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"Líneas y Entre Líneas"...

... los invita a disfrutar , con otra mirada y con sus opiniones personales, de los encuentros y desencuentros en los distintos roles que hoy nos tocan vivir en la sociedad.

En este espacio, "La Educación" será el centro en torno al cual giren los distintos temas. A veces delirantes, otras veces reales, mutando de una expresión dura a una actitud tierna.

Así serán las interesantes propuestas y sugerencias hacia un mismo objetivo : "Convivir en Sociedad"


martes, 2 de junio de 2015

Literatura, peronismo y liberación nacional

Introducción de  Alberto Julián Pérez, a su libro: " Literatura,peronismo y liberación nacional "

El Peronismo fue en su origen un movimiento nacional populista y policlasista que alteró la relación que mantenían hasta ese momento las clases sociales en Argentina y trajo una visión nueva de la política, transformando profundamente la vida cultural. La clase media liberal, principal productora de alta cultura, y la oligarquía, tuvieron que compartir el espacio social con el pueblo bajo, con el trabajador. El proletariado no había recibido los beneficios de la educación liberal y no tenía acceso a sus sofisticados  productos culturales, que ambicionaban competir con los europeos. El trabajador, sin embargo, aportó su gusto propio, criticado y denostado por la clase media. El primer gobierno peronista, de 1946 a 1955, alienó a la clase media liberal, y a los sectores radicales que apoyaban una revolución social marxista. Liberales y marxistas no entendían a un gobierno nacional y popular que promovía una revolución “desde arriba”, desde el poder, y tomaba como interlocutora y protagonista a la clase obrera. La realidad que observaban les parecía despreciable.
Los “cabecitas negras”, los “descamisados” peronistas, no podían ser esos obreros iluminados y trascendentes de que hablaban los líderes marxistas. Un abismo separaba la sensibilidad de la clase media, educada en los ideales de la alta cultura europea y norteamericana, de la sensibilidad de la clase obrera y sus entretenimientos típicos de la cultura de masas. El pueblo pobre disfrutaba de la música popular: el tango, el folklore, los ritmos latinoamericanos  bailables; gozaba de los espectáculos deportivos: el fútbol, el boxeo y el automovilismo; amaba los radioteatros y los programas radiofónicos. La pequeña burguesía educada mostró sus prejuicios de clase y sus limitaciones para interpretar el fenómeno peronista: era una situación real que no entraba en el plano de sus deseos y expectativas. Esperaban una revolución social de los “inteligentes”, de los intelectuales, y no una rebelión de los “grasitas”, sin una ideología clara.
El Peronismo, sin embargo, tenía su “doctrina”, como la llamaba Perón. Sus tres principios eran: justicia social, igualdad económica y soberanía nacional. Tres ideas sencillas pero contundentes. El Peronismo no se formó como partido minoritario de oposición, ni fue un partido que ganó posiciones paulatinamente compitiendo con los otros partidos, sino que nació como una propuesta política auspiciada por Perón desde el estado. Perón fue ocupando espacios de poder e intercedió en las relaciones entre el gobierno y los trabajadores, organizándolos en una red sindical y creando una burocracia administrativa al servicio de las organizaciones obreras.
Esa organización administrativa fue el origen de lo que sería luego el partido. No pudo comprobar la legitimidad de que gozaba su propuesta y el grado de aceptación que su liderazgo tenía entre los trabajadores hasta que fue removido de su cargo por el Presidente y puesto en prisión. El 17 de octubre de 1945 Perón demostró que había logrado establecer una relación política con las masas, que lo reclamaban a él como su líder. La política de Perón, planteada desde el gobierno, tuvo un destinatario específico: la clase obrera. Los trabajadores organizados en los sindicatos se transformaron en su  base política más firme. Se encontró tempranamente con el apoyo de un sector masivo y estratégico. Quedaron fuera de la alianza sectores políticos movilizados por otros  partidos: la oligarquía, gran parte del empresariado que no creía en la posibilidad de un desarrollo nacional independiente, la clase media profesional. Perón ejerció un poder personal único e irrevocable. Era un líder carismático irremplazable. La revolución peronista que él planteó, o las reformas políticas, económicas y administrativas que implementó, las impuso desde el estado. El Peronismo
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1.       Perón organizó su propuesta política como miembro del gobierno instituido por el golpe militar de 1943. La sociedad civil (particularmente la clase media y la alta burguesía) resistió las innovaciones de Perón. Esos sectores sociales interpretaron que se trataba de un movimiento totalitario, si bien Perón fue legitimado en el poder en elecciones libres presidenciales. Su tipo de liderazgo personal y grandilocuente hizo que lo asociaran con los líderes totalitarios fascistas europeos de la época: Mussolini, Hitler y Franco. Su influencia sobre las masas obreras ratificó esta imagen simplificadora, de lo que luego resultó ser un movimiento original latinoamericano de índole diversa. El Peronismo fue un movimiento laborista, popular y nacional, que revalorizó la noción de pueblo y el sentido de lo nacional. Denunció el imperialismo y se opuso a la violencia. Su base política fueron las organizaciones sindicales. Perón eligió a los trabajadores más humildes como su base política. Uno de sus méritos históricos, y no el menor, fue el haber evitado en 1955, con su renuncia al gobierno, una guerra civil, que hubiera ensangrentado la patria. Triunfó en el tiempo con su verdad y demostró a los golpistas que lo expulsaron del poder que su causa era justa y necesaria.

siempre fue expresión de una política de estado fuerte, dado su amplio apoyo popular. Perón concibió su partido como un “movimiento”. A diferencia de los partidos tradicionales, que elegían representantes durante los períodos de elecciones y luego  perdían contacto con sus bases, el Peronismo movilizaba constantemente a sus seguidores, buscando a cada paso legitimar su política y lograr el apoyo de la población. Mantenía una situación permanente de plebiscito popular.
Perón consideraba ese estado de movilización un elemento indispensable de su  política. Las masas y el proletariado se transformaron en actores de la vida política, pero lo hicieron en un partido organizado por Perón desde el gobierno, y no como militantes de partidos independientes. Surgió un gran antagonismo entre el Peronismo y los partidos que planteaban una política de lucha de clases, como los distintos sectores del comunismo y el socialismo. El Peronismo se enfrentó también con grupos conservadores, que rechazaban la injerencia del estado en la economía, y los partidos de clase media, como el Radical y el Demócrata Progresista. Los sectores políticos herederos de las ideas liberales anti-estatistas rechazaron al Peronismo y lo consideraron un movimiento totalitario. Peronismo y razón de estado se confunden o son uno solo: es un movimiento  propuesto desde el estado, por uno de los miembros del gobierno, en momentos en que dirige el país un gobierno militar llegado al poder mediante un golpe. El surgimiento de Perón demostró que el sector militar albergaba tendencias distintas, y dentro de ese grupo el Peronismo resultó ser un sector ideológicamente progresista. Perón y los oficiales del GOU que lo apoyaban tenían una propuesta política renovadora, revolucionaria. Perón habló siempre del Justicialismo como de un movimiento revolucionario. Su situación política cambió radicalmente luego de su derrocamiento en 1955 por el Ejército: mediante un golpe, controlado finalmente por el ala liberal representada por Aramburu y Rojas, los militares se adueñaron del poder, respaldados por el empresariado, la iglesia y la clase media. Durante los años siguientes, el proletariado tomó la iniciativa y estando Perón en el exilio se organizó y luchó por recuperar el poder político que le había sido arrebatado en el golpe. Los sindicatos se transformaron en las organizaciones de base de la Resistencia, y la huelga y la toma de fábricas fue el arma favorita de los trabajadores, que lucharon durante años para hacer retornar a Perón al país y legalizar su movimiento, proscripto por los militares. El Peronismo, que comenzó como un movimiento organizado desde el estado, fue expulsado del estado y tuvo que resistir y luchar desde abajo, con las bases, para recuperar su espacio político y reconquistar el poder. En ese momento el Peronismo alcanzó un sentido revolucionario. Dado que el Peronismo surgió desde el estado y se confundió con él, el militante del Peronismo en un principio no tuvo la necesidad de conquistar el poder luchando contra un estado opresor. En 1945 Perón organizó el Partido Laborista, base del Partido Justicialista, para luchar por las elecciones presidenciales, que los peronistas ganaron fácilmente, contra un amplio espectro opositor, integrado por una coalición formada por conservadores, liberales e izquierdistas. Los Peronistas llegaron al poder siguiendo a Perón, encolumnándose con él. La lealtad definía a los primeros militantes peronistas. Si eran leales a Perón seguiría creciendo el Movimiento y su líder llevaría adelante sus promesas políticas y su plan de gobierno. La idea de libertad y liberación apareció en relación a la política argentina con el exterior. Perón denunció la existencia de una verdadera confabulación imperialista que limitaba la soberanía nacional. Había que liberar al país de las amenazas externas e internas, porque el imperialismo tenía aliados dentro del territorio nacional. Pero el trabajador ya era libre, lo había liberado Perón. Era una libertad condicionada, porque los  peronistas estaban rodeados de antiperonistas, de aquellos que no se habían plegado a la  política de Perón. Estos eran los enemigos que conspiraban contra el Movimiento. Luego de la caída de Perón y durante la Resistencia esto cambió: los enemigos internos triunfaron y dejaron al país sometido a los enemigos externos. La lucha por la libertad se transformó en un valor fundamental para el Movimiento: había que liberar al  país de la ocupación ilegítima de un poder antipopular, que lo traicionaba y lo entregaba a intereses extranjeros. Durante la Resistencia la lógica del Peronismo se adecuó a la lógica de la liberación de otros movimientos no peronistas: allí descubrieron muchos sectores  peronistas su afinidad con los movimientos cristianos tercermundistas, con los socialistas, con los comunistas, y con los diferentes movimientos anti-imperialistas. Nació así otra vertiente del Peronismo que, al estar fuera del poder y transformarse en oposición, evolucionó hacia una posición más revolucionaria. Para recuperar el poder había que luchar, valiéndose tanto de la resistencia sindical como del terror. El nacionalismo original se fue ampliando a un panamericanismo. La revolución cubana y el guevarismo inspiraron una nueva gesta de liberación contra el imperialismo. El Peronismo trajo a la vida social y cultural nuevos actores. La irrupción del trabajador en la vida social fue inmediata. El Peronismo desarrolló una política cultural para educar y satisfacer los intereses de este trabajador y mejorar sus condiciones de vida. Además de fundar escuelas y hospitales, implementó una política de protección yseguridad social, reflejada en la constitución de 1949 y en las actividades políticas de Evita. Evita dirigió la rama femenina del Partido Justicialista, y coordinó un movimiento social que culminó en la conquista del voto de la mujer, apoyado por Perón y dirigió la Fundación que dio ayuda a los pobres y necesitados, a los que quedaban excluidos de lared social planteada por el Peronismo desde los sindicatos y el Ministerio de Bienestar Social. El Peronismo promovió actividades y competencias deportivas, y creó numerosas instalaciones, apoyando el deporte en todo el territorio y a todos los niveles. La llegada al poder del Peronismo cambió la visión cultural dominante hasta ese momento: la de la pequeña y gran burguesía. Para la burguesía solo el arte elevado y culto valía; el arte popular estaba en un nivel inferior y era para un público de menor nivel y educación. Las expresiones festivas populares, los juegos y competencias deportivas eran distracciones colectivas escapistas que la pequeña burguesía despreciaba. El gran arte solo podía ser para una élite. Para los sensibles e hipercultos. Para los elegidos. El Peronismo dejó expuesto el carácter clasista de la cultura y la literatura. El pretendido universalismo de la literatura burguesa era una aspiración hegemónica de clase y no una verdad irrefutable.

 Se discutió cuál era el carácter de la cultura liberal,

La cultura literaria argentina, desde la etapa de las luchas por la Independencia, fue una cultura eurocéntrica, hegemonizada por los sectores libertarios liberales, que buscaban su propia identidad y razón de ser. Esta dialéctica entre su pertenencia a la tradición occidental europea, como ex-colonia española, y su búsqueda de un lugar propio dentro de esa cultura occidental, sopesando y considerando los modelos madre de esa cultura, alimentó la historia cultural argentina.Los ideales de la Ilustración, que ayudaron a impulsar las luchas revolucionarias de los padres de la patria, Moreno, Belgrano, San Martín, formaron la base de nuestra cultura nacional liberal independiente. Los intelectuales y escritores de la Generación del 37 tuvieron una visión dicotómica de la historia nacional: liberalismo contra tiranía, iluminismo contra populismo, república vs colonia. Sarmiento argumentó a favor del concepto universal de civilización y lo opuso al de barbarie, sinónimo para él de atraso y primitivismo. Podríamos ver la historia argentina como una contienda entre esas dos posiciones: Rosas enemigo de Rivadavia, Irigoyen enfrentado a la oligarquía porteña, y Perón opuesto a la oligarquía

¿era nacional o antinacional, contribuía al desarrollo de la cultura nacional o la distorsionaba y la falsificaba? Los historiadores revisionistas estudiaron el papel que

conservadora. Los argentinos meditaron mucho sobre esa visión de la historia, punto de partida de nuestro pensamiento. La práctica de la filosofía occidental, a diferencia de la literatura, no floreció en las colonias hispanas de manera autónoma. El arte, la imitación de la vida, es natural y se desarrolla en todas las culturas; la filosofía es una disciplina más especializada y académica. Madre de las ciencias, ha sido cultivada como disciplina general y particular. La Argentina no desarrolló un pensamiento filosófico general original, lo cual es comprensible, dado que lo que llamamos cultura argentina no se formó hasta el siglo diecinueve, cuando las ciencias particulares alcanzaron un desarrollo autónomo excepcional en Europa. Lo que llamamos en Argentina filosofía moderna es filosofía Europea. Es resultado de un movimiento cultural europeo, realizado mayoritariamente dentro del ámbito universitario, aunque algunos pensadores disidentes, formados en grandes universidades, como Marx, hayan trabajado en forma independiente, creando su propio campo de investigación. En el siglo diecinueve, cuando se formaba la primera cultura argentina, se desarrollaron en el mundo europeo y en el americano, que se había integrado a la modernidad luego de las grandes revoluciones burguesas, las ciencias sociales. La Argentina tuvo destacados historiadores y sociólogos,economistas y psicólogos, críticos literarios y politólogos. Sarmiento, Echeverría, Alberdi, Mitre, V. F.López, Gutiérrez, Ramos Mejía, Ingenieros, entre otros, descollaron en estas disciplinas y sus escritos fundaron nuestra alta cultura y le dieron su propia identidad. Las limitaciones de su obra se deben más a las dificultades institucionales para desarrollar esas disciplinas que a las limitaciones de su pensamiento, que fue profundo y original. Casi todos se ganaron la vida en el periodismo, en la docencia y en las profesiones liberales; sin acceso a buenas universidades y maestros, fueron en gran medida autodidactos. No contaron con bibliotecas adecuadas ni con la necesaria libertad académica y de pen-samiento para desarrollar una vida intelectual independiente. Los intelectuales del siglo XIX se volcaron a la política, porque entendieron que antes de poder crear una cultura en libertad había que fundar un estado moderno,con instituciones libres, que para ellos significaban instituciones liberales. La historia, la psicología, la política, el periodismo siguieron siendo disciplinas rectoras de la vida intelectual del siglo veinte argentino.Podemos pensar que son disciplinas arraigadas y naturalizadas que nos representan como cultura, junto con la literatura y las artes en general, incluido el cine. De todas las nuevas ciencias humanas y sociales es la psicología la que ha alcanzado un desarrollo mayor en el país. Argentina es uno de los más importantes centros internacionales de psicoanálisis. Nuestros presupuestos para promoción cultural y educación universitaria son modestos, comparados con el de los países desarrollados, pero hemos hecho progresos académicos y hemos tenido avances en las áreas de investigación en los últimos cien años.Si el desarrollo de nuestra cultura intelectual y académica es aún limitado, el de nuestra cultura artística ha sido brillante: el siglo XX fue un siglo destacado para nuestras artes, y las de Latinoamérica en general, que han logrado gran reconocimiento en todo el mundo, por su originalidad y su excelencia. En el mundo de las letras, aparecieron grandes escritores que, ya desde el Modernismo, a fines del siglo XIX, nos transformaron en líderes reconocidos en todo el mundo. Escritores como Martí, Darío, Lugones, Mistral,Borges, Vallejo, Neruda, Rulfo, Paz, Sábato, Cortázar, García Márquez proyectaron su influencia en muchas otras literaturas y lenguas. Esperemos que en el siglo XXI mejore nuestra vida intelectual en aquellas áreas que necesitamos desarrollar para madurar como sociedad, y se destaquen nuestros críticos, politólogos, sociólogos y psicólogos. Hay todo un campo abierto para nuestros investigadores y ensayistas del futuro.
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habían tenido los prohombres liberales, como Sarmiento y Mitre, y los condenados por los liberales, como Rosas y los otros caudillos, censurando a los historiadores liberales. Su sentido crítico se extendió a otras disciplinas. Los ensayistas y críticos literarios nucleados en la revista : 
"Contorno", enjuiciaron el papel de los escritores liberales, atacando particularmente a los que consideraban representantes del grupo de la revista :"Sur"
 La polémica fue violenta y agresiva, y mostró que la cultura liberal dominante representab sólo los intereses de un sector de la población y no a toda la sociedad. Se había impuesto por la fuerza y marginado otros intereses culturales. Los diferentes sectores sociales tenían intereses culturales y necesidades educativas distintas. El arte culto y la literatura eran el modo favorito de expresión de los sectores que habían tenido buena educación escolar, casi todos pertenecientes a la oligarquía y a la burguesía. Los sectores proletarios disfrutaban del arte popular y los deportes.

 Los deportes, despreciados por los intelectuales, eran un medio democrático fundamental de entretenimiento y socialización para las masas. El gobierno pasó a organizar los deportes, sacando del anonimato al proletario y a la gente del interior, que pudo viajar a Buenos Aires a participar en los campeonatos promovidos por la Secretaría de Deportes. En esta sociedad de arraigo popular, el entretenimiento de masas y las expresiones de su cultura alcanzaron mayor representatividad.

Elpueblotuvogranprotagonismo, participaba activamente en las manifestaciones políticas masivas y militaba en los sindicatos de trabajadores. La pequeña burguesía culta, orgullosa de su educación y sus méritos artísticos, se sintió profundamente desplazada e ignorada, y se llenó de odio y resentimiento ante este protagonismo de las masas. Así lo evidenció la actitud de sus artistas, como Borges y Martínez Estrada, que reaccionaron con gran odio y desprecio ante el pueblo peronista y su líder.

 Esto expuso el enfrentamiento entre arte burgués y arte popular, entre una cultura al servicio de las grandes expresiones artísticas, casi todas de origen europeo, y una cultura al servicio de las necesidades de expresión del pueblo bajo. Esta oposición se materializó en el enfrentamiento, por ejemplo, entre la música clásica y el tango, entre los ritmos europeos y los latinoamericanos, entre la literatura elevada y las expresiones de la cultura popular, como el teatro de revistas o los programas cómicos radiales, y entre el cine de imitación de Hollywood y las comedias cinematográficas populares melodramáticas con héroes de los sectores pobres, como Catita y Luis Sandrini.
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Si bien la cultura popular no puede reemplazar a la alta cultura letrada, dada su rica historia, sus logros y sus aportes, esta situación puso en evidencia el carácter clasista de esta cultura. Autores como Jauretche denunciaron desde el periodismo, uno de los géneros más militantes, a los sectores liberales, que falsificaban la historia, la literatura y la cultura. Las experiencias del Peronismo durante los años del gobierno de Perón y en los años de la Resistencia tuvieron un gran impacto en la cultura argentina. En el siglo XXI interpretamos al Peronismo con un sentido de referencia distinto. Para los individuos cultos contemporáneos al gobierno de Perón, como Borges y Martínez Estrada, el Peronismo era sinónimo de incultura, de barbarie. Las ideas sobre el Peronismo cambiaron durante la Resistencia, cuando se transformó en un movimiento perseguido y  proscripto. Lo persiguió la dictadura militar y los gobiernos sumisos que los militares  promovieron y alentaron, en alianza con partidos cómplices, como el Radical. Estos  partidos se beneficiaron de la proscripción del Peronismo y, haciendo concesiones a la oligarquía conservadora y al imperialismo internacional, lograron llegar al poder para implementar una política servil. Si bien fueron un movimiento de fuerza, las dictaduras militares no fueron fuertes, como lo expresó Perón en una entrevista, porque carecieron de apoyo popular y legitimidad política. Las masas populares siguieron siendo peronistas y jamás aceptaron la proscripción ilegítima de su partido. Su ambición fue reconquistar ese lugar de privilegio que habían tenido, cuando Perón gobernaba y ellas eran  protagonistas, y había una política de estado al servicio de sus intereses. Todos conocemos la historia posterior, en que el partido habría de recuperar el poder para transformarse en el movimiento político más representativo de la historia argentina y de mayor duración en el gobierno. El Peronismo ha dejado documentos importantes a nuestra cultura, en particular los escritos de Perón, que fue un escritor prolífico. Perón escribió antes, durante y después de su primera y su segunda presidencia. Escribió libros de historia militar cuando fue profesor universitario de la Escuela de Guerra, escribió discursos y columnas  periodísticas utilizando seudónimo (Descartes) durante la presidencia, y escribió extensos comunicados y numerosos libros de ensayo durante los años de la proscripción. Su obra completa abarca más de 35 volúmenes.


Además de haber dejado importantes testimonios escritos, el Peronismo enriqueció el mundo político introduciendo actores sociales polémicos e inesperados, que fueron aceptados por muchos y cuestionados por otros en la época: actores individuales, como la actriz de radioteatro Eva Duarte, esposa de Perón, que se transformó en Evita y lideró el movimiento femenino que concluyó dándole el voto a la mujer, y actores colectivos, los trabajadores movilizados en grandes contingentes, que ocupaban las calles con sus manifestaciones, reclamando mejoras laborales y respeto de sus derechos, y expresaban su apoyo o su crítica a la política del gobierno. Los escritores liberales, como Borges y Sábato, que rechazaron políticamente al Peronismo, no dejaron a su modo de testimoniarlo, en forma directa e indirecta, en su obra. No fueron escritores indiferentes a los cambios sociales. Borges introdujo tempranamente en los estudios literarios el análisis cultural de la literatura popular contemporánea urbana, en su libro de ensayos sobre la poesía de Evaristo Carriego, de 1930. En su juventud Borges fue populista e irigoyenista. En la década del cuarenta, influenciado por la personalidad de Victoria Ocampo y otros escritores conservadores y reaccionarios del grupo
Sur, se volvió contra el nacionalismo cultural. Sábato, que había sido en su juventud anarquista y luego destacado dirigente de la juventud comunista, rechazó después la militancia política para abrazar la duda sistemática del Existencialismo y hacerse un agudo observador del ser humano. Su novela : "Sobre héroes  y tumbas", es uno de los mejores documentos sobre la situación especial de la pequeña  burguesía culta y sus problemas materiales y espirituales durante la época del primer Peronismo. Durante la primera y segunda presidencia de Perón, muy pocos escritores apoyaron directamente al Peronismo. Se destacó entre ellos Leopoldo Marechal, que fue funcionario de cultura, y publicó en 1970 su novela sobre la Resistencia, "Megafón o la  guerra"
. Muchos artistas que cultivaban las artes populares y las artes audiovisuales simpatizaron con el Justicialismo, entre ellos los músicos y compositores de tango, como Enrique S. Discépolo, y actores y directores de cine como Hugo del Carril. También recibió apoyo de diversas personalidades del periodismo, el ambiente radial y el mundo del deporte.

 El Peronismo influyó directa o indirectamente en los proyectos personales e intelectuales de muchos jóvenes de la alta y mediana burguesía, como Ernesto Guevara y Fernando Solanas, que sintieron ansias de justicia social y buscaron la participación  política, transformándose en militantes de causas justas. La proscripción y la lucha clandestina durante la Resistencia cambiaron el sentido de la militancia peronista, que se hizo más sacrificada y combativa. Muchos jóvenes se sintieron atraídos a sus filas, como lo testimonia Solanas en el documental : "La hora de los hornos"
 Aparecieron nuevos  pensadores, como Rodolfo Kusch que, formado en la filosofía, se transformó en esos años en etnólogo y antropólogo cultural, haciendo trabajo de campo en el Noroeste argentino y en Bolivia, interpretando con justeza los conflictos raciales de nuestro continente. Se consagraron como escritores militantes políticos surgidos de otras tendencias que acompañaron la gestión peronista, particularmente Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz, miembros de FORJA, ala juvenil de izquierda del Partido Radical que se había escindido del mismo. Scalabrini fue uno de los principales referentes ideológicos de la política antiimperialista de Perón, y Jauretche se convirtió durante la Resistencia en uno de los polemistas políticos y ensayistas mejores que ha dado el país. Poetas como Leónidas Lamborghini y Juan Gelman crearon un nuevo lenguaje poético y desarrollaron una temática que reflejaba la experiencia peronista. Rodolfo Walsh logró una intensidad notable en sus relatos periodísticos, trayendo al lector el drama que vivía el pueblo peronista.
El gran director Fernando “Pino” Solanas
y el Grupo Cine Liberación produjeron en la clandestinidad la película documental :
 "La hora de los hornos",
 analizando el papel del Peronismo y la Resistencia en la historia  política argentina, desde la perspectiva de los jóvenes revolucionarios. Los dramaturgos que integraban el Grupo de Autores describieron en : "El avión negro", los temores de la oligarquía y la clase media ante un posible  retorno de Perón al país.
   
 La literatura hispanoamericana se formó con los escritos de autores no literarios. Los aventureros españoles que vinieron a colonizar América dejaron un corpus de cartas, memorias y documentos que se convirtieron en nuestra primera literatura hispanoamericana. Y los periodistas argentinos del siglo XIX, como Sarmiento y Mansilla, son nuestros prosistas más talentosos y fundaron nuestra literatura nacional. Cada cultura propone su propia literatura o lo que debe formar parte de ella. Los protagonistas de cada época histórica revisan el corpus de su literatura y lo refundan. El Peronismo transformó la vida espiritual de la nación: el  primer gobierno peronista, la Resistencia y la insurrección de los jóvenes revolucionarios del sesenta y del setenta, que son las etapas que abarco en este libro, cambiaron nuestra conciencia histórica. Lo que han dicho y escrito actores y autores como Perón, Evita, Jauretche, Walsh y Guevara es fundamental para entender la argentina del siglo XX. Borges, Marechal, Sábato, Puig y Piglia convivieron con ellos y reflejaron su  problemática, y sin la perspectiva que aporta su obra, entendida en su justo contexto, nuestra literatura de ficción parecería existir en un vacío estético fuera del tiempo. Estudio libros específicos de los autores escogidos. He evitado hacer un recuento general de ideas. Muchos de estos textos no han sido lo suficientemente bien leídos, o no se los ha leído como parte de un mismo contexto. La literatura siempre está buscando su lugar propio y la política también, para legitimar sus ideas y sus derechos. Es una lucha viva en la que se juega todo. La literatura puede ser tan peligrosa como la política, siempre se vive al borde y se sufre el destino de haber sido encargado de ser el escriba de la tribu y el mensajero de los dioses. Para aceptar muchos de estos textos como parte de nuestra literatura tenemos que ampliar entonces nuestro concepto de lo literario, desestetizarlo. Llamar literatura a ese corpus de textos que modelan la conciencia de una cultura y le dan un lugar en el mundo. Y dejar de lado aquellos textos literarios que no han logrado hacerlo, ya que el tiempo de los lectores es limitado y toda biblioteca selecciona un corpus posible. Para esto tenemos que aceptar la idea de la literatura como una expresión histórica de valor particular, en lugar de considerarla una expresión universal de valor general. La literatura se inserta en el mundo de los valores de su época y contribuye a cambiarlos. Es un elemento dinámico indispensable de la conciencia individual y social sin el cual sería imposible representarnos en el mundo y asumirnos colectivamente como sociedad. Este tipo de propuesta abierta y multicultural responde al espíritu de nuestro tiempo y espero sugiera nuevas direcciones de lectura de nuestros textos, que son nuestra herencia intelectual y artística que necesitamos valorar y discutir. Soy un crítico literario,  pero mi análisis va más allá de lo que normalmente discuten los críticos en los libros,  porque la literatura argentina es un compendio del criterio literario que heredamos de nuestra formación europea, de nuestras ideas originales sobre nosotros mismos y el mundo, de nuestras meditaciones sobre nuestra historia y nuestras reflexiones sobre nuestro mundo político. En ella planteamos nuestro destino y el sentido de nuestra libertad, y allí reside su más alto valor y originalidad. Un buen crítico argentino no puede limitarse a una perspectiva enteramente académica, sobre todo si el formato académico es importado y responde a las imposiciones hegemónicas culturales de los países europeos y de Estados Unidos. De la misma manera que nuestros escritores buscan hacer su propia literatura, nosotros necesitamos crear y hacer nuestra propia crítica, que responda a los desafíos y necesidades de esa literatura. Tenemos que ser lectores flexibles y adaptar lo que nos conviene, rechazar lo que no corresponde y proponer criterios nuevos de interpretación acorde con la originalidad de nuestros textos. El crítico tiene que estar a la altura de su literatura. Después de todo, el crítico no es más que el lector especializado, el profesor de literatura, el hiperlector, el lector compulsivo y obsesivo de nuestro tiempo que ha abrazado la lectura como forma de vida. Los cambios tecnológicos y el acceso a computadoras personales no han hecho más que ampliar nuestro campo de lectura, aumentar nuestro apetito como lectores, ampliar indefinidamente el corpus de textos disponibles, estimular la escritura y comunicación con otros lectores de la autopista electrónica, crear una revolución de la lectura y la escritura, renovar el mundo de los signos, hacernos menos reales y más virtuales, transformarnos en criaturas simbólicas mediadas aún más que antes por un universo de palabras. Esto sólo puede contribuir al 15 florecimiento de la literatura, a la ampliación de sus fronteras, a su multiplicación y enriquecimiento. Traigo una propuesta de literatura y de lectura que espero puedan continuar otros lectores e intérpretes de nuestros textos. Estudio en los actores de los procesos culturales su obra escrita, no siempre literaria, desde la perspectiva de la literatura. Y en los actores literarios analizo aspectos específicos de su obra desde una perspectiva tanto estética como ética y política. Procuro leer la literatura con un criterio amplio, que abarque tanto lo literario como lo extraliterario, porque así se ha formado el corpus literario del pasado nuestro, como síntesis de textos literarios y extraliterarios, a través de los cuales  propusimos nuestra propia idea de literatura. Lo hemos hecho en el siglo XIX, como he  podido comprobarlo al escribir mi libro : Los dilemas políticos de la cultura letrada
 En este otro libro continúo indagando dentro de ese espíritu amplio lo que es nuestra cultura, nuestra literatura y nuestra identidad en el siglo veinte, en el período que abarca desde el  primer Peronismo hasta 1980, fecha de la publicación de : "Respiración artificial", de Piglia, el texto más reciente del corpus que analizo. En estos estudios cada capítulo es independiente del otro y, si bien el libro tiene una perspectiva y propuesta de conjunto, el lector puede escoger el orden de su lectura o seleccionar sólo aquellos capítulos que le interesen. Cada capítulo es una unidad en sí. Este libro es producto de investigaciones, lecturas y reflexiones llevadas a cabo a lo largo de más de diez años y su propuesta es crítica pero también pedagógica. He procurado comunicar al lector ciertos hallazgos, que creo resultan útiles y necesarios para entender nuestra cultura de aquella época desde el siglo XXI. Mi perspectiva es dinámica, tiene en cuenta la movilidad del universo de lecturas, y responde a los cambios que el tiempo  presente introduce en nuestra comprensión del pasado literario. 

                         Alberto Julián Pérez,  Buenos Aires, 1º de julio del 2013

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