ya que al haberse perdido el objetivo común de poder del Movimiento Peronista, lo único que resta es el proyecto partidario de alcanzar y/o mantener el gobierno.
La clase media partidaria se lanza entonces a la lucha interna para reducir el poder de los “movimientistas” civilizando al partido, haciéndolo “aceptable” para el establishment. Con la derrota electoral de 1983 (Luder/Bittel son los candidatos justicialistas, contra la fórmula de la Unión Cívica Radical Alfonsín/Martínez, que gana), termina de quebrarse el movimiento. El partido, desde la “Renovación” (1985 - Carlos Menem, Antonio Cafiero, Carlos Grosso, entre otros, desplazan a la conducción partidaria ente la que se cuenta Herminio Iglesias), asume definitivamente el control político (y la ideología neo desarrollista liberal) y esta situación desemboca en 1989 con el triunfo de Carlos Menem como emergente de una situación interna en la que las declamaciones supuestamente justicialistas han reemplazado al peronismo revolucionario de los orígenes y de la Resistencia (1955-1972).
Debe reiterarse que los intentos del propio Perón por dar un marco ideológico a su movimiento fueron deliberadamente ambiguos, aunque siempre haciendo referencia a temas nacionalistas y de Justicia Social. Véanse al respecto las Veinte Verdades Peronistas propuestas por Perón el 17 de octubre de 1950 como el eje sobre el que debería centrarse la doctrina peronista.
Las relaciones internacionales
En el campo de las relaciones internacionales, Perón abogó siempre por esa tercera posición equidistante entre el comunismo soviético y el capitalismo estadounidense, lo que lo llevó a apoyar al Movimiento de Países No Alineados y buscar puntos de contacto con Nasser y Nehru. Lo que no impidió que ratificara el Acta de Chapultepec (1º de agosto de 1946), cediendo a las presiones norteamericanas, para despecho e ira de los sectores nacionalistas de su movimiento.Hizo siempre profesión de fe latinoamericanista («El año 2000 nos encontrará unidos o dominados»), de lo que es ejemplo su impulso al ABC, y cultivó buenas relaciones con todos los presidentes de la región:
Los gobiernos constitucionales de Carlos Ibáñez del Campo en Chile, Eurico Gaspar Dutra en Brasil, Enrique Hertzog de Bolivia,[8] y los gobiernos dictatoriales de Alfredo Stroessner en Paraguay y Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, quienes le darían asilo luego del golpe de estado de 1955, y Manuel A Odria en Perú y los también dictatoriales de Anastasio Somoza García de Nicaragua y, más adelante, con el de Augusto Pinochet de Chile. En 1954 devolvió al Paraguay los trofeos de guerra de la Guerra de la Triple Alianza: banderas, armas y otras reliquias.[8]
En 1947 en Guatemala, cuando el gobierno de Juan José Arévalo sancionó el Código del Trabajo, las compañías navieras norteamericanas comunicaron que dejarían de prestar servicios en los puertos del país. Esto equivalía prácticamente a un bloqueo, ya que el país no contaba con flota mercante propia. Entonces Arévalo acudió a Perón a través de una misión secreta. En el acto el líder justicialista ordenó al director de la Flota Mercante de Argentina que a partir de ese momento todos los barcos de bandera nacional hicieran escala en Guatemala. Al mismo tiempo, secretamente, los barcos mercantes argentinos llevaron a Guatemala armas para defender la revolución popular guatemalteca.[8]
Seis años después, en la Décima Conferencia Interamericana de 1954, en momentos en que los norteamericanos presionaban para aprobar un proyecto de declaración mediante el cual legitimar su intervención en Guatemala, los representantes argentinos adoptaron una actitud premeditadamente ambigua, junto con México se abstuvieron al votarse un voto de condena al régimen de Arbenz.[9] Ya en la Novena Conferencia Interamericana, de 1948, los representantes argentinos y guatemaltecos habían sostenido una posición conjunta, condenando el colonialismo estadounidense en Puerto Rico, y logrando aprobar la Resolución XXXIII, por la que se propiciaban "métodos pacíficos para abolición del coloniaje".[8]
Las Veinte Verdades Peronistas
"Estas son las Veinte Verdades del Justicialismo Peronista. He querido reunirlas así para que cada uno de ustedes las grabe en sus mentes y sus corazones; para que las propaguen como un mensaje de amor y justicia por todas partes; para que vivan felices según ellas y también para que mueran felices en su defensa si fuera necesario..." Juan Perón, 17 de octubre de 1950[10]- La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo.
- El Peronismo es esencialmente popular. Todo círculo político es antipopular, y por lo tanto, no es peronista.
- El peronista trabaja para el Movimiento. El que en su nombre sirve a un círculo, o a un caudillo, lo es sólo de nombre.
- No existe para el Peronismo más que una sola clase de hombres: los que trabajan.
- En la Nueva Argentina el trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume.
- Para un Peronista de bien, no puede haber nada mejor que otro Peronista.
- Ningún Peronista debe sentirse más de lo que es, ni menos de lo que debe ser. Cuando un Peronista comienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en oligarca.
- En la acción política la escala de valores de todo peronista es la siguiente: primero la Patria, después el Movimiento, y luego los Hombres.
- La política no es para nosotros un fin, sino sólo el medio para el bien de la Patria, que es la felicidad de sus hijos y la grandeza nacional.
- Los dos brazos del Peronismo son la Justicia Social y la Ayuda Social. Con ellos damos al Pueblo un abrazo de justicia y de amor.
- El Peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Desea héroes pero no mártires.
- En la Nueva Argentina los únicos privilegiados son los niños.
- Un gobierno sin doctrina es un cuerpo sin alma. Por eso el Peronismo tiene su propia doctrina política, económica y social: el Justicialismo.
- El Justicialismo es una nueva filosofía de vida simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista.
- Como doctrina política, el Justicialismo realiza el equilibrio del derecho del individuo con el de la comunidad.
- Como doctrina económica, el Justicialismo realiza la economía social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social.
- Como doctrina social, el Justicialismo realiza la Justicia Social, que da a cada persona su derecho en función social.
- Queremos una Argentina socialmente justa, económicamente libre, y políticamente soberana.
- Constituimos un gobierno centralizado, un Estado organizado y un pueblo libre.
- En esta tierra lo mejor que tenemos es el Pueblo.
Neoperonismo o peronismo sin Perón
El neoperonismo también llamado peronismo sin Perón fue una corriente política impulsada por algunos peronistas a partir de 1955. Su origen fue la creación del partido Unión Popular fundado por Juan Atilio Bramuglia, ex abogado sindical de la Unión Ferroviaria y Ministro de Relaciones Exteriores de Perón entre 1946-1949.Otros dirigentes que adhirieron al neoperonismo fueron Augusto Vandor, Rodolfo Tecera del Franco, Atilio García Mellid, Raúl Matera, etc.
Un caso especial de neoperonismo fue el Movimiento Popular Neuquino fundado por Felipe Sapag, con cierto apoyo del propio Perón.
Peronismo disidente
Luego de la Crisis de diciembre de 2001 y de la renuncia del Presidente Fernando de la Rúa el peronismo se dividió en diversos sectores que comenzaron a agruparse en dos grandes grupos: el peronismo oficial y el peronismo disidente.[12] La composición de ambos grupos se ha ido modificando con el paso del tiempo.El peronismo oficial agrupa a los sectores que se mantienen dentro del Partido Justicialista, en tanto que el peronismo disidente agrupa a las corrientes que, por discrepar con la conducción del Partido Justicialista, se organizaron por fuera del mismo.
En 2002/2003 el peronismo oficial se organizó a partir del liderazgo de Eduardo Duhalde (duhaldismo) y Néstor Kirchner (kirchnerismo). El peronismo disidente, por su parte, se expresó en dos grandes tendencias encabezadas respectivamente por Carlos Menem (menemismo) y los hermanos Adolfo y Alberto Rodríguez Saá (adolfismo).[13] Dentro del peronismo disidente también se ubicaron desde un primer momento otros dirigentes como Ramón Puerta y el dirigente sindical Luis Barrionuevo (ultramenemismo); éste último organizó en 2008 una central sindical independiente, la CGT Azul y Blanco, apoyada en su corriente. En 2003 también integraba el peronismo disidente dentro del menemismo, el empresario Francisco De Narváez, quien luego lideraría una importante corriente propia.
A partir de 2005, con la ruptura de la alianza entre las corrientes lideradas por Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde, la corriente liderada por este último también se separó del peronismo oficial, para constituirse en uno de los principales sectores del peronismo disidente. En 2009, De Narváez forjó una alianza con el Partido Propuesta Republicana (macrismo) que, con el nombre de Unión Pro, triunfó en las elecciones legislativas de medio término en la Ciudad Autónoma y la provincia de Buenos Aires, los dos principales distritos electorales del país.
Para el año 2009, el peronismo disidente se agrupaba en diversos sectores, entre los que puede mencionarse a los seguidores de Eduardo Duhalde, Francisco de Narváez, Carlos Menem, los hermanos Rodríguez Saá, y distintas corrientes del denominado Peronismo Revolucionario.
Influencia del peronismo en la cultura argentina
- Desde sus orígenes el peronismo estuvo fuertemente relacionado con la cultura popular en Argentina, partiendo de la propia Eva Perón, actriz con cierto éxito. Tuvo la adhesión de intelectuales (Leopoldo Marechal, Rodolfo Puiggrós, Juan José Hernández Arregui, Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, John William Cooke); de músicos, compositores y deportistas (Hugo del Carril, Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi, José María El Mono Gatica), y juristas, médicos y profesionales (Arturo Sampay, Ramón Carrillo).
- También supo utilizar con éxito los medios masivos como la radio o la televisión para su propaganda política y, en una acción muy criticada por las clases medias, incluyó esa propaganda en los libros escolares de enseñanza básica destinados a niños de los estamentos educativos inferiores. La televisión en Argentina se inició el 17 de octubre de 1951 con la transmisión del acto del Día de la Lealtad Peronista en la Plaza de Mayo.
- En cuanto a la prensa escrita, varios medios opositores soportaron atentados (como La Vanguardia, órgano del Partido Socialista, que luego de sucesivas clausuras fue incendiado) o fueron confiscados, expropiados y entregados a sectores afines (como el diario La Prensa).
- Durante los dos primeros mandatos presidenciales de Perón, el cine argentino tuvo un importante desarrollo y difusión a nivel hispanoamericano, generando obras como Las aguas bajan turbias de Hugo del Carril.
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