La humanidad está atravesando una crisis de valores morales, económicos y sociales de particular relevancia. Son momentos de trascendencia que debemos asumir con responsabilidad, por las consecuencias actuales y futuras que producen.
No podemos, por ello, permanecer indiferentes ni ser espectadores de decisiones que nos involucran y que requieren de una madura reflexión y de una amplia participación.
La humanidad está paralizada, pero sin embargo esta crisis logrará que gran parte de los hombres y las mujeres que la conformamos, nos detengamos a reflexionar sobre "qué queremos para nuestra sociedad" y "adónde queremos ir".
Para eso se necesita una transformación desde el interior. El cambio debe partir de nosotros.
El contexto de crisis global nos plantea la oportunidad (o necesidad) de rehacer nuestras instituciones para que sean más transparentes y estén mejor reguladas.
La crisis estimula a quien escucha el llamado a la participación. En el caso particular de la Argentina, todos los ciudadanos deberíamos escuchar ese llamado.
Es un problema de actitud, de compromiso, de flexibilidad, de cooperación, de optimismo, de espiritualidad, de esperanza.
Nada se logra con la intolerancia ni con la indiferencia. La riqueza de la vida se encuentra en la diversidad y las diferencias.
Las doctrinas políticas, religiosas y filosóficas, proponen concepciones diferentes que nos llevan a pensar. No podemos reaccionar sin antes reflexionar. Ese es el caso de la doctrina totalitaria que interpreta toda diferencia de opinión como una oposición y conlleva a un comportamiento violento, agresivo, cruel, inhumano.
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