miércoles, 12 de agosto de 2015
Falleció otro Preso Político de Argentina...
Dos y dos.
Dos tarjetas de amigos que se fueron. Y dos tarjetas de amigos que aún están. Aunque en realidad, estar… están todos.
En cualquier momento, una tarjeta de papel barato con foto carnet y plastificado berreta, es apenas eso. Pero en las muy malas… una tarjeta de papel barato, foto carnet y plastificado berreta con un cartel que dice Visita y otro que aclara Amigo… significa muchas muchas cosas.
Significa haber pensado en el otro. Significa haberle dedicado tiempo al otro. Significa haberse sacrificado por el otro. Significa… estar con el otro.
En las buenas casi todos. En las malas muy pocos.
Esa es la ley de la traición en la que yo no creo.
Como antes Julio… ahora Raúl. “Don Scheller” le decía yo desde mi más sincera y respetuosa civilidad. Como antes Julio, ahora se fue Don Scheller, Marino, y se fue peleando hasta el último aliento. Contra la enfermedad y contra un Régimen que lo sentenció a muerte. El lunes al mediodía me asomé tras la puerta de la terapia intensiva pero no me animé a entrar. Tantos años y tantas muertes aún no me han curtido de espanto.
Recé desde la puerta. Adentro, dos médicos lo atendían detrás de un biombo.
Se fue Don Scheller. Marino, un caballero del que nunca escuché un mal modo, el que nunca perdió la compostura ni su don de gente, aún estando en una situación tan vulnerable de encierro, de dolor… y sufrimiento.
Un abandono de parte del estado, una indiferencia social inexplicable, y un encono de parte de la justicia que lo persiguió hasta la muerte, me hicieron descreer para siempre de nuestra República, de la democracia y sus poderes. Nadie me lo contó. Yo lo viví.
Don Scheller fue uno de los miles de Presos Políticos que tuvo y que tiene mi Argentina. A don Shceller lo persiguieron con especial ahínco durante una década. Don Scheller andaba de cárcel en cárcel, de hospital en hospital, a los tumbos con su salud, abandonado a su suerte.
Aún recuerdo el día en que me enteré que lo habían trasladado desde el Penal en el que estaba detenido hacia un hospital de Buenos Aires. Llegué muy temprano un día de fin de semana. Abrí la puerta y sus huesos casi sin carne sonrieron agradecidos. “Hola Horacio… mirá cómo estoy”, me dice mostrándome su esqueleto. Era verano, y Scheller llegó deshidratado al Hospital Fernández después de un tortuoso deambular por hospitales del conurbano, en una camioneta del Servicio Penitenciario que ni siquiera tenía un asiento decente. Alguien le sacó una foto en pantalón corto, pensando lo peor. Pero lo peor aún no llegaba.
Con encono incomprensible, el Régimen Kirchnerista se ensañó con él, y solo lo liberó cuando ese Estado soberbio y despiadado supo que su salud era irreversible.
Don Scheller sin embargo nunca perdió sus buenos modos, ni su don de gente, nunca se olvidó de un “gracias” o un “por favor”.
Ni el Régimen ni los dolores profundos lo doblegaron. Esa ha sido su victoria.
Protagonista de los violentos años 70, cuando la Patria asaltada por el terrorismo pasó lista, Don Scheller dijo Presente para defenderla!! Mientras la mayoría gritó miedo.
Pasaron los años, y los terroristas de los 70 volvieron por la venganza. Raúl Scheller sufrió estoico la persecución y el encierro por aquello… mientras casi todos gritaron indiferencia.
Tuve el honor que Don Scheller me aceptara en su mesa de encierro, compartir café y charlas, y que me despidiera tras cada visita con un “adiós amigo, gracias por la visita”. Tengo la tranquilidad de no haber abandonado nunca la lucha para verlo libre. Y aunque en esto de la libertad nos ganó el destino, ambos sabemos que no nos doblegaron.
CAPITÁN DE NAVÍO RAUL SCHELLER, hasta siempre Soldado, descanse en paz… un abrazo enorme y gracias por todo.
Horacio R. Palma
No hay comentarios:
Publicar un comentario