Tzvetan Todorov, uno de los más brillantes pensadores del presente, escribió: El pasado es fructífero no cuando alimenta el resentimiento, o el triunfalismo, sino cuando nos induce amargamente a buscar nuestra propia transformación. Un pueblo debe recuperar su pasado no para repetirlo, ni para legitimar sus reivindicaciones actuales, cayendo de pleno en el ciclo interminable de las venganzas y las represalias, sino para extraer una lección con vistas al porvenir.
El pasado como lección. Nada más actual en la Argentina. El Gobierno instrumentaliza el pasado, lo usa en el presente para justificar sus actos y para ello aplaude a un grupo minoritario de escritores que producen obras con especial frecuencia. Eso de que Moreno era progresista y Saavedra reaccionario suena a humorada. Una burda terminología de la actualidad para trazar una descripción irreal de lo que realmente sucedió hace mucho tiempo, donde las ideas, las intenciones, los propósitos las pasiones y los impulsos de la realidad eran muy distintos a los de la actualidad.
¿Para que sirve la historia sino para evitar golpearnos con el mismo obstáculo en el camino, sabiendo dónde está? Así, los ejemplos de la historia muestran que la elección del próximo domingo no es eso. Todo ha quedado reducido a una encuesta, para averiguar donde estamos parados unos y otros. Es, en los hechos, un termómetro para medir la reacción de la sociedad frente a una oposición desordenada y volcada más a la defensiva que al ataque. La verdad definitiva se verá en octubre. Ahora, internas, lo que se dice internas, no existen desde el lado del oficialismo. Un despropósito.
No voy a cantar cuál es mi candidato preferido en el acto próximo (como se hacía en los tiempos de los conservadores, frente a la mesa electoral ) pero una nota que firmó el ex canciller Dante Caputo en el diario Perfil nos obliga a reflexionar sobre un asunto preocupante. Caputo dice que se acabaron los partidos políticos, que lo que va a elegir la ciudadanía es a un grupo de políticos expertos en hablar por televisión. Si eso es así estamos mucho peor de lo que creíamos.
Aunque se diga una y mil veces que la política es eso, candidatos más un discurso mediático, más el trabajo de los especialistas en marketing electoral, aquí y en otras naciones del mundo, presenciamos una especie de perversión de la democracia. Reducida en sus posibilidades de socializar a través de los partidos políticos y de expresarse a través de ello, la democracia pasa a ser una plataforma donde procuran lucirse los narcisistas que justifican todo, que avalan lo imperfecto. Seducción, sin ideas, sin agendas programáticas. Política frívola, sin valores.
No sé si deben estar presentes en estas elecciones parlamentarias pero sería enriquecedor que los candidatos se refieran a asuntos decisivos desde ahora y pensando en el futuro, más allá de la inseguridad, la inflación y las broncas contra los adversarios. Sería buenísimo escuchar propuestas que compartan otros, en viejos o en nuevos partidos políticos, sobre educación, sector donde el actual gobierno utilizó un presupuesto que sólo sirvió para aumentar los salarios docentes sin dar vuelta los conceptos ni la misma estructura de enseñanza. Sin mejorar los objetivos de la docencia. Los chicos de la primaria se aburren. Los del secundario y en las universidades desertan. No hay escuelas o institutos de puertas abiertas para que se sienta como la alternativa para crecer en una dimensión humana. Sin escuela, sin proyectos de vida conforman estadísticamente casi un millón de jóvenes en la Argentina que no estudian ni trabajan. Esta es una hipoteca tremenda para la nación, una carga pesada para los tiempos futuros. No hay planes políticos para enfocar la reversión del drama de la salud pública. Mejorar salarios es un paso pero es sólo el inicio.
Tampoco hay propuestas para acabar con el saqueo del ANSeS porque las autoridades oficiales canalizan sus fondos (las cifras son un secreto) hacia destinos sospechosos. Dignificar a los jubilados (a los pasivos en serio, no a los que nunca trabajaron y que les regalaron un ingreso) dándoles respuestas serias a 500.000 reclamos en juicios que están tirados en las oficinas de la Justicia desde hace bastante tiempo. Faltarían darle vida y presencia a otros temas afligentes: la carga impositiva, la más alta de la historia nacional, la modificación de la estructura fiscal provincial y nacional, promesas incumplidas desde el 2003. Y, por sobre todo, los políticos deben dar esperanza, exigir previsibilidad, forjar un horizonte menos negro que el que nos envuelve.
El pasado como lección. Nada más actual en la Argentina. El Gobierno instrumentaliza el pasado, lo usa en el presente para justificar sus actos y para ello aplaude a un grupo minoritario de escritores que producen obras con especial frecuencia. Eso de que Moreno era progresista y Saavedra reaccionario suena a humorada. Una burda terminología de la actualidad para trazar una descripción irreal de lo que realmente sucedió hace mucho tiempo, donde las ideas, las intenciones, los propósitos las pasiones y los impulsos de la realidad eran muy distintos a los de la actualidad.
¿Para que sirve la historia sino para evitar golpearnos con el mismo obstáculo en el camino, sabiendo dónde está? Así, los ejemplos de la historia muestran que la elección del próximo domingo no es eso. Todo ha quedado reducido a una encuesta, para averiguar donde estamos parados unos y otros. Es, en los hechos, un termómetro para medir la reacción de la sociedad frente a una oposición desordenada y volcada más a la defensiva que al ataque. La verdad definitiva se verá en octubre. Ahora, internas, lo que se dice internas, no existen desde el lado del oficialismo. Un despropósito.
No voy a cantar cuál es mi candidato preferido en el acto próximo (como se hacía en los tiempos de los conservadores, frente a la mesa electoral ) pero una nota que firmó el ex canciller Dante Caputo en el diario Perfil nos obliga a reflexionar sobre un asunto preocupante. Caputo dice que se acabaron los partidos políticos, que lo que va a elegir la ciudadanía es a un grupo de políticos expertos en hablar por televisión. Si eso es así estamos mucho peor de lo que creíamos.
Aunque se diga una y mil veces que la política es eso, candidatos más un discurso mediático, más el trabajo de los especialistas en marketing electoral, aquí y en otras naciones del mundo, presenciamos una especie de perversión de la democracia. Reducida en sus posibilidades de socializar a través de los partidos políticos y de expresarse a través de ello, la democracia pasa a ser una plataforma donde procuran lucirse los narcisistas que justifican todo, que avalan lo imperfecto. Seducción, sin ideas, sin agendas programáticas. Política frívola, sin valores.
No sé si deben estar presentes en estas elecciones parlamentarias pero sería enriquecedor que los candidatos se refieran a asuntos decisivos desde ahora y pensando en el futuro, más allá de la inseguridad, la inflación y las broncas contra los adversarios. Sería buenísimo escuchar propuestas que compartan otros, en viejos o en nuevos partidos políticos, sobre educación, sector donde el actual gobierno utilizó un presupuesto que sólo sirvió para aumentar los salarios docentes sin dar vuelta los conceptos ni la misma estructura de enseñanza. Sin mejorar los objetivos de la docencia. Los chicos de la primaria se aburren. Los del secundario y en las universidades desertan. No hay escuelas o institutos de puertas abiertas para que se sienta como la alternativa para crecer en una dimensión humana. Sin escuela, sin proyectos de vida conforman estadísticamente casi un millón de jóvenes en la Argentina que no estudian ni trabajan. Esta es una hipoteca tremenda para la nación, una carga pesada para los tiempos futuros. No hay planes políticos para enfocar la reversión del drama de la salud pública. Mejorar salarios es un paso pero es sólo el inicio.
Tampoco hay propuestas para acabar con el saqueo del ANSeS porque las autoridades oficiales canalizan sus fondos (las cifras son un secreto) hacia destinos sospechosos. Dignificar a los jubilados (a los pasivos en serio, no a los que nunca trabajaron y que les regalaron un ingreso) dándoles respuestas serias a 500.000 reclamos en juicios que están tirados en las oficinas de la Justicia desde hace bastante tiempo. Faltarían darle vida y presencia a otros temas afligentes: la carga impositiva, la más alta de la historia nacional, la modificación de la estructura fiscal provincial y nacional, promesas incumplidas desde el 2003. Y, por sobre todo, los políticos deben dar esperanza, exigir previsibilidad, forjar un horizonte menos negro que el que nos envuelve.
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