¿Serán las vacaciones un concepto que el ser humano inventó para justificar sus deseos de descansar, o son parte del reposo que necesitan la mente, el cuerpo y el espíritu? Se llama vacaciones a los días del periodo anual designado para que las personas dispongan de un descanso total o de un receso de sus actividades cotidianas. Se dice que cambiar de actividad es igual que descansar, así que un individuo con una actividad laboral intelectual podrá encontrar descanso en una actividad manual, mientras que un sujeto con un gran trabajo manual podrá descansar mejor realizando alguna actividad intelectual.
La razón principal de que existan las vacaciones es prevenir el estrés —además de otras patologías físicas o emocionales—, así como incrementar la efectividad y productividad de las actividades durante el resto del año. Porque si bien es cierto que la vida nunca es fácil, la complejidad y las presiones aumentan cuando se está trabajando.
El estrés es un conjunto de reacciones que se generan en el organismo como respuesta a una diversidad de agentes nocivos, entre los que se encuentran el exceso de trabajo, las aspiraciones no satisfechas, la ansiedad laboral; todo lo que en conjunto implica un exceso de demandas externas superiores a la capacidad del individuo para resolverlas.
El estrés ocasiona una respuesta biológica como resultado de la producción de grandes cantidades de hormonas y de la alteración de los neurotransmisores cerebrales, lo que trae como consecuencia un importante deterioro de la salud física y mental del individuo, un pobre desempeño de sus actividades laborales y relaciones sociales y, en general, de su desenvolvimiento personal.
El ser humano posee un eje de comunicación constituido por el hipotálamo, la hipófisis y las glándulas suprarrenales, el cual gobierna las reacciones orgánicas del cuerpo. Ante situaciones alarmantes o periodos prolongados de estrés, este eje se altera, lo que provoca un incremento en la producción de dos sustancias principales: una hormona que se llama cortisona y otra que se denomina adrenalina y es un neurotransmisor. El aumento brusco de éstas en el torrente sanguíneo puede ocasionar problemas serios en el corto y el largo plazos. Estas sustancias son responsables de múltiples reacciones que atentan contra nuestra salud: pueden elevar de manera súbita la presión arterial o la frecuencia cardiaca, y en casos crónicos, es posible que se produzcan afecciones coronarias más severas, así como incrementos de los niveles de azúcar y colesterol en sangre, o descalcificación de los huesos. El exceso de cortisona puede acarrear trastornos del sueño y de la memoria, así como cambios del estado de ánimo. Asimismo puede afectar el sistema nervioso autónomo, el cual regula una serie de funciones automáticas, desde la respiración hasta el funcionamiento de los intestinos. Por ello hay innumerables cuadros ligados al estrés, por ejemplo, la gastritis, las úlceras, trastornos intestinales como la diarrea o, por el contrario, la constipación o el colon irritable, por nombrar algunos de ellos. Otras reacciones comunes aparecen a nivel dermatológico como la psoriasis, el vitíligo o la calvicie.
Para equilibrar dichas alteraciones —producto de someterse a periodos estresantes largos y continuos y evitar con esto la fatiga, misma que produce un estado alterado del equilibrio fisiológico del individuo y que disminuye la capacidad de rendimiento y de la memoria—, son necesarios los periodos vacacionales para restablecer el organismo. Por tanto es de vital importancia que en las vacaciones se realicen actividades que generen satisfacción, ya que incluso el simple recuerdo de los momentos agradables produce placer y es una fuente de energía para el resto del año. Diversos estudios han encontrado que para desligarnos por completo de la rutina de nuestras obligaciones se necesita un mínimo de tres semanas, periodo durante el cual logramos cambiar nuestros horarios, alejarnos de las presiones y reacomodarnos en nuestro nuevo entorno. Si bien cada persona utiliza las vacaciones de manera muy personal y diferente, el objetivo más común es descansar y relajarse placenteramente.
El denominador común indica que las personas ocupan el tiempo de vacaciones para realizar actividades recreativas, ya sea fuera de los lugares donde viven o dentro de la misma ciudad de residencia o el hogar. La costumbre de realizar viajes a otras ciudades viene desde los tiempos del Imperio Romano, cuando el emperador Adriano hizo construir caminos para conectar a Roma con la actual España y con la región del río Danubio, con el fin de unir comercialmente su vasto imperio. Después, las familias patricias y los altos funcionarios aprovecharon la ocasión para disfrutar del ocio en otras latitudes, con lo que nació el concepto de las vacaciones indisolublemente ligado al de los viajes. Pero amén de los placeres que nos proporciona el tiempo de recreación, las vacaciones son indudablemente necesarias para el ser humano.
Algunos estudios han señalado que la rutina “atrofia” el cerebro porque limita nuestros pensamientos, debido a que durante las actividades repetitivas sólo ponemos en funcionamiento una muy pequeña parte del cerebro y lo único que esto genera es un “adormecimiento” por algo que ya se tiene demasiado asimilado. Cuando el cerebro no se utiliza plenamente, como en el caso de las tareas monótonas o repetitivas, los pensamientos comienzan a vagar automáticamente e ingresa en un “modo de sueño diurno”, a diferencia de la activación neuronal que se produce cuando se realizan actividades diferentes de las cotidianas.
El ser humano posee un eje de comunicación constituido por el hipotálamo, la hipófisis y las glándulas suprarrenales, el cual gobierna las reacciones orgánicas del cuerpo. Ante situaciones alarmantes o periodos prolongados de estrés, este eje se altera, lo que provoca un incremento en la producción de dos sustancias principales: una hormona que se llama cortisona y otra que se denomina adrenalina y es un neurotransmisor. El aumento brusco de éstas en el torrente sanguíneo puede ocasionar problemas serios en el corto y el largo plazos. Estas sustancias son responsables de múltiples reacciones que atentan contra nuestra salud: pueden elevar de manera súbita la presión arterial o la frecuencia cardiaca, y en casos crónicos, es posible que se produzcan afecciones coronarias más severas, así como incrementos de los niveles de azúcar y colesterol en sangre, o descalcificación de los huesos. El exceso de cortisona puede acarrear trastornos del sueño y de la memoria, así como cambios del estado de ánimo. Asimismo puede afectar el sistema nervioso autónomo, el cual regula una serie de funciones automáticas, desde la respiración hasta el funcionamiento de los intestinos. Por ello hay innumerables cuadros ligados al estrés, por ejemplo, la gastritis, las úlceras, trastornos intestinales como la diarrea o, por el contrario, la constipación o el colon irritable, por nombrar algunos de ellos. Otras reacciones comunes aparecen a nivel dermatológico como la psoriasis, el vitíligo o la calvicie.
Para equilibrar dichas alteraciones —producto de someterse a periodos estresantes largos y continuos y evitar con esto la fatiga, misma que produce un estado alterado del equilibrio fisiológico del individuo y que disminuye la capacidad de rendimiento y de la memoria—, son necesarios los periodos vacacionales para restablecer el organismo. Por tanto es de vital importancia que en las vacaciones se realicen actividades que generen satisfacción, ya que incluso el simple recuerdo de los momentos agradables produce placer y es una fuente de energía para el resto del año. Diversos estudios han encontrado que para desligarnos por completo de la rutina de nuestras obligaciones se necesita un mínimo de tres semanas, periodo durante el cual logramos cambiar nuestros horarios, alejarnos de las presiones y reacomodarnos en nuestro nuevo entorno. Si bien cada persona utiliza las vacaciones de manera muy personal y diferente, el objetivo más común es descansar y relajarse placenteramente.
El denominador común indica que las personas ocupan el tiempo de vacaciones para realizar actividades recreativas, ya sea fuera de los lugares donde viven o dentro de la misma ciudad de residencia o el hogar. La costumbre de realizar viajes a otras ciudades viene desde los tiempos del Imperio Romano, cuando el emperador Adriano hizo construir caminos para conectar a Roma con la actual España y con la región del río Danubio, con el fin de unir comercialmente su vasto imperio. Después, las familias patricias y los altos funcionarios aprovecharon la ocasión para disfrutar del ocio en otras latitudes, con lo que nació el concepto de las vacaciones indisolublemente ligado al de los viajes. Pero amén de los placeres que nos proporciona el tiempo de recreación, las vacaciones son indudablemente necesarias para el ser humano.
Algunos estudios han señalado que la rutina “atrofia” el cerebro porque limita nuestros pensamientos, debido a que durante las actividades repetitivas sólo ponemos en funcionamiento una muy pequeña parte del cerebro y lo único que esto genera es un “adormecimiento” por algo que ya se tiene demasiado asimilado. Cuando el cerebro no se utiliza plenamente, como en el caso de las tareas monótonas o repetitivas, los pensamientos comienzan a vagar automáticamente e ingresa en un “modo de sueño diurno”, a diferencia de la activación neuronal que se produce cuando se realizan actividades diferentes de las cotidianas.
La activación neuronal contribuye a mantener el cerebro saludable y a prevenir potencialmente o a reducir la disminución cognitiva que aparece con los años. En los largos periodos de trabajo tendemos a restringir nuestras actividades a las situaciones que conocemos, porque de alguna manera nos sentimos más cómodos al facilitarlas y así reducimos la estimulación del cerebro, con lo cual limitamos su óptimo funcionamiento.
Es tal la importancia de un descanso cerebral y de salir de la rutina de nuestras actividades, que actualmente hay diversas asociaciones encaminadas a crear proyectos de “gimnasia cerebral”, cuyo objetivo es ejercitar las neuronas para evitar entrar en actividades rutinarias. Esto se basa en los hallazgos que indican que es posible generar nuevas conexiones neuronales incluso en etapas avanzadas de la vida, cuando el cerebro se involucra en actividades novedosas que implican la utilización de nuevas rutas neuronales, diferentes de las que por lo común se emplean en el vivir diario. Por ello se propone enfrentar constantemente el cerebro a situaciones de cambio que le impliquen un desafío al activar y movilizar los recursos que normalmente no se utilizan.
Por lo anterior, las vacaciones y su buen aprovechamiento son indispensables para mantener la agudeza mental así como el adecuado estado físico y emocional del ser humano.