Si pensamos en términos de valores, es en los primeros años en los que cada niño, a través del juego, comienza a relacionarse con ellos. Y, de a poco, va aprendiendo y forjando tanto su propia historia como la que lo precede: la de su propia familia, la de su pueblo, y más adelante, ya escolarizado, la de su país.
El mes de agosto encuentra un punto en común. ¿Por qué? Porque decidimos emparentar dos celebraciones que, a simple vista parecían lejanas, pero que tienen su encuentro maravilloso en la cotidianeidad del juego de los niños y esos granaderos con caballos de escoba. Se trata del Día del Niño y del nacimiento del General José de San Martín.
El General es quien evoca la epopeya, la valentía, la lealtad de las tropas a su cargo. Tiene una carga representativa, aún en un simple juego, que sólo algunos superhéroes de TV se animan a enfrentar en el imaginario infantil. Y es una suerte, porque quiere decir que aún los valores sanmartinianos perduran y se fortalecen en la imaginación de los chicos.
Incluso algunos de ellos se suman en un curioso programa de "Granaderos por un día" que ofrece la localidad de Yapeyú, en Corrientes, ahí donde nació el héroe, para niños en edad escolar. Se sentirán bravos, valerosos, enormes, aunque apenas sobrepasen el metro de altura.
Sin dudas, José de San Martín es un hombre que enaltece el orgullo nacional de todas las generaciones. Es nada menos que el que liberó a Sudamérica de la colonización española. Le está agradecido nuestro país, Chile y Perú. Sus campañas fueron valientes, ni siquiera lo frenó la Cordillera de los Andes con su magnificencia, su altura, el frío, el viento. El cruce es, en sí mismo, un acto de aventura casi inexplicable para su época. Es el arrojo hecho historia.
San Martín nació en Argentina, se formó en Europa, combatió en África y con 34 años, en 1812 y con el grado de teniente coronel, llegó a Buenos Aires para fundar el Regimiento de Granaderos a Caballo. Triunfó en el inolvidable combate de San Lorenzo. Tomó a su cargo el Ejército del Norte y allí dio luz al plan de emancipación sudamericana. El Ejército de los Andes atravesó el macizo que nos separa de Chile, batalló con éxito en Chacabuco y Maipú; luego atacó el poder español en Lima, Perú, y así, uno a uno, los tres países lograron su independencia.
No en vano lleva el mote de Padre de la Patria. No en vano cada año, los chicos se entusiasman en personificarlo en cada acto escolar.
Quizás en los juegos de la hora de la siesta, con espada en mano y caballo de madera, los chicos no se acuerden de él con nombre y apellido. Pero con la imaginación, sin querer, están recreando su proeza. Que lo lúdico nutra lo didáctico y viceversa. Y que ambos, florezcan en los valores de las nuevas generaciones.
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