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"Líneas y Entre Líneas"...

... los invita a disfrutar , con otra mirada y con sus opiniones personales, de los encuentros y desencuentros en los distintos roles que hoy nos tocan vivir en la sociedad.

En este espacio, "La Educación" será el centro en torno al cual giren los distintos temas. A veces delirantes, otras veces reales, mutando de una expresión dura a una actitud tierna.

Así serán las interesantes propuestas y sugerencias hacia un mismo objetivo : "Convivir en Sociedad"


miércoles, 15 de marzo de 2017

María Eugenia Vidal, ¿la Thatcher argentina ?

EL PAÍS
ARGENTINA
María Eugenia Vidal, ¿la Thatcher argentina?
La gobernadora de Buenos Aires abre una guerra a muerte con los sindicatos de maestros que marcará 
todas las demás
Frigerio: “Algunos quieren que Macri no termine pero no tendrán éxito”
Los maestros mantienen la huelga y el pulso definitivo con Mauricio Macri
Prácticamente un año entero, entre el 6 de marzo de 1984 y el 3 de marzo de 1985, aguantaron los mineros británicos un pulso en forma de huelga contra Margaret Thatcher. Pero perdieron, y esa derrota convirtió 
a la primera ministra en la heroína del liberalismo. Desde entonces en cada pulso sindical en todo el planeta 
se recurre a ese ejemplo. Argentina vive estos días uno muy intenso y la protagonista, del lado del poder 
político, también es una mujer: María Eugenia Vidal, la gobernadora de Buenos Aires, la provincia más poblada, más rica, más corrupta, más compleja. El corazón del peronismo. Y enfrente tiene a los poderosos sindicatos 
de maestros públicos, peronistas y cercanos a Cristina Fernández de Kirchner, la expresidenta. A los macristas 
no les gustan los debates ideológicos y menos que se les asocie con la derecha. Thatcher, además, no tiene buena prensa en Argentina desde la guerra por el control de las Islas Malvinas, en 1982. Pero esta batalla 
podría convertir a Vidal en la Thatcher del macrismo, la única que consiguió vencer un pulso a los sindicatos peronistas.
Vidal es la política mejor valorada de Argentina, por encima de su propio jefe, Mauricio Macri. Logró arrebatar Buenos Aires al peronismo, una hazaña impensable. Y ahora se enfrenta con toda la dureza posible a una 
huelga de maestros que parece el momento clave del Gobierno de Macri después de 15 meses en el poder. Cuatro millones de niños que acuden a la escuela pública llevan casi dos semanas sin clase, mientras las 
privadas arrancan sin problemas. Los padres están cada día más desesperados y la presión crece. A esas 
escuelas acude no solo la clase media, sino sobre todo los niños más pobres, con lo que no solo están 
perdiendo clase, también el comedor donde se alimentan a diario. Por eso la presión hacia el Gobierno para 
que negocie un mejor aumento de sueldo con los maestros es cada día mayor. Pero también los sindicatos reciben críticas y tienen sus debates internos. Ambos parecen dispuestos a aguantar hasta el final y la batalla 
se recrudece. De momento el Gobierno lo ha intentado sin éxito con medidas legales. Ahora parece dispuesto 
a sacar la artillería en modo de información interna de las finanzas de los sindicatos.
La sensación de que esta guerra es a todo o nada se ha instalado en la política argentina. El Gobierno ve detrás 
a Kirchner y sostiene que utilizan esta huelga para intentar derribarlo, como hicieron los sindicatos peronistas 
con los radicales Raúl Alfonsín en 1989 y Fernando De la Rúa en 2001. “Macri no es De La Rúa, no lo conocen. 
Es muy duro. Y María Eugenia está decidida a llevar adelante esta cruzada. Esto es una batalla política, Baradel [jefe del sindicato de maestros de Buenos Aires] está muy vinculado a Cristina Kirchner. Vamos a aguantar”, explica un miembro del Gobierno que está al corriente de las negociaciones. La batalla, lejos de suavizarse, se recrudece.

 PRESIDENCIA
La situación económica, que está tardando en recuperarse mucho más de lo que preveía el Gobierno, hace que los sindicatos vean débil a Macri. Y él necesita una demostración de fuerza. La guerra con los maestros parece 
el escenario elegido para una batalla tal vez inevitable en un año electoral –hay comicios en octubre para 
renovar buena parte del Parlamento- y con el peronismo en plena pelea para ver quién se hace con el liderazgo.
En Argentina hay otro componente inesperado: el trotskismo tiene más fuerza que en otros países, y presiona dentro de los sindicatos. El propio Baradel tiene una batalla interna con los trotskistas que le empujan para que sea aún más duro.
La decisión final la tiene Macri. Vidal, con una provincia prácticamente quebrada que está endeudándose para sobrevivir, insiste en que no puede ofrecer más que el 18% de aumento (los maestros piden un 35%, en un país que tuvo el año pasado un 40% de inflación y este se espera que supere el 20%). Si al final del año la inflación 
es superior a ese 18% -todo parece indicar que será así- promete compensarles. Para pagar más ahora, tendría que ayudarle el Gobierno nacional, en manos de su jefe. Pero Macri también parece dispuesto a dar esta pelea hasta el final para mostrarle a los sindicatos quién controla el país.
Toda la política argentina está concentrada en esta batalla. El lunes Rogelio Frigerio, ministro de Interior y 
hombre clave del macrismo, recibía a un grupo de corresponsales. Llegó tarde porque estaba con Macri 
hablando de los maestros. Terminó y se volvió otra vez al despacho presidencial, justo encima del suyo, para seguir con el único tema del momento en Argentina. Los macristas buscan fórmulas políticas para debilitar a 
su rival y forzarle a ceder. Hasta ahora, Macri había buscado pactos con todos, había evitado huelgas en su 
primer año de mandato, decidió no hacer reformas duras. Se llamó “gradualismo”. “El gradualismo no es una opción, es una necesidad en un país con estos problemas de inflación, de déficit, de pobreza”, aseguraba 
Frigerio a los corresponsales.
Las cosas están cambiando. Tanto el presidente como Vidal parecen dispuestos a aguantar un pulso clave. 
Los maestros también. El resultado marcará un momento en el que por primera vez el Gobierno tiene que 
salir a decir que aguantarán hasta el final de la legislatura. Porque ya hay quien lo duda.

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