La palabra "trabajo" según el diccionario, es "Ocupación retribuída". "Obra, resultado de la actividad humana". La segunda acepción, brinda una idea más abarcadora de lo que los trabajadores hacen cada día, a partir de que suena el despertador para comenzar la jornada y hasta que ésta llega a su fin.
Quizá las tareas varíen día a día, quizá no tenga horarios marcados, quizá deba viajar para llegar al lugar de trabajo o quizá pueda desarrollar su labor desde su casa, traducido como oficina virtual.
Lo cierto es que las variables son muchas pero siempre está de por medio un resultado : el trabajo, por pequeño que sea, redunda en una obra humana. Allí reside gran parte de su valor, además de la retribución digna que se pueda contabilizar por llevarla a cabo.
Lo cierto es que las variables son muchas pero siempre está de por medio un resultado : el trabajo, por pequeño que sea, redunda en una obra humana. Allí reside gran parte de su valor, además de la retribución digna que se pueda contabilizar por llevarla a cabo.
Si no, pensemos en la mayoría de nuestros ancestros. Aquellos inmigrantes que llegaron a nuestra Argentina cuando sólo era un páramo fértil con todo por hacer, mezclando la esperanza con el desarraigo, la lengua materna con las ganas intactas de darle forma a una vida justa y feliz.
Aquel sacrificio, aquella conquista de la tierra nueva, les implicó esfuerzo, jornadas interminables sin perspectiva futura, en síntesis, podría decirse que les tomó mucho "trabajo". Y aquí es donde la palabra recobra su fuerza : la obra a la que los inmigrantes dieron forma con sus manos, su sudor y su entrega fue pasando de generación en generación. En algunos casos, se heredó la sangre que valora el trabajo y lo mantiene en alto como un emblema de dignidad; en otros, hasta se traspasó el oficio, el comercio, la industria, la profesión o la parcela de tierra y su fertilidad para que los hijos y los nietos continuaran andando el camino trazado y pudieran ver en realidad concreta lo que el trabajo era capaz de lograr : concretar las esperanzas que traían los abuelos al bajar del barco.
Aquellos que se animaron a buscar en una nueva tierra las oportunidades, dejan en claro que se puede empezar de cero, que es válido pugnar por crear un lugar mejor para vivir a partir del esfuerzo individual y social, y aún más si esta obra se muestra a las generaciones futuras como un ejemplo.
Los que los siguieron, siguen arremangados, con las herramientas en la mano y la fe en alto, buscando en la labor cotidiana el arraigo a la propia tierra. Con el trabajo, en cada rincón del país, es vital apostar a las oportunidades. Esas que se pueden concretar con las propias manos, la conquista de las jornadas extensas y cansadoras, pero que llegan a la mesa convertidas en pan, enseñanza y valores para las nuevas generaciones.
"Educar para lograr un trabajo digno será nuestro lema"
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