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"Líneas y Entre Líneas"...

... los invita a disfrutar , con otra mirada y con sus opiniones personales, de los encuentros y desencuentros en los distintos roles que hoy nos tocan vivir en la sociedad.

En este espacio, "La Educación" será el centro en torno al cual giren los distintos temas. A veces delirantes, otras veces reales, mutando de una expresión dura a una actitud tierna.

Así serán las interesantes propuestas y sugerencias hacia un mismo objetivo : "Convivir en Sociedad"


domingo, 16 de diciembre de 2012

Una sana convivencia : la aceptación del otro

Cuando las  exigencias de la vida son grandes y nos parece que perdemos la fuerza, es cuando debemos detenernos a reflexionar. Estamos inmersos en un mundo que no nos deja pensar, donde la rutina nos amenaza con seguir adelante aunque no veamos el horizonte. En medio del camino sinuoso que transitamos, nos encontramos con gente diferente, con diferente educación,con diferentes valores. Y cómo hacer para convivir en una sociedad con tantas particularidades ? Es allí donde encuentro una simple comparación : "el hombre es como el canto rodado" .
Si todos y cada uno de nosotros aprende, respeta y se hace respetar por los que nos rodean, logrará como el canto rodado, pulir sus asperezas y aristas que lastiman y así aprenderemos a convivir y a conocer en profundidad la sociedad que conformamos.
A continuación transcribo un hermoso texto, que además de acercarnos a Dios,  nos ayuda a encontrar la calma en estos momentos difíciles que vivimos.  
 
Dejarse hacer por Dios

A la orilla del mar el buen tiempo nos brinda la oportunidad de dar un paseo. A medida que avanzo me bulle por dentro con fuerza aquel pensamiento del obispo de Lyon, San Ireneo: «Lo propio de Dios es hacer y lo propio del hombre es dejarse hacer».

Os invito a que lo saboreemos durante esta semana pidiendo al Señor que nos conceda hacerlo vida.

«Dejarme hacer por Dios».

Bajo a la playa y acaricio piedras de matices diferentes. Los hay blancos, pardos, grises, negros.

Algunas con escamas brillantes que reflejan los rayos de sol...; pero todas tienen un denominador común. Son suaves, no dañan, ni siquiera atraen la atención de los que pasan cercanos como las conchas. La gente los pisa y los olvida. Al fin y al cabo son piedras.

¿Cómo llegaron a ser lo que son? me pregunto. Y así comienza el diálogo. ¿Qué eran antes? ¿Cómo se logró su transformación? La respuesta es clara:

Se dejaron hacer.

Su origen, un trozo de piedra dura, que el mar arrancó en su bravura al acantilado. El tesón de las mareas y el fragor de las olas los moldeó con fuerza... Pasó tiempo... Rueda que rueda, entre las algas y la arena, aquellas aristas cortantes, poco a poco, con el roce continuado se fueron limando. Hoy no es una roca punzante, es una piedra rodada, un canto que la pleamar mañanera acercó a las playas tenazmente.

Juguete para los niños. Sus formas son caprichosas, también lo es su color. Lo importante es que son tan suaves y mansos que todos pueden cogerlos sin que les causen dolor.

Un trozo de piedra dura por el roce con las otras, limada por las arenas, por el viento, el agua, el sol, el flujo de las mareas, el tiempo lo transformó en suave canto rodado.

¡Qué examen para mi vida! Si así obra la naturaleza en un ser inanimado, ¿qué filigranas no hará el Señor en cada uno de nosotros, si se deja hacer por Dios?

¡Dejar que esta piedra mía se transforme un día en canto rodado es un reclamo, Señor!

Las aristas de mi vida se suavizan con el roce incesante del cotidiano vivir. Debo dar gracias a Dios porque el trato con los otros me enriquece, me transforma, pule esquinas cortantes y mi vida se hace canto rodado, que en la convivencia diaria no produce ni molestias ni dolor.

Regreso, a casa despacio, lleno de paz y de deseos al corazón. La llamada ha sido fuerte. La agradezco.

«Dejarme hacer por Dios». Un lema para la vida...

Que a lo largo de este semana no lo olvidemos, Señor. ¡Dejarme hacer por Dios! sin protestas, ni quejidos cuando las circunstancias imprevistas y desagradables pulan las asperezas y aristas que hay en mi corazón.

¡Dejarme hacer por Dios! acogiendo con gratitud el bálsamo del consuelo que tantas veces recibo de los que amo y cuya unción tan suave alisa esquirlas pequeñas de mi vida.

¡Delicadezas del amor! Hoy quiero agradecerlas y descubrirte a Ti en ellas. Son tu don.

¡Dejarme hacer por Dios! es abandonarme a su Voluntad santificadora siendo dócil a la acción que el Espíritu suscita en mi interior.

¡Dejarme hacer por Dios! es no atarle las manos expertas y paternales que, a pesar de mi dureza, me moldean con presteza y con tesón.

¡Dejarme hacer por Dios! En sus dedos creadores, escondido y sin temor, voy susurrando:
 
Gracias por esta llamada del obispo de Lyon:

«Lo propio de Dios es hacer y lo propio del hombre es dejarse hacer».


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