Por siglos, los hombres de ciencia se desvelaron sobre sus microscopios para vencer flagelos que mataban a millones en todo el mundo : rabia, viruela, cólera, fiebre amarilla, influenza (gripe), polio, neumonía, sarampión, rubeola...
Hoy, siglo XXI, todos esos males son negros recuerdos : basta un leve pinchazo o una incisión subcutánea para alejar a cualquiera de esos fantasmas. Sin embargo, por ignorancia o fanatismo, algunos rechazan esas vacunas, provadas universalmente y absolutamente eficaces. Al respecto, la Corte Suprema acaba de promulgar un fallo ejemplar : obligó a una familia a vacunar a su hijo, nacido en 2009, "porque de no hacerlo, pondría en riesgo la salud de toda la comunidad ". Esa familia se negaba porque, adicta a la medicina homeopática y ayurveda, cree que cualquier vacuna es nociva, atenta contra su credo y contradice el artículo 19 de la Constitución Nacional : "Las acciones privadas que no ofendan el orden y la moral pública ni perjudiquen a terceros están exentas de la autoridad de los magistrados". Pero ese artículo, sabio en otros casos (aunque sujeto a interpretación y debate), es una bomba de tiempo en el caso del rechazo a las vacunas. Justamente porque, en su fallo, la Corte argumenta, con solidez indiscutible, que "la no vacunación afecta los intereses de terceros, en tanto pone en riesgo la salud de toda la comunidad y compromete el régimen de vacunación oficial y obligatoria, por lo que no puede considerarse como una de las acciones privadas del artículo 19"
Decisión justa e inapelable : un niño o un adulto no vacunado puede contagiar, incluso mortalmente, a decenas, centenares o miles de habitantes : desde un pequeño pueblo hasta una gran ciudad.
Curiosamente, quienes se oponen a las vacunas no son siempre padres de grupos marginales o excluidos : también familias de formación universitaria que rechazan, por razones más que discutibles, los avances de la ciencia en ese sentido. Para decirlo más claramente : negarse a la vacunación es un potencial delito, capaz de generar la propagación de una enfermedad hasta cifras incalculables. Es, en fin, un modo no sólo de enfermar : también de matar.
Y no acatar ese fallo, un acto de rebeldía irracional que más tarde o más temprano será penado por la Ley. Y será Justicia
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