Reflexiones / Escuela pública y privada
Con esta sí, con esta no
Argentina es un país con una fuerte tradición de educación pública que abarca a todos los niveles de enseñanza. Sin embargo, en los últimos años el sector privado en la educación a crecido mucho y desde hace un tiempo que vastos sectores de clase media, íntegramente formados en la escuela estatal, eligen enviar a sus hijos a una escuela paga. ¿Cuáles son las causas de este fenómeno y que implicancias tiene en la conformación del sistema educativo argentino?
Según datos del Ministerio de Educación, en 2000 el 25% de las unidades educativas de nivel inicial en todo el país eran de gestión privada. Aunque en Capital Federal el porcentaje de jardines de infantes privados ascendía al 74 % y al 57% en los partidos del Conurbano bonaerense. En EGB 1 y 2 (primaria) la presencia del sector de gestión privada disminuye al 16 %, aunque también en este ciclo en la Ciudad de Buenos Aires este porcentaje supera a la mitad de la oferta (54 %). El fenómeno se extiende también a las escuelas secundarias (EGB 3 y Polimodal) y está particularmente concentrado en el nivel terciario y universitario donde el sector privado tiene también una participación importante en provincias como Córdoba, La Pampa, Mendoza, Santa Fe y Tucumán.
Estos datos son de por sí elocuentes. Pero aunque desde el punto de vista del alumnado que atiende cada sector el sistema de gestión estatal sigue llevando la delantera, existe una tendencia al crecimiento del sector privado. Cifras no oficiales, citadas por la revista Viva, revelan que la educación privada creció más de un 10% este año y que hoy en día uno de cada cuatro alumnos paga por estudiar. Nuevamente, en la Capital y algunas localidades de la zona norte del conurbano bonaerense la concentración es mucho mayor. En Vicente López y San Isidro, por ejemplo, la matrícula privada supera el 60%. Las causas del fenómeno son múltiples, pero existen algunos indicios que permiten identificar las razones por las cuales la clase media se vuelca cada vez más hacia la educación privada.
Laica, gratuita y obligatoria
Desde que se impuso, con la Ley de Educación Común Nº 1420 promulgada en 1884, la educación laica, gratuita y obligatoria en todo el territorio del país tuvo un importante desarrollo la escuela pública.
En un país cuya población estaba integrada mayoritariamente por inmigrantes, la educación fue promovida como una forma de lograr la unidad nacional. Una escuela centralizada, con contenidos comunes y que ofrezca igualdad de oportunidades era considerada fundamental por las clases dirigentes para esa etapa del desarrollo del país.
Hasta mediados del siglo XX nadie discutía del éxito del sistema educativo argentino. Durante años la escuela fue considerada como un primer paso hacia el ascenso social por las clases populares y, al mismo tiempo lugar de integración cultural. Pero a fines de los ‘60, teóricos de la educación plantearon que el acceso a una educación de calidad no era igual para todos además de cuestionar la eficacia de los contenidos.
Nivel social y capital intelectual
Si bien hoy su matrícula es récord, lo cierto es que la educación privada no es un fenómeno nuevo. Las escuelas de comunidad, fundadas por inmigrantes de distintas nacionalidades preocupados por transmitir su idioma y mantener su identidad cultural a través de las generaciones, fueron las pioneras en la actividad y algunas hoy cuentan con más de 100 años de trayectoria. También las escuelas religiosas cuentan con una larga tradición. Pero desde la universalización de la escuela pública, el sector privado tuvo una incidencia minoritaria en el sistema educativo.
Recién a mediados de los ’60, cuando comenzó a surgir una nueva generación de escuelas privadas que respondían a las demandas de los sectores sociales más dinámicos, el sector privado de enseñanza comenzó un camino de crecimiento que hasta el día de hoy no se detiene.
Laura Leibiker, co-autora junto a Sandra Pugliesi del libro ¿Cómo elegir la escuela de nuestros hijos?, señala: “A mediados de los ’60 surgieron nuevos proyectos porque la educación pública, que en su momento había sido una educación de avanzada, no había acompañado los cambios sociales que se habían producido. Posiblemente debido a la gran cantidad de períodos no democráticos que hubo en el país, la escuela pública se estancó al no incorporar determinados conceptos o metodologías pedagógicas mundialmente aceptadas como el constructivismo y el trabajo en grupo.”
Entonces, las clases medias y altas, los profesionales empezaron una retirada de la escuela pública hacia proyectos basados en estas pedagogías o que proponían otras búsquedas ya sea a través de la incorporación de nuevos conocimientos o de un desarrollo del arte y lo expresivo.
Pero la verdadera explosión de la educación privada se produjo durante la década del ‘90, neoliberalismo mediante. Aunque en este caso la oferta diferencial buscada por quienes podían pagarla era el conocimiento práctico de herramientas para el mundo del trabajo. “Mientras que en los ‘60 hubo una búsqueda de un capital intelectual que no estaba disponible, en los ‘90 lo que se buscaba era un capital social diferente”, dice Leibiker.
Sandra Pugliesi lo explica: “Tiene que ver con los cambios que se estaban produciendo a nivel social. Frente a un mercado que dejaba cada vez a más gente afuera y a una educación pública desprestigiada, los padres empezaron a buscar que la escuela les dé herramientas específicas, como la enseñanza de idiomas o computación, que lo beneficiaran a futuro para competir en el mercado laboral.”
La crisis económica del fin de la década y los temblores de 2001 hicieron que algunos sectores medios vuelvan a la escuela pública, debido a que no podían pagar las cuotas. Pero también hubo quienes, incluso en esos momentos, sostuvieron la educación de los hijos con grandes esfuerzos y sacrificios.
Es que la calidad educativa es hoy un bien preciado difícil de encontrar en todos los establecimientos. Por eso, más allá de quien lo administre, las familias comparan propuestas y eligen la que consideran mejor entre las privadas y las pocas escuelas estatales que conservan su prestigio.
En las estatales
La escuela pública, por su parte, no quedó indemne a estas transformaciones. Y en la búsqueda de la excelencia algunas siguieron el camino trazado por las privadas: entre las primarias estatales hoy son cada vez más las de doble jornada, las hay con proyectos bilingües, orientadas hacia lo artístico o con informática.
La Ley Federal de Educación, sancionada en 1993, permitió una actualización necesaria de los contenidos básicos comunes y, al mismo tiempo, la descentralización favoreció el surgimiento de proyectos diferenciados. Pero, por otra parte, los sucesivos ajustes generaron un vaciamiento de la escuela pública, al mismo tiempo que una desviación de sus objetivos teniendo que ocuparse también de las necesidades básicas insatisfechas de gran parte del alumnado. Esto incrementó la huida de una buena parte de la clase media de la escuela pública. El resultado fue el confinamiento de los más pobres en la escuela desprestigiada.
“Tal vez hoy muchas primarias estatales trabajen como lo hacían algunas de las privadas que surgieron en los ’60 y otras incorporaron la enseñanza de idiomas o computación. Porque el sistema de gestión estatal, a pesar de su desprestigio, cuenta con una buena calidad educativa”, asegura Leibiker. “Pero hoy el problema es otro. –continúa- Lo que les preocupa a los padres es la conformación social.”
Mientras que antes se valoraba positivamente la heterogeneidad del alumnado en la escuela pública hoy se busca la formación de grupos homogéneos, con un estilo de vida parecido al de la familia. “El temor es encontrarse con muchas diferencias en la convivencia, con gente que tenga otro estilo de vida o pertenezca a un estrato social diferente”, describe Pugliesi.
Lo paradójico es que lo mismo que antes era considerado positivamente, es a lo que hoy se le teme. “Cuando estábamos haciendo el libro, el psicoanalista Juan Carlos Volnovich nos lo planteó así: Lo que sucede en el ámbito de la educación es un retrato social que excede a la escuela. Antes los chicos jugaban en la vereda, en la cuadra, y lo que se vivía era el barrio. Hoy en día el que quiere estar seguro vive en un barrio privado, un barrio que no tiene afuera. Y la escuela privada es como el country; lo peligroso queda del lado de afuera”.
En este punto, las periodistas cuentan que en las entrevistas notaron que muchos padres de clase media se encontraban con una contradicción: “mientras que por un lado piensan que el abrazo a la escuela pública es lo que la sostiene, al mismo tiempo no quieren que su hijo sea víctima de su forma de pensar”, describen.
Los que cambiaron
También está el caso de los que eligieron una opción pero decidieron cambiar a mitad de camino. “Algunos eligieron la escuela estatal y no soportaron determinadas situaciones como la violencia, o notaron que el hijo no recibía la estimulación que ellos esperaban porque los docentes estaban preocupados por resolver otras situaciones más complejas. Pero también están los que eligieron una privada y luego volvieron a la escuela pública porque no encontraron el supuesto valor agregado que les prometieron”, cuentan las periodistas.
Si de comparaciones se trata, los especialistas coinciden en que ningún sistema garantiza de por sí calidad. A los padres que tengan que elegir escuela para sus hijos, sugieren hacerlo despojados de prejuicios y en función del proyecto de cada institución y de cómo este es llevado a cabo. “Existe el mito de que privada es mejor, pero eso no es cierto. –aseguran Lieibiker y Pugliesi- Algunas tienen proyectos horrendos y otras tiene proyectos buenísimos que no están desarrollados. Y hay muchas escuelas públicas que tienen proyectos interesantes y una conducción inteligente capaz de llevarlos a cabo.” La recomendación es consultar, pedir entrevistas con los directivos, entrar a la escuela y mirar. “Uno tiene que sentirse cómodo en la escuela que elige para su hijo”, resumen.
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