Así, por ejemplo, cuando un chico pequeño se muestra excesivamente preocupado por algunas cuestiones no acordes a su edad, es una señal de alerta para consultar.
El miedo a la oscuridad, por ejemplo, es normal en niños de muy corta edad, pero cuando uno de siete u ocho años se niega a permanecer solo y dormir en su habitación por esta causa, podría estarse en presencia de un trastorno de ansiedad.
Lo mismo sucede con los chicos que manifiestan dolores de panza y de cabeza de manera constante, manifestando conductas evitativas - por ejemplo para no ir al colegio - sin que exista causa orgánica para ello.
Un bebé de un año, en tanto, debe estar preparado para separarse momentáneamente de sus padres. Sin embargo, hay algunos a los que esto les resulta imposible y se angustian y no paran de llorar, lo que puede estar anunciando un problema más serio que obliga a la consulta profesional.
Otros síntomas para tener en cuenta son nerviosismo sin motivo, miedo a que "algo malo" pueda sucederle a él o a sus padres, temor a estar en lugares donde hay mucha gente, o preocuparse excesivamente por lo que los demás piensan de él.
Además deben llamar la atención, cambios o problemas en las áreas de la alimentación y el apetito, el desempeño escolar, el nivel de actividad, el estado de ánimo o en las relaciones con la familia o los amigos.
Por otra parte, también resulta preocupante que un niño se lave las manos obsesivamente varias veces al día, que evite ensuciarse y que manifieste conductas no acordes a su edad biológica.
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