Introducción de Alberto Julián Pérez, a su libro: " Literatura,peronismo y liberación nacional "
El Peronismo fue en su origen un movimiento nacional
populista y policlasista que alteró la relación que mantenían hasta ese momento
las clases sociales en Argentina y trajo una visión nueva de la política,
transformando profundamente la vida cultural. La clase media liberal, principal
productora de alta cultura, y la oligarquía, tuvieron que compartir el espacio
social con el pueblo bajo, con el trabajador. El proletariado no había recibido
los beneficios de la educación liberal y no tenía acceso a sus
sofisticados productos culturales, que ambicionaban
competir con los europeos. El trabajador, sin embargo, aportó su gusto propio,
criticado y denostado por la clase media. El primer gobierno peronista, de 1946
a 1955, alienó a la clase media liberal, y a los sectores radicales que
apoyaban una revolución social marxista. Liberales y marxistas no entendían a
un gobierno nacional y popular que promovía una revolución “desde arriba”,
desde el poder, y tomaba como interlocutora y protagonista a la clase obrera.
La realidad que observaban les parecía despreciable.
Los “cabecitas negras”, los “descamisados” peronistas, no
podían ser esos obreros iluminados y trascendentes de que hablaban los líderes
marxistas. Un abismo separaba la sensibilidad de la clase media, educada en los
ideales de la alta cultura europea y norteamericana, de la sensibilidad de la
clase obrera y sus entretenimientos típicos de la cultura de masas. El pueblo
pobre disfrutaba de la música popular: el tango, el folklore, los ritmos
latinoamericanos bailables; gozaba de
los espectáculos deportivos: el fútbol, el boxeo y el automovilismo; amaba los
radioteatros y los programas radiofónicos. La pequeña burguesía educada mostró
sus prejuicios de clase y sus limitaciones para interpretar el fenómeno
peronista: era una situación real que no entraba en el plano de sus deseos y
expectativas. Esperaban una revolución social de los “inteligentes”, de los
intelectuales, y no una rebelión de los “grasitas”, sin una ideología clara.
El Peronismo, sin embargo, tenía su “doctrina”, como la
llamaba Perón. Sus tres principios eran: justicia social, igualdad económica y
soberanía nacional. Tres ideas sencillas pero contundentes. El Peronismo no se
formó como partido minoritario de oposición, ni fue un partido que ganó
posiciones paulatinamente compitiendo con los otros partidos, sino que nació
como una propuesta política auspiciada por Perón desde el estado. Perón fue
ocupando espacios de poder e intercedió en las relaciones entre el gobierno y
los trabajadores, organizándolos en una red sindical y creando una burocracia
administrativa al servicio de las organizaciones obreras.
Esa organización administrativa fue el origen de lo que
sería luego el partido. No pudo comprobar la legitimidad de que gozaba su
propuesta y el grado de aceptación que su liderazgo tenía entre los
trabajadores hasta que fue removido de su cargo por el Presidente y puesto en
prisión. El 17 de octubre de 1945 Perón demostró que había logrado establecer
una relación política con las masas, que lo reclamaban a él como su líder. La
política de Perón, planteada desde el gobierno, tuvo un destinatario
específico: la clase obrera. Los trabajadores organizados en los sindicatos se
transformaron en su base política más
firme. Se encontró tempranamente con el apoyo de un sector masivo y
estratégico. Quedaron fuera de la alianza sectores políticos movilizados por
otros partidos: la oligarquía, gran
parte del empresariado que no creía en la posibilidad de un desarrollo nacional
independiente, la clase media profesional. Perón ejerció un poder personal
único e irrevocable. Era un líder carismático irremplazable. La revolución
peronista que él planteó, o las reformas políticas, económicas y
administrativas que implementó, las impuso desde el estado. El Peronismo
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1.
Perón organizó su propuesta política como
miembro del gobierno instituido por el golpe militar de 1943. La sociedad civil
(particularmente la clase media y la alta burguesía) resistió las innovaciones
de Perón. Esos sectores sociales interpretaron que se trataba de un movimiento
totalitario, si bien Perón fue legitimado en el poder en elecciones libres
presidenciales. Su tipo de liderazgo personal y grandilocuente hizo que lo
asociaran con los líderes totalitarios fascistas europeos de la época:
Mussolini, Hitler y Franco. Su influencia sobre las masas obreras ratificó esta
imagen simplificadora, de lo que luego resultó ser un movimiento original
latinoamericano de índole diversa. El Peronismo fue un movimiento laborista,
popular y nacional, que revalorizó la noción de pueblo y el sentido de lo
nacional. Denunció el imperialismo y se opuso a la violencia. Su base política
fueron las organizaciones sindicales. Perón eligió a los trabajadores más
humildes como su base política. Uno de sus méritos históricos, y no el menor,
fue el haber evitado en 1955, con su renuncia al gobierno, una guerra civil,
que hubiera ensangrentado la patria. Triunfó en el tiempo con su verdad y
demostró a los golpistas que lo expulsaron del poder que su causa era justa y necesaria.
siempre fue expresión de una política de estado fuerte, dado
su amplio apoyo popular. Perón concibió su partido como un “movimiento”. A
diferencia de los partidos tradicionales, que elegían representantes durante
los períodos de elecciones y luego
perdían contacto con sus bases, el Peronismo movilizaba constantemente a
sus seguidores, buscando a cada paso legitimar su política y lograr el apoyo de
la población. Mantenía una situación permanente de plebiscito popular.
Perón consideraba ese estado de movilización un elemento
indispensable de su política. Las masas
y el proletariado se transformaron en actores de la vida política, pero lo
hicieron en un partido organizado por Perón desde el gobierno, y no como
militantes de partidos independientes. Surgió un gran antagonismo entre el
Peronismo y los partidos que planteaban una política de lucha de clases, como
los distintos sectores del comunismo y el socialismo. El Peronismo se enfrentó
también con grupos conservadores, que rechazaban la injerencia del estado en la
economía, y los partidos de clase media, como el Radical y el Demócrata
Progresista. Los sectores políticos herederos de las ideas liberales
anti-estatistas rechazaron al Peronismo y lo consideraron un movimiento
totalitario. Peronismo y razón de estado se confunden o son uno solo: es un
movimiento propuesto desde el estado,
por uno de los miembros del gobierno, en momentos en que dirige el país un
gobierno militar llegado al poder mediante un golpe. El surgimiento de Perón
demostró que el sector militar albergaba tendencias distintas, y dentro de ese
grupo el Peronismo resultó ser un sector ideológicamente progresista. Perón y
los oficiales del GOU que lo apoyaban tenían una propuesta política renovadora,
revolucionaria. Perón habló siempre del Justicialismo como de un movimiento
revolucionario. Su situación política cambió radicalmente luego de su
derrocamiento en 1955 por el Ejército: mediante un golpe, controlado finalmente
por el ala liberal representada por Aramburu y Rojas, los militares se
adueñaron del poder, respaldados por el empresariado, la iglesia y la clase
media. Durante los años siguientes, el proletariado tomó la iniciativa y
estando Perón en el exilio se organizó y luchó por recuperar el poder político
que le había sido arrebatado en el golpe. Los sindicatos se transformaron en
las organizaciones de base de la Resistencia, y la huelga y la toma de fábricas
fue el arma favorita de los trabajadores, que lucharon durante años para hacer
retornar a Perón al país y legalizar su movimiento, proscripto por los
militares. El Peronismo, que comenzó como un movimiento organizado desde el
estado, fue expulsado del estado y tuvo que resistir y luchar desde abajo, con
las bases, para recuperar su espacio político y reconquistar el poder. En ese
momento el Peronismo alcanzó un sentido revolucionario. Dado que el Peronismo
surgió desde el estado y se confundió con él, el militante del Peronismo en un
principio no tuvo la necesidad de conquistar el poder luchando contra un estado
opresor. En 1945 Perón organizó el Partido Laborista, base del Partido
Justicialista, para luchar por las elecciones presidenciales, que los
peronistas ganaron fácilmente, contra un amplio espectro opositor, integrado
por una coalición formada por conservadores, liberales e izquierdistas. Los
Peronistas llegaron al poder siguiendo a Perón, encolumnándose con él. La
lealtad definía a los primeros militantes peronistas. Si eran leales a Perón
seguiría creciendo el Movimiento y su líder llevaría adelante sus promesas políticas
y su plan de gobierno. La idea de libertad y liberación apareció en relación a
la política argentina con el exterior. Perón denunció la existencia de una
verdadera confabulación imperialista que limitaba la soberanía nacional. Había
que liberar al país de las amenazas externas e internas, porque el imperialismo
tenía aliados dentro del territorio nacional. Pero el trabajador ya era libre,
lo había liberado Perón. Era una libertad condicionada, porque los peronistas estaban rodeados de antiperonistas,
de aquellos que no se habían plegado a la
política de Perón. Estos eran los enemigos que conspiraban contra el
Movimiento. Luego de la caída de Perón y durante la Resistencia esto cambió:
los enemigos internos triunfaron y dejaron al país sometido a los enemigos
externos. La lucha por la libertad se transformó en un valor fundamental para
el Movimiento: había que liberar al país
de la ocupación ilegítima de un poder antipopular, que lo traicionaba y lo
entregaba a intereses extranjeros. Durante la Resistencia la lógica del
Peronismo se adecuó a la lógica de la liberación de otros movimientos no
peronistas: allí descubrieron muchos sectores
peronistas su afinidad con los movimientos cristianos tercermundistas,
con los socialistas, con los comunistas, y con los diferentes movimientos
anti-imperialistas. Nació así otra vertiente del Peronismo que, al estar fuera
del poder y transformarse en oposición, evolucionó hacia una posición más
revolucionaria. Para recuperar el poder había que luchar, valiéndose tanto de
la resistencia sindical como del terror. El nacionalismo original se fue
ampliando a un panamericanismo. La revolución cubana y el guevarismo inspiraron
una nueva gesta de liberación contra el imperialismo. El Peronismo trajo a
la vida social y cultural nuevos actores. La irrupción del trabajador en la vida
social fue inmediata. El Peronismo desarrolló una política cultural para
educar y satisfacer los intereses de este trabajador y mejorar sus condiciones
de vida. Además de fundar escuelas y hospitales, implementó una política de
protección yseguridad social, reflejada en la constitución de 1949 y en las
actividades políticas de Evita. Evita dirigió la rama femenina del Partido
Justicialista, y coordinó un movimiento social que culminó en la conquista del voto
de la mujer, apoyado por Perón y dirigió la Fundación que dio ayuda a los pobres
y necesitados, a los que quedaban excluidos de lared social planteada por el
Peronismo desde los sindicatos y el Ministerio de Bienestar Social. El Peronismo
promovió actividades y competencias deportivas, y creó numerosas instalaciones,
apoyando el deporte en todo el territorio y a todos los niveles. La llegada
al poder del Peronismo cambió la visión cultural dominante hasta ese momento: la de la pequeña y gran burguesía. Para la burguesía solo el arte elevado y culto valía; el arte popular
estaba en un nivel inferior y era para un público de menor
nivel y educación. Las expresiones festivas populares, los juegos y
competencias deportivas eran distracciones colectivas escapistas que la pequeña
burguesía despreciaba. El gran arte solo podía ser para una élite. Para
los sensibles e hipercultos. Para los elegidos. El Peronismo dejó expuesto el
carácter clasista de la cultura y la literatura.
El pretendido universalismo de la literatura burguesa era una aspiración hegemónica de clase
y no una verdad irrefutable.
Se discutió cuál era el carácter de la cultura
liberal,
La cultura literaria argentina, desde la etapa de las luchas
por la Independencia, fue una cultura eurocéntrica, hegemonizada por los
sectores libertarios liberales, que buscaban su propia identidad y razón de ser.
Esta dialéctica entre su pertenencia a la tradición occidental europea,
como ex-colonia española, y su búsqueda de un lugar propio dentro de esa cultura
occidental, sopesando y considerando los modelos madre de esa cultura, alimentó
la historia cultural argentina.Los ideales de la Ilustración, que ayudaron a
impulsar las luchas revolucionarias de los padres de la patria, Moreno,
Belgrano, San Martín, formaron la base de nuestra cultura nacional liberal
independiente. Los intelectuales y escritores de la Generación del 37 tuvieron
una visión dicotómica de la historia nacional: liberalismo contra tiranía,
iluminismo contra populismo, república vs colonia. Sarmiento argumentó a favor
del concepto universal de civilización y lo opuso al de barbarie, sinónimo para
él de atraso y primitivismo. Podríamos ver la historia argentina como una
contienda entre esas dos posiciones: Rosas enemigo de Rivadavia, Irigoyen
enfrentado a la oligarquía porteña, y Perón opuesto a la oligarquía
¿era nacional o antinacional, contribuía al desarrollo de
la cultura nacional o la distorsionaba y la falsificaba? Los historiadores
revisionistas estudiaron el papel que
conservadora. Los argentinos meditaron mucho sobre esa
visión de la historia, punto de partida de nuestro pensamiento. La práctica
de la filosofía occidental, a diferencia de la literatura, no floreció en las
colonias hispanas de manera autónoma. El arte, la imitación de la vida, es natural
y se desarrolla en todas las culturas; la filosofía es una disciplina más
especializada y académica. Madre de las ciencias, ha sido cultivada como
disciplina general y particular. La Argentina no desarrolló un pensamiento
filosófico general original, lo cual es comprensible, dado que lo que llamamos
cultura argentina no se formó hasta el siglo diecinueve, cuando las ciencias
particulares alcanzaron un desarrollo autónomo excepcional en Europa. Lo que
llamamos en Argentina filosofía moderna es filosofía Europea. Es resultado de
un movimiento cultural europeo, realizado mayoritariamente dentro del ámbito
universitario, aunque
algunos pensadores disidentes, formados en grandes universidades, como Marx, hayan trabajado en forma independiente,
creando su propio campo de investigación. En el siglo diecinueve, cuando se
formaba la primera cultura argentina, se desarrollaron en el mundo europeo y en
el americano, que se había integrado a la modernidad luego de las
grandes revoluciones burguesas, las ciencias sociales. La Argentina tuvo
destacados historiadores y sociólogos,economistas y psicólogos, críticos
literarios y politólogos. Sarmiento, Echeverría, Alberdi, Mitre, V. F.López,
Gutiérrez, Ramos Mejía, Ingenieros, entre otros, descollaron en estas
disciplinas y sus escritos fundaron nuestra alta cultura y le dieron su propia
identidad. Las limitaciones de su obra se deben más a las dificultades
institucionales para desarrollar esas disciplinas que a las limitaciones de su
pensamiento, que fue profundo y original. Casi todos se ganaron la vida en el
periodismo, en la docencia y en las profesiones liberales; sin acceso a buenas
universidades y maestros, fueron en gran medida
autodidactos. No contaron con bibliotecas adecuadas ni con la necesaria libertad académica y de pen-samiento para
desarrollar una vida intelectual independiente. Los intelectuales del siglo XIX
se volcaron a la política, porque entendieron que antes
de poder crear una cultura en libertad había
que fundar un estado moderno,con instituciones libres, que para
ellos significaban instituciones liberales. La historia, la psicología,
la política, el periodismo siguieron siendo disciplinas
rectoras de la vida intelectual del siglo veinte argentino.Podemos
pensar que son disciplinas arraigadas y naturalizadas que nos representan como
cultura, junto con la literatura y las artes en general, incluido el cine. De
todas las nuevas ciencias humanas y sociales es la psicología la que ha
alcanzado un desarrollo mayor en el país. Argentina es uno de los más
importantes centros internacionales de psicoanálisis. Nuestros
presupuestos para promoción cultural y educación
universitaria son modestos, comparados con el de los países
desarrollados, pero hemos hecho progresos académicos y hemos tenido avances en
las áreas de investigación en los últimos cien años.Si el desarrollo de nuestra
cultura intelectual y académica es aún limitado, el de nuestra cultura artística
ha sido brillante: el siglo XX fue un siglo destacado para nuestras artes, y
las de Latinoamérica en general, que han logrado gran reconocimiento en todo el
mundo, por su originalidad y su excelencia. En el mundo de las letras,
aparecieron grandes escritores que, ya desde el Modernismo, a fines del siglo
XIX, nos transformaron en líderes reconocidos en todo el mundo. Escritores como Martí,
Darío, Lugones, Mistral,Borges, Vallejo, Neruda, Rulfo, Paz, Sábato, Cortázar,
García Márquez proyectaron su influencia en muchas otras literaturas y
lenguas. Esperemos que en el siglo XXI mejore nuestra vida intelectual en
aquellas áreas que necesitamos desarrollar para madurar como sociedad, y se
destaquen nuestros críticos, politólogos, sociólogos y psicólogos. Hay
todo un campo abierto para nuestros investigadores y ensayistas del futuro.
habían tenido los prohombres liberales, como Sarmiento y Mitre, y los
condenados por los liberales, como Rosas y los otros caudillos, censurando a los
historiadores liberales. Su sentido crítico se extendió a otras disciplinas. Los
ensayistas y críticos literarios nucleados en la revista :
"Contorno", enjuiciaron el papel de los escritores liberales, atacando particularmente a los que consideraban representantes del grupo de la revista :"Sur"
La polémica fue violenta y agresiva, y
mostró que la cultura liberal dominante representab sólo
los intereses de un sector de la población y no a toda la sociedad. Se había
impuesto por la fuerza y marginado otros intereses culturales. Los
diferentes sectores sociales tenían intereses culturales y
necesidades educativas distintas. El arte culto y la literatura eran el modo favorito
de expresión de los sectores que habían tenido buena educación escolar, casi
todos pertenecientes a la oligarquía y a la burguesía. Los sectores proletarios
disfrutaban del arte popular y los deportes.
Los deportes, despreciados por los intelectuales, eran
un medio democrático fundamental de entretenimiento y socialización para las
masas. El gobierno pasó a organizar los deportes, sacando del anonimato al
proletario y a la gente del interior, que pudo viajar a Buenos Aires
a participar en los campeonatos promovidos por la Secretaría de
Deportes. En esta sociedad de arraigo popular, el entretenimiento de masas y las
expresiones de su cultura alcanzaron mayor representatividad.
Elpueblotuvogranprotagonismo, participaba activamente en las manifestaciones políticas masivas y militaba en los sindicatos
de trabajadores. La pequeña burguesía culta, orgullosa de su educación y
sus méritos artísticos, se sintió profundamente desplazada e ignorada, y se
llenó de odio y resentimiento ante este protagonismo de las masas. Así lo
evidenció la actitud de sus artistas, como Borges y Martínez Estrada, que
reaccionaron con gran odio y desprecio ante el pueblo peronista y su líder.
Esto expuso el enfrentamiento entre arte burgués y
arte popular, entre una cultura al servicio de las grandes expresiones
artísticas, casi todas de origen europeo, y una cultura al servicio de las
necesidades de expresión del pueblo bajo. Esta oposición se materializó en el
enfrentamiento, por ejemplo, entre la música clásica y el tango, entre los ritmos
europeos y los latinoamericanos, entre la literatura elevada y las expresiones
de la cultura popular, como el teatro de revistas o los programas cómicos
radiales, y entre el cine de imitación de Hollywood y las comedias
cinematográficas populares melodramáticas con héroes de los sectores pobres,
como Catita y Luis Sandrini.
Si bien la cultura popular no puede reemplazar a la alta
cultura letrada, dada su rica historia, sus logros y sus aportes, esta
situación puso en evidencia el carácter clasista de esta cultura. Autores como
Jauretche denunciaron desde el periodismo, uno de los géneros más militantes, a
los sectores liberales, que falsificaban la historia, la literatura y la
cultura. Las experiencias del Peronismo durante los años del gobierno de Perón
y en los años de la Resistencia tuvieron un gran impacto en la cultura
argentina. En el siglo XXI interpretamos al Peronismo con un sentido de
referencia distinto. Para los individuos cultos contemporáneos al gobierno de
Perón, como Borges y Martínez Estrada, el Peronismo era sinónimo de incultura,
de barbarie. Las ideas sobre el Peronismo cambiaron durante la Resistencia,
cuando se transformó en un movimiento perseguido y proscripto. Lo persiguió la dictadura militar
y los gobiernos sumisos que los militares promovieron y alentaron, en alianza con
partidos cómplices, como el Radical. Estos
partidos se beneficiaron de la proscripción del Peronismo y, haciendo
concesiones a la oligarquía conservadora y al imperialismo internacional,
lograron llegar al poder para implementar una política servil. Si bien fueron
un movimiento de fuerza, las dictaduras militares no fueron fuertes, como lo
expresó Perón en una entrevista, porque carecieron de apoyo popular y
legitimidad política. Las masas populares siguieron siendo peronistas y jamás
aceptaron la proscripción ilegítima de su partido. Su ambición fue reconquistar
ese lugar de privilegio que habían tenido, cuando Perón gobernaba y ellas
eran protagonistas, y había una política
de estado al servicio de sus intereses. Todos conocemos la historia posterior,
en que el partido habría de recuperar el poder para transformarse en el
movimiento político más representativo de la historia argentina y de mayor
duración en el gobierno. El Peronismo ha dejado documentos importantes a
nuestra cultura, en particular los escritos de Perón, que fue un escritor
prolífico. Perón escribió antes, durante y después de su primera y su segunda
presidencia. Escribió libros de historia militar cuando fue profesor
universitario de la Escuela de Guerra, escribió discursos y columnas periodísticas utilizando seudónimo
(Descartes) durante la presidencia, y escribió extensos comunicados y numerosos
libros de ensayo durante los años de la proscripción. Su obra completa abarca
más de 35 volúmenes.
Además de haber dejado importantes testimonios escritos, el
Peronismo enriqueció el mundo político introduciendo actores sociales polémicos
e inesperados, que fueron aceptados por muchos y cuestionados por otros en la
época: actores individuales, como la actriz de radioteatro Eva Duarte, esposa
de Perón, que se transformó en Evita y lideró el movimiento femenino que
concluyó dándole el voto a la mujer, y actores colectivos, los trabajadores
movilizados en grandes contingentes, que ocupaban las calles con sus manifestaciones,
reclamando mejoras laborales y respeto de sus derechos, y expresaban su apoyo o
su crítica a la política del gobierno. Los escritores liberales, como Borges y
Sábato, que rechazaron políticamente al Peronismo, no dejaron a su modo de testimoniarlo,
en forma directa e indirecta, en su obra. No fueron escritores indiferentes a
los cambios sociales. Borges introdujo tempranamente en los estudios literarios
el análisis cultural de la literatura popular contemporánea urbana, en su libro
de ensayos sobre la poesía de Evaristo Carriego, de 1930. En su juventud Borges fue populista e
irigoyenista. En la década del cuarenta, influenciado por la personalidad de
Victoria Ocampo y otros escritores conservadores y reaccionarios del grupo
Sur, se volvió contra el nacionalismo cultural. Sábato, que
había sido en su juventud anarquista y luego destacado dirigente de la juventud
comunista, rechazó después la militancia política para abrazar la duda
sistemática del Existencialismo y hacerse un agudo observador del ser humano.
Su novela : "Sobre héroes y tumbas", es uno de los mejores
documentos sobre la situación especial de la pequeña burguesía culta y sus problemas materiales y
espirituales durante la época del primer Peronismo. Durante la primera y
segunda presidencia de Perón, muy pocos escritores apoyaron directamente al
Peronismo. Se destacó entre ellos Leopoldo Marechal, que fue funcionario de
cultura, y publicó en 1970 su novela sobre la Resistencia, "Megafón o la guerra"
. Muchos artistas que cultivaban las artes populares y las
artes audiovisuales simpatizaron con el Justicialismo, entre ellos los músicos
y compositores de tango, como Enrique S. Discépolo, y actores y directores de
cine como Hugo del Carril. También recibió apoyo de diversas personalidades del
periodismo, el ambiente radial y el mundo del deporte.
El Peronismo influyó directa o indirectamente en los
proyectos personales e intelectuales de muchos jóvenes de la alta y mediana
burguesía, como Ernesto Guevara y Fernando Solanas, que sintieron ansias de
justicia social y buscaron la participación
política, transformándose en militantes de causas justas. La
proscripción y la lucha clandestina durante la Resistencia cambiaron el sentido
de la militancia peronista, que se hizo más sacrificada y combativa. Muchos
jóvenes se sintieron atraídos a sus filas, como lo testimonia Solanas en el
documental : "La hora de los hornos"
Aparecieron nuevos
pensadores, como Rodolfo Kusch que, formado en la filosofía, se
transformó en esos años en etnólogo y antropólogo cultural, haciendo trabajo de
campo en el Noroeste argentino y en Bolivia, interpretando con justeza los
conflictos raciales de nuestro continente. Se consagraron como escritores
militantes políticos surgidos de otras tendencias que acompañaron la gestión
peronista, particularmente Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz, miembros
de FORJA, ala juvenil de izquierda del Partido Radical que se había escindido
del mismo. Scalabrini fue uno de los principales referentes ideológicos de la
política antiimperialista de Perón, y Jauretche se convirtió durante la
Resistencia en uno de los polemistas políticos y ensayistas mejores que ha dado
el país. Poetas como Leónidas Lamborghini y Juan Gelman crearon un nuevo
lenguaje poético y desarrollaron una temática que reflejaba la experiencia
peronista. Rodolfo Walsh logró una intensidad notable en sus relatos
periodísticos, trayendo al lector el drama que vivía el pueblo peronista.
El gran director Fernando “Pino” Solanas
y el Grupo Cine Liberación produjeron en la clandestinidad
la película documental :
"La hora de los hornos",
analizando el papel del Peronismo y la Resistencia en la
historia política argentina, desde la
perspectiva de los jóvenes revolucionarios. Los dramaturgos que integraban el
Grupo de Autores describieron en : "El avión negro", los temores de la
oligarquía y la clase media ante un posible retorno de Perón al país.
La literatura hispanoamericana se formó con los escritos de autores no
literarios. Los aventureros españoles que vinieron a colonizar América dejaron
un corpus de cartas, memorias y documentos que se convirtieron en nuestra
primera literatura hispanoamericana. Y los periodistas argentinos del siglo
XIX, como Sarmiento y Mansilla, son nuestros prosistas más talentosos y fundaron
nuestra literatura nacional. Cada cultura propone su propia literatura o lo que
debe formar parte de ella. Los protagonistas de cada época histórica revisan el
corpus de su literatura y lo refundan. El Peronismo transformó la vida
espiritual de la nación: el primer
gobierno peronista, la Resistencia y la insurrección de los jóvenes
revolucionarios del sesenta y del setenta, que son las etapas que abarco en
este libro, cambiaron nuestra conciencia histórica. Lo que han dicho y escrito
actores y autores como Perón, Evita, Jauretche, Walsh y Guevara es fundamental
para entender la argentina del siglo XX. Borges, Marechal, Sábato, Puig y
Piglia convivieron con ellos y reflejaron su
problemática, y sin la perspectiva que aporta su obra, entendida en su
justo contexto, nuestra literatura de ficción parecería existir en un vacío
estético fuera del tiempo. Estudio libros específicos de los autores escogidos.
He evitado hacer un recuento general de ideas. Muchos de estos textos no han
sido lo suficientemente bien leídos, o no se los ha leído como parte de un
mismo contexto. La literatura siempre está buscando su lugar propio y la
política también, para legitimar sus ideas y sus derechos. Es una lucha viva en
la que se juega todo. La literatura puede ser tan peligrosa como la política,
siempre se vive al borde y se sufre el destino de haber sido encargado de ser
el escriba de la tribu y el mensajero de los dioses. Para aceptar muchos de
estos textos como parte de nuestra literatura tenemos que ampliar entonces
nuestro concepto de lo literario, desestetizarlo. Llamar literatura a ese
corpus de textos que modelan la conciencia de una cultura y le dan un lugar en
el mundo. Y dejar de lado aquellos textos literarios que no han logrado
hacerlo, ya que el tiempo de los lectores es limitado y toda biblioteca
selecciona un corpus posible. Para esto tenemos que aceptar la idea de la literatura como una expresión
histórica de valor particular, en lugar de considerarla una expresión universal
de valor general. La literatura se inserta en el mundo de los valores de su
época y contribuye a cambiarlos. Es un elemento dinámico indispensable de la
conciencia individual y social sin el cual sería imposible representarnos en el
mundo y asumirnos colectivamente como sociedad. Este tipo de propuesta abierta
y multicultural responde al espíritu de nuestro tiempo y espero sugiera nuevas
direcciones de lectura de nuestros textos, que son nuestra herencia intelectual
y artística que necesitamos valorar y discutir. Soy un crítico literario, pero mi análisis va más allá de lo que
normalmente discuten los críticos en los libros, porque la literatura argentina es un
compendio del criterio literario que heredamos de nuestra formación europea, de
nuestras ideas originales sobre nosotros mismos y el mundo, de nuestras
meditaciones sobre nuestra historia y nuestras reflexiones sobre nuestro mundo
político. En ella planteamos nuestro destino y el sentido de nuestra libertad,
y allí reside su más alto valor y originalidad. Un buen crítico argentino no
puede limitarse a una perspectiva enteramente académica, sobre todo si el
formato académico es importado y responde a las imposiciones hegemónicas
culturales de los países europeos y de Estados Unidos. De la misma manera que
nuestros escritores buscan hacer su propia literatura, nosotros necesitamos
crear y hacer nuestra propia crítica, que responda a los desafíos y necesidades
de esa literatura. Tenemos que ser lectores flexibles y adaptar lo que nos
conviene, rechazar lo que no corresponde y proponer criterios nuevos de
interpretación acorde con la originalidad de nuestros textos. El crítico tiene
que estar a la altura de su literatura. Después de todo, el crítico no es más
que el lector especializado, el profesor de literatura, el hiperlector, el
lector compulsivo y obsesivo de nuestro tiempo que ha abrazado la lectura como
forma de vida. Los cambios tecnológicos y el acceso a computadoras personales
no han hecho más que ampliar nuestro campo de lectura, aumentar nuestro apetito
como lectores, ampliar indefinidamente el corpus de textos disponibles,
estimular la escritura y comunicación con otros lectores de la autopista
electrónica, crear una revolución de la lectura y la escritura, renovar el
mundo de los signos, hacernos menos reales y más virtuales, transformarnos en
criaturas simbólicas mediadas aún más que antes por un universo de palabras.
Esto sólo puede contribuir al 15 florecimiento de la literatura, a la ampliación de sus
fronteras, a su multiplicación y enriquecimiento. Traigo una propuesta de
literatura y de lectura que espero puedan continuar otros lectores e
intérpretes de nuestros textos. Estudio en los actores de los procesos
culturales su obra escrita, no siempre literaria, desde la perspectiva de la
literatura. Y en los actores literarios analizo aspectos específicos de su obra
desde una perspectiva tanto estética como ética y política. Procuro leer la
literatura con un criterio amplio, que abarque tanto lo literario como lo
extraliterario, porque así se ha formado el corpus literario del pasado
nuestro, como síntesis de textos literarios y extraliterarios, a través de los
cuales propusimos nuestra propia idea de
literatura. Lo hemos hecho en el siglo XIX, como he podido comprobarlo al escribir mi libro : Los dilemas políticos
de la cultura letrada
En este otro libro continúo indagando dentro de ese
espíritu amplio lo que es nuestra cultura, nuestra literatura y nuestra
identidad en el siglo veinte, en el período que abarca desde el primer Peronismo hasta 1980, fecha de la
publicación de : "Respiración
artificial", de Piglia, el texto
más reciente del corpus que analizo. En estos estudios cada capítulo es
independiente del otro y, si bien el libro tiene una perspectiva y propuesta de
conjunto, el lector puede escoger el orden de su lectura o seleccionar sólo
aquellos capítulos que le interesen. Cada capítulo es una unidad en sí. Este
libro es producto de investigaciones, lecturas y reflexiones llevadas a cabo a
lo largo de más de diez años y su propuesta es crítica pero también pedagógica.
He procurado comunicar al lector ciertos hallazgos, que creo resultan útiles y
necesarios para entender nuestra cultura de aquella época desde el siglo XXI.
Mi perspectiva es dinámica, tiene en cuenta la movilidad del universo de
lecturas, y responde a los cambios que el tiempo presente introduce en nuestra comprensión del
pasado literario.
Alberto Julián Pérez, Buenos Aires, 1º de julio del 2013