La fe o creencia en una determinada "religión", es una elección independiente y libre para cada uno de nosotros. Hoy, frente a la crisis de valores que está sufriendo la sociedad, este acercamiento a una de ellas, es un importante estímulo que moviliza y eleva el sentimiento humano en profundidad .
Pocos días atrás, se llevó a cabo la peregrinación a Luján, que se realiza todos los años y adonde concurren muchos jóvenes y personas de mediana edad, para agradecer, acompañar ó pedir por sus familias y sus necesidades.
Es por eso que decidí publicar un artículo que rescaté de "La Nación" y que nos brinda un poco de luz, un poco de aire, un poco de esperanza, en medio de una sociedad que va cayendo en un materialismo insensible, donde los valores parecen desaparecer y de pronto nos encontramos en un laberinto del cual es difícil salir. Aquí va este sentido artículo...
"No hay nada en el mundo que se le compare"
Un testimonio impresionante de Gustavo Carabajal, periodista del diario La Nación tras 16 años de participar en la peregrinación a Luján.
Participé de la peregrinación a Luján durante 16 años y no hay nada en el mundo que se compare con semejante manifestación de fe.
Puede existir alguna diferencia entre la cantidad de caminantes entre un año y otro, pero lo que no decrece es la intensidad y la fuerza del espíritu de la gente.
Llegar a la basílica después de caminar los 65 kilómetros que separan Luján de Liniers no es sólo cuestión de un desafío personal, sino también una demostración de fe.
No hay una explicación lógica de por qué uno sigue participando de la peregrinación a pie a Luján.
Caminar a Luján y ofrecerle a la Virgen semejante sacrificio no tiene una motivación, al menos para mí, en el cumplimiento de una promesa.
Recorrí 16 veces el camino completo de Liniers a Luján para agradecer lo que me pasó en la vida. Lo bueno y lo malo.
Cada vez que voy a Luján no dejo de conmoverme con la voluntad de todos los peregrinos. Con la energía que ponen para caminar y llegar. Con los voluntarios que están día y noche al costado de la ruta para ofrecer agua y alentar con sus cantos. Con aquellos que fueron asignados a los puestos sanitarios.
Debido a una neumonía que sufrí hace dos años, tuve la necesidad de evitar la lluvia que arreció en la Capital y el Gran Buenos Aires durante la madrugada del sábado. Por eso elegí comenzar a caminar desde Moreno y no desde Liniers, tal como lo había hecho en las otras 16 oportunidades. A esto había que sumarle el sobrepeso acumulado en los casi cinco años que pasaron desde la última peregrinación en la que participé.
Fueron casi 40 kilómetros de caminata en los que advertí como nunca la presencia de voluntarios y puestos sanitarios para la atención del caminante.
A comparación de otros años, esta vez no vi muchos excesos en los precios de las bebidas y en las tarifas de los baños.
Dependiendo del lugar, las casas situadas al costado de la ruta cobraban $ 5 para poder usar el baño, mientras que un choripán y un sándwich de vacío se cobraban entre 10 y 15 pesos.
Aunque predominaban la gente joven y grupos de adolescentes, se pudo ver mucha gente de mi edad, entre 40 y 50 años; varias parejas de la misma edad, y algunos matrimonios con chicos con los carritos de bebes.
Cuando comenzaba la caminata en Liniers, este cronista acostumbraba hacer el trayecto hasta General Rodríguez sin detenerse. Allí se realizaba una pausa de media hora para comer algo rápido y afrontar los últimos 17 kilómetros que restan hasta Luján.
Este último fue el tramo más duro, donde las referencias de los puentes sobre la rutas 6 y 5 parecen alejarse en lugar de parecer más cercanos ante cada paso que se da. Una vez que uno creyó dar todo y que el trayecto terminó cuando llegó al puente del arco o del escudo en la entrada de Luján, todavía quedan 50 cuadras hasta la basílica.
Se entra por la calle Las Heras hasta que llega al 100 y de allí son dos cuadras a la derecha. Para entonces, y después de tantos kilómetros recorridos, no hay parte del cuerpo que no duela.
Pero todo ese dolor se transforma en alivio cuando uno comienza a subir las escalinatas de la basílica para agradecerle a la Virgen. No hay nada que se compare con esa sensación de haber hecho todo, de haber dejado todo por la fe..
(Fuente: Gustavo Carabajal - La Nación)
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