¡El muro está abierto!
A 25 años de la caída de un símbolo de la opresión y la discordia, semblanzas de una ciudad que ha transformado el pasado traumático en un estímulo hacia el futuro.
BERLÍN.- Hablar de un destino muy importante requiere a veces mencionar un punto anterior. Es como si el antecedente permitiera ilustrar mejor la significación que tiene ese destino para uno. Por eso, antes de hablar de Berlín, ciudad en la que vivo desde enero de 2012 y en la que se cumplen 25 años desde la caída del Muro, voy a hablar de la capital que, en mi vida, fue su antecesora: Budapest.
Vidas marcadas
Berlín es un museo al aire libre y los rastros del pasado siguen aquí, para quien quiera mirarlos. En 2009, durante unas cortas vacaciones en esta ciudad, Bollwahn me sugirió que visitara el Sowjetisches Ehrenmal (el cenotafio soviético) del parque de Treptow, un monumento hecho en la época de la RDA a los soldados del ejército rojo caídos en la liberación de la ciudad. Allí se ve una estatua enorme de un soldado con un niño en brazos que pisa una esvástica hecha añicos. Algunos todavía dejan flores para homenajear a esos soldados -enterrados en el lugar- pese a los excesos del totalitarismo comunista. Le hablé del tema a Nina Apin, periodista del TAZ y berlinesa por adopción. Y su marido, Sebastian Wagner, me dio una frase reveladora: "Aquí en Berlín sobreviven las utopías del socialismo pero no como dictadura del Estado, sino como opción solidaria individual".
Eso les permitiría a algunos berlineses homenajear a los soldados soviéticos que dieron su vida sin que eso suponga un homenaje al extinto régimen comunista. Su frase me hace pensar en muchos de los alemanes que menciono y que he tenido el gusto de conocer. Y en que apenas son un ejemplo de todos aquellos que, en este país, procuran transformar el pasado traumático en un estímulo para construir el futuro más venturoso.
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